Crece la incertidumbre en la economía y la política mundial, de la mano de problemas estructurales del capitalismo contemporáneo evidenciados en el comienzo del Siglo XXI y agravados luego de tres años de pandemia y una guerra en Europa que escala y amenaza a la sociedad y al planeta.
Por un lado, el estancamiento económico y el retorno preocupante del alza de precios, especialmente de alimentos y energía, afectando sobre todo a la mayoría empobrecida del sistema mundial. Por otro lado, la confrontación bélica exacerba la disputa por la hegemonía del orden capitalista, configurando campos geopolíticos en donde junto al incremento del gasto militar se dirimen sanciones y réplicas que agravan los problemas de la sociedad empobrecida del sistema mundial.
La crisis capitalista convocaba en el cambio de siglo, desde las voces de los pueblos, al debate de una agenda alternativa, que remitía a la eliminación de la pobreza, del patriarcalismo y variados derechos conculcados de mujeres, jóvenes, pueblos originarios, trabajadoras y trabajadores, junto a la promoción del empleo, la economía autogestionaria y comunitaria, contra la explotación y a la defensa del medio ambiente ante el cambio climático, contra el saqueo y destrucción de los bienes comunes de la humanidad. Desde la institucionalidad del sistema mundial y con lenguaje diplomático, inefectivo e irrealizable se aludía a incumplibles objetivos para el desarrollo o para el milenio. La realidad devolvía la hipocresía del statu quo, que privilegia la lógica de la ganancia y la acumulación, visible en materia de salud, mientras que la ausencia de una alternativa transformadora resulta evidente como expresión de superación del orden vigente.
Hacen falta cambios
No hay duda que, en todos los análisis, de izquierda a derecha, la situación es preocupante y que se anticipan modificaciones sustanciales. En jerga futbolística diríamos que hay “movimientos en el banco”, es decir, se vienen cambios, en donde algunos salen y otros ingresan, colocando en juego el lugar de la dominación y la subordinación.
Claro que a veces, esos cambios solo suponen modificaciones cosméticas que no transforman a fondo la sociedad. Nuestra preocupación apunta a instalar en la agenda que, junto a la iniciativa de las clases dominantes por restaurar la confianza y el orden capitalista, desde los pueblos debemos generar condiciones para iniciativas en sentido contrario, que gesten las condiciones de posibilidad para cambios revolucionarios.
La incertidumbre y el sentido de la iniciativa del poder, es algo que vemos en las discusiones de los cónclaves recientes y a realizar. Las reuniones de primavera de los organismos internacionales anticiparon las malas nuevas para los negocios, con tendencias a ralentizar el crecimiento económico y un horizonte de “estanflación”. ¿Vuelve el fantasma “estanflación” de los 70/80? La respuesta liderada por Paul Volcker desde la Reserva Federal de EEUU (FED) fue entonces monetarista, e impregnó la lógica dominante “liberalizadora” de la política económica de la mayoría de los países. Se generalizó el neoliberalismo que se había ensayado en las dictaduras del cono sur de América. El próximo año se cumplirá medio siglo de aquel experimento que luego colonizó a la civilización e intenta sostenerse en la dominación mundial.
Por estas horas, la FED lidera una dinámica de aumento de tasas de interés, que replica la banca central del capitalismo desarrollado, agravando la situación de países con problema de endeudamiento público, no precisamente los más endeudados, que son los hegemónicos del capitalismo global. Pero también afectando la deuda privada de aquellas empresas sin capacidad de disputa en la hegemonía mercantil capitalista, induciendo nuevos procesos de concentración y centralización de capitales sobre la base del quiebre de capitales desechables. Del mismo modo, resulta preocupante el caso de las familias de menores recursos, fuertemente endeudadas para la reproducción de la cotidianeidad.
