Según Donald Trump, el establishment de la política exterior de EEUU intenta meter al mundo en un conflicto con Rusia, sobre la base de la mentira de que este país es la mayor amenaza para la civilización occidental, pero la mayor amenaza no es Rusia sino las fuerzas globalistas, que persiguen a monstruos y fantasmas en el extranjero, para distraer a los estadounidenses del caos que crean en casa. Advirtió que el gobierno de Biden arrastra al mundo al borde del Armagedón nuclear, proceso que vinculó con la entrega de armas y dinero a Ucrania en el marco del conflicto entre Moscú y Kiev y afirmó estar listo para desmantelar a “todo el establishment globalista neoconservador, que nos arrastra a guerras interminables con el objetivo de luchar en el extranjero por la libertad y la democracia mientras convierten a EEUU en un país del tercer mundo, en una dictadura tercermundista”.
¿Qué ha pasado? Pasa que un puñado de plutócratas ha acaparado el poder de Estados Unidos y ha creado un sistema que facilita la explotación de la sociedad, por lo que la brecha de la distribución de la riqueza es hoy más grande que nunca. Se trata de un capitalismo entre compinches, que ha generado el déficit fiscal de EEUU, una deuda que crece sin fin y cuya única posibilidad de saldar es contrayendo más deuda, que se cubre imprimiendo dólares sin sustento real, lo que a su vez genera el problema de que el sistema trabaja en una economía fraudulenta, para lo cual no hay salida.
¿Quién es el culpable del descalabro? Pese a que el primer artículo de la Constitución de EEUU dice: “El Congreso tiene el derecho de acuñar moneda, reglamentar su valor y el de las monedas extranjeras”, esta función la realiza la FED, que desde su creación, en 1913, pertenece a doce instituciones bancarias, cuyos accionistas son desconocidos y cuyas decisiones no pueden ser rectificadas ni siquiera por el presidente de EEUU. Por lo tanto, el dólar no es de propiedad de ese país.
Si el gobierno de EEUU necesita dinero, se dirige a la FED, que lo imprime y le presta a cambio de bonos; en otras palabras, crea dinero de la nada. Estos bonos se comercian en el mercado mundial de valores y su pago recae sobre los hombros de los ciudadanos norteamericanos, que solo por interés pagan por año cerca de 544.714 millones de dólares, por una deuda que supera los 31,6 billones de dólares, mucho más que el triple del valor de todo el oro extraído hasta la fecha en el mundo.
La falta de regulaciones les permite imprimir dinero y convierte a las finanzas mundiales en un albur en el que sólo los banqueros poderosos pueden ganar. Se trata de un juego sin reglas, mejor dicho, con reglas impuestas para favorecer sólo a ellos, los demás deben acudir a agoreros de todo tipo con el fin de sobrevivir a la quiebra catastrófica que ineludiblemente va a llegar.
Según el comentarista económico, Peter Schiff: “En cierto modo, somos como un parásito de la economía mundial. La FED simplemente aprieta el botón y los dólares aparecen mágicamente y no tienen valor real alguno, la única cosa en la que la FED ha tenido éxito es en agravar los problemas que causó la crisis de 2008 y, de hecho, han creado una burbuja mayor”.
Sus palabras cobraron fuerza con la quiebra del Silicon Valley, el Signature Bank y el Silvergate, el mayor colapso bancario desde la crisis de 2008. Los mercados bursátiles se tambalean por las inquietudes e interrogantes y los precios de las acciones y los rendimientos de los bonos cayeron en todo el mundo. Para el legislador Paul Gosar: “Las políticas económicas de Biden crearon las condiciones que llevaron a las grandes pérdidas del Silicon Valley y, eventualmente, a la quiebra del banco… La mayor parte de sus depósitos estaban colocados en bonos del Tesoro, ya que, durante la Administración Donald Trump, las tasas de interés eran bajas y esta decisión era una buena inversión. Sin embargo, cuando la Bidenflación perdió el control, la FED se vio forzada a aumentar las tasas de interés, por lo que el valor de los depósitos de SVB respaldados en tenencias del tesoro cayeron drásticamente”. Opinión con la que coincide Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EEUU.
Como la deuda pública de EEUU es de tal proporción que cualquier evento aleatorio podría arruinar la economía mundial, no faltan políticos que planteen la guerra como una solución y miren hacia Rusia, aunque la guerra contra Rusia sería el peor error de EEUU. Douglas Macgregor, ex asesor del Pentágono y coronel retirado del Ejército estadounidense, escribe: “La estrategia militar de Washington para debilitar, aislar o incluso destruir a Rusia es un fracaso colosal… Cuanto más gasta Washington en casa y en el extranjero para proseguir el conflicto ucraniano, más se acerca la sociedad estadounidense a la agitación política y social interna, y son condiciones peligrosas para cualquier república. De esto se desprende una crisis de confianza de los norteamericanos en las autoridades del país”.
