Formo parte de Tlaxcala, un grupo multilingüe de traductores cuya función es darles voz a los escritores y activistas que no pueden hacerse oír en el maremágnum de la comunicación, en primer lugar por no tener acceso a medios mayoritarios como EL PAÍS, The Guardian o Il Corriere della Sera y, en segundo, por el […]
Formo parte de Tlaxcala, un grupo multilingüe de traductores cuya función es darles voz a los escritores y activistas que no pueden hacerse oír en el maremágnum de la comunicación, en primer lugar por no tener acceso a medios mayoritarios como EL PAÍS, The Guardian o Il Corriere della Sera y, en segundo, por el hecho de escribir en lenguas distintas del inglés.
Hoy, el inglés es el arma principal de destrucción masiva del imperio, tan mortífera que, con impunidad, lanza su basura ideológica sobre los países periféricos, que la traducen de inmediato a las demás lenguas sin que al mismo tiempo los medios mayoritarios o activistas anglófonos se preocupen en absoluto por traducir lo que opinan los demás.
El lenguaje es la herramienta con la que Tlaxcala desactiva dicha arma. Valoramos la igualdad y la diversidad de todas las culturas para luchar contra el Pensamiento Único neoliberal. Por eso, traducimos ya a más de una docena de lenguas, incluido el inglés, y contamos con los medios adecuados para difundir los escritos que nadan a contracorriente. El lector de esta columna, por ejemplo, podrá leerla en inglés hoy mismo si pincha en el enlace estadounidense www.axisoflogic.com/artman/publish/article_20859.shtml, donde se le da debido crédito a EL PAÍS.
Tras este largo preámbulo explicativo, paso a ocuparme de la segunda parte del título, el catalán, la lengua histórica de la Comunidad Valenciana, que comparte con las comunidades de Cataluña y de las Islas Baleares dentro del Estado español.
Pido disculpas a los lectores de EL PAÍS por explicar aquí algo que ellos saben de sobra, pero tengan en cuenta que esta columna va dirigida al mundo, no a ellos. Deseo que lectores de otras lenguas y culturas tengan conciencia a través de Tlaxcala del salvaje atentado lingüístico y cultural que está perpetrando contra la lengua catalana el Partido Popular, la derecha heredera del franquismo -el partido de Aznar-, que gobierna localmente en la Comunidad Valenciana. En efecto, aprovechando el hecho de que la gente de la calle llama popularmente «valenciano» al catalán de Valencia (de la misma manera que en Texas podrían llamar texan al característico inglés que allí se habla), el Partido Popular está llevando a cabo un auténtico secesionismo lingüístico, algo parecido a si George W. Bush pretendiese ahora que lo que él habla es texan, no inglés.
Por supuesto, si el Partido Popular hace esto no es por motivos lingüísticos, inexistentes desde el punto de vista académico, sino para hostigar de cualquier forma al Partido Socialista (PSOE), su enemigo político, que defiende la unidad del catalán con el apoyo de todos los intelectuales y gramáticos del mundo universitario.
El Partido Popular español, el mismo que acudió fervorosamente a la guerra genocida de Irak; el mismo que mintió a la población en 2004 cuando el atentado de Atocha, al culpar públicamente a ETA en vez de a la yihad islámica, y ello con el fin de incitar a ultranza la ley y el orden y no perder las elecciones generales (que perdió); el mismo que destruye el hábitat de las costas españolas con una inmunda especulación inmobiliaria, es también un partido que descuartiza lenguas por motivos electorales. La derecha no deja nunca de ser derecha.