¿Desde su experiencia profesional cómo definiría a la comunicación política? Podríamos definir la comunicación política como una amalgama de recursos estratégicos fundamentales de la acción política. Es decir, se trata del conjunto de técnicas de la que disponen los actores políticos para incidir, controlar y persuadir sobre eso que se ha venido en definir en […]
¿Desde su experiencia profesional cómo definiría