Alemania conmemoró el pasado 13 de agosto el deceso de su más grande escritor, Thomas Mann. El presidente federal alemán, Horst Köhler asistió a los actos celebrados en Lübeck, como colofón de una semana de actos conmemorativos. Junto a Goethe y Günther Grass, Mann compone la tríada de los escritores germanos más especulativos y profundamente […]
Alemania conmemoró el pasado 13 de agosto el deceso de su más grande escritor, Thomas Mann. El presidente federal alemán, Horst Köhler asistió a los actos celebrados en Lübeck, como colofón de una semana de actos conmemorativos. Junto a Goethe y Günther Grass, Mann compone la tríada de los escritores germanos más especulativos y profundamente teutónicos. Fue reacio a aceptar el autoritarismo racista de los nazis y se marchó de Alemania en 1933, pero tampoco se dejó manipular por el anticomunismo fanático del Macartismo y escapó de Estados Unidos en 1952. Durante las conferencias que pronunció en la década de los años treinta fue evidente su aproximación al socialismo.
Ninguno como él logró expresar en un gran panóptico literario el ascenso y decadencia de una familia burguesa. En sus /Buddenbrook/ dejó registrado un vasto asiento social de una estirpe hanseática con lo cual dejó una visión auténtica y profunda de toda una época en la sociedad alemana. Su Hans Castorp, en /La Montaña Mágica/, revisa los desafíos y riesgos de una Europa declinante. La presencia de Nietzche y Schopenhauer es evidente en sus obras iniciales. Los problemas de la racionalidad, de la ética civilizadora y del nacionalismo rampante afloran una y otra vez en sus obras. El Adrian Levrkühn, del /Doctor Fausto,/ nace cuando ya el viejo continente arde devastado por la guerra. Revisa la cultura alemana en su conjunto, el colapso del humanismo tradicional y el triunfo de la barbarie primitiva y nihilista encarnado en Hitler.
Mann es uno de los adelantados de una preocupación que va a asediar la moralidad del siglo XX: la responsabilidad social de los intelectuales. Escribió para sus contemporáneos aunque utilizando a veces motivos históricos. En cada una de sus páginas se esforzó para extraer una concepción del hombre que sirviera para interpretar los tiempos en que vivió. Para él la literatura tuvo una función social, pero más que eso sus novelas tuvieron un oficio moral.
La reducción del individuo a ser un dependiente de la clase en el poder, y al escritor en un mero agente de difusión de la ideología dominante, tuvo en él una espléndida refutación. Mann siempre mantuvo su rechazo a la disolución de la individualidad en un ente colectivo. También impugnó el liberalismo capitalista. En las novelas de Thomas Mann siempre existe una rebeldía hacia la falta de sentido de la existencia humana y presenta el desarrollo histórico como el resultado de una lucha de contarios entre el espíritu (Geist) y la realidad (Leben).
Poco antes de la Primera Guerra Mundial escribió /Muerte en Venecia /que muestra la fascinación con el ocaso de un artista hipersensible y decadente. La seducción de ese compositor disciplinado y tradicionalista con el escape que, sin advertirlo le propone el efebo Tadzio, solamente puede terminar con el (Tod), la destrucción del individuo debilitado por el contacto erosionante de la sensualidad. Eros y Tanatos se mueven en una danza hechicera y tétrica. A la vez, como en /Tonio Kroger, /dio escape a su homosexualidad reprimida a la que se refería de cuando en cuando en sus diarios como «los perros que ladran en el sótano». No obstante se casó y tuvo seis hijos. Uno de ella, Erika, dejó unas memorias plenas de hallazgos y posibilidades interpretativas sobre la vida de su complejo progenitor.
Tras su estancia en Estados Unidos vio con mayor claridad la decadencia del autoritarismo feudal en el cual había vivido en Alemania. Se reconcilió con algunas virtudes de la democracia pero el absolutismo y la intimidación que caracterizaron el atroz período macartista le obligaron a buscar refugio en Zurich desde donde pudo ver como muchos de sus colegas sucumbieron a la cacería de brujas.
En sus ensayos sobre Freud, Wagner y Goethe se enfrentó a la fragilidad de la tolerancia humana y la inestabilidad de la razón para enfrentar las crisis políticas. Una de sus conferencias memorables, /Un llamado a la razón, /pronunciada en Berlín en 1930 clamó por la formación de un frente unido de la cultura contra el fanatismo político emergente del nazismo. Una vez más subrayaba los valores de la libertad frente a los de la servidumbre que solamente podía incrementarse aumentado las posibilidades de elección del ser.
Sin lugar a dudas Thomas Mann fue el más grande novelista alemán del siglo XX y su obra imaginativa es una encuesta en la naturaleza de la cultura de la burguesía germana. Los temas que le preocuparon fueron motivo de hondas reflexiones que nos permitieron comprender mejor que el primer deber del intelectual es servir a la comunidad en la cual se desenvuelve y ese deber se manifiesta en un compromiso con la eticidad, y el saber que todo el valor de un sistema es tan encarecido como la obligación del individuo pensante de contribuir al hecho social y su aceptación de que, para ello, la palabra es acción.