Seymour Hersh, periodista ganador del premio Pulitzer, declaró que EEUU podría intervenir directamente en la crisis de Ucrania en caso de que la situación en el campo de batalla se complique para Kiev. Este escenario podría desarrollarse como en la campaña de Vietnam, ya que, a pesar de la entrega de armas que hace Estados Unidos, las tropas del régimen de Kiev podrían no resistir. “Me han dicho que el juego será ‘esto es la OTAN, apoyamos a la OTAN en operaciones ofensivas contra los rusos’, algo que no engañará al mundo, no nos engañará a nosotros, espero. Somos nosotros en guerra contra los rusos. ¿Pero por qué deberíamos hacerlo?”
Recordó la experiencia de Stalingrado, cuando el Ejército soviético fue capaz de cambiar el rumbo de la batalla, pese a las duras bajas que sufría. “Vamos, ¿de verdad queremos meternos en una pelea con estos tipos? ¡Qué va! No lo creo”. Acerca de los sabotajes a los gasoductos Nord Stream, Hersh calificó de historia loca los reportes de medios occidentales de que un grupo proucraniano era responsable de las explosiones. En febrero pasado, Hersh reveló en un artículo que la Casa Blanca estaba detrás de las explosiones y que buzos de la Armada estadounidense colocaron los explosivos bajo los gasoductos Nord Stream durante los ejercicios militares BALTOPS 22 de la OTAN.
A esto se añade que el 14 de marzo, un dron de vigilancia y reconocimiento MQ-9 Reaper de la Fuerza Aérea de EEUU violó las restricciones temporales impuestas por Rusia al uso del espacio aéreo sobre el mar Negro. Dos cazas Su-27 lo interceptaron sin entrar en contacto con el dron ni hacer uso de sus respectivos equipos. Según el informe estadounidense, el dron cayó porque uno de los cazas rusos golpeó su hélice, versión desmentida por Rusia.
En Washington, el embajador Anatoli Antónov preguntó: “¿Qué están haciendo los drones estadounidenses a miles de kilómetros de EEUU?” Según explicó, el dron se dirigía hacia el espacio aéreo ruso para recoger información sobre posibles blancos y transmitirlos a las fuerzas armadas ucranianas. Últimamente, grupos ucranianos bien informados han realizado operaciones de sabotaje en Rusia. Y preguntó cuál sería la reacción de EEUU si un dron ruso apareciera cerca de Nueva York o San Francisco. “Estoy seguro de que el Ejército estadounidense actuaría de forma inflexible, sin permitir una brecha en su espacio aéreo o marítimo”.
John Kirby, portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, declaró: “No fue recuperado y no estoy seguro de que vayamos a poder recuperarlo. Quiero decir, el lugar donde cayó en el mar Negro es muy, muy profundo, así que aún estamos evaluando si se puede realizar algún tipo de esfuerzo de recuperación. Puede que no”.
María Zajárova, portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, le aconsejó: “John, pida a The New York Times el número de teléfono de la empresa privada ucraniana que, según la propaganda estadounidense, voló los gasoductos Nord Stream a gran profundidad en el mar Báltico. A juzgar por sus periódicos, son expertos en aguas profundas. Lo conseguirán”, y comentó que Washington aprovecha este incidente para desviar la atención sobre las explosiones de los gasoductos Nord Stream.
Por si fuera poco, la Corte Penal Internacional, CPI, emitió, sin ninguna prueba, una orden de detención contra el Presidente Putin “por su responsabilidad en la deportación de menores de edad ucranianos a territorio ruso”. Alexánder Bastrykin, presidente del Comité de Investigación de Rusia, ordenó: “Como parte de la indagación, el Comité de Investigación identificará a las personas concretas entre los jueces de la CPI que tomaron las mencionadas decisiones a sabiendas de que eran ilegales. Sobre la base de los resultados se adoptará una decisión procesal”. Aleksandar Vucic, presidente de Serbia, comentó: “Me temo que nos dirigimos en la dirección de quizás el mayor conflicto en la historia del mundo. Me pregunto si alguien tiene el cerebro para poner fin a esta locura. ¿Alguien entiende las consecuencias a las que nos enfrentamos?” En este caso, en mi tierra decimos: “Amarren a esos locos”.
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