En la misma sintonía que los organismos financieros funcionó el Foro de Davos, el Foro Económico Mundial (FEM), pidiendo restaurar la “confianza” ante la crisis agravada con inflación en alza, tendencias a la baja de la producción, el comercio y las inversiones, más aún con el confinamiento en China ante la permanencia del COVID19. Existe incertidumbre global sobre el presente y el devenir, lo que se manifiesta en los distintos cónclaves convocados para las próximas semanas.
¿Qué horizonte para nuestro tiempo?
Por un lado, la lógica de la liberalización, como inducen desde el FMI y el Banco Mundial, o desde el FEM; pero muy especialmente en junio próximo en la Cumbre de Presidentes de las Américas que convoca Joe Biden, el presidente estadounidense, excluyendo a Cuba, Nicaragua y Venezuela, con fuerte rechazo y demandas de inclusión de esos países por varios gobiernos de la región, que anticipan ausencias o reducción de la jerarquía en la presencia.
Se reitera la tradicional política imperialista desde Washington que reproduce la lógica de dominación sobre América Latina y el Caribe, olvidando que su poder está desafiado por la perseverancia de un proyecto liberador que hace más de seis décadas sostiene la Cuba revolucionaria.
La discusión en contra de las exclusiones pone en debate el rumbo de Nuestramérica, que bien puede recuperar la inventiva de los primeros años del siglo XXI, especialmente la constitución de la CELAC. La cumbre en EE.UU. y la OEA responden a una vieja concepción de subordinación, mientras que la CELAC y otras iniciativas generan expectativas de otros diálogos y articulaciones para discutir un rumbo propio de la región y las formas y modos de inserción mundial.
En el mismo sentido liberalizador pretende funcionar en junio el G7 en Alemania, atrayendo como invitados especiales a presidentes en funciones de articulación política y diplomática en diversas regiones, caso de Argentina en la presidencia de la CELAC, o de Senegal al frente de la Unión Africana; pero también a Indonesia, sede de la próxima cumbre presidencial del G20, en un intento por cooptar países a la dinámica de la ofensiva capitalista.
De lo que se trata, por otro lado, apunta en la dirección de resolver el desafío que se presenta a la humanidad para definir el fin de la unilateralidad dominante del capitalismo según los acuerdos de fines de la segunda guerra mundial, consolidados a comienzos de los noventa del siglo pasado con la ruptura de la bipolaridad y la debacle de la URSS. El interrogante es si los acomodamientos económicos, políticos, diplomáticos en curso solo servirán para reproducir una lógica de disputa por el gobierno del capitalismo mundial, o si se habilita una perspectiva de transformación en contra y más allá del capitalismo.
Vale la pena pensar en esos reacomodamientos ante la reciente cumbre de cancilleres en marzo y próxima de presidentes del BRICS en junio, con invitados con intencionalidad de ampliación. El agrupamiento de países BRICS plus, es decir, con nuevos miembros, puede expresar elevados porcentajes de la población global, en torno al 50%, con fuerte participación en el producto mundial, disputando un tercio de la capacidad económico total. El asunto es si la iniciativa puede ser parte de una lógica que desande el camino de la sociedad monetaria mercantil fuertemente estimulada en el último medio siglo con la liberalización, y proponerse un sentido alternativo pensado en la satisfacción de las necesidades sociales insatisfechas de gran parte de la población mundial.
Puede alguien pensar que se trata de elucubraciones utópicas. Sin embargo, el propósito de enunciarlas apunta a desafiar a la imaginación de la humanidad sufriente de las relaciones capitalistas en tiempos de transnacionalización y crisis, para inducir respuestas populares que desafíen el orden vigente y las iniciativas políticas del poder, incluida la próxima cumbre de la OTAN. Si se trata de producir cambios, la imaginación debe ir más allá de lo posible y animar la confrontación en contra de la explotación y el saqueo, pensando más en la cooperación del trabajo social y en la defensa del medio ambiente, abandonando el patriarcalismo y toda forma de discriminación y racismo.
Julio C. Gambina. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.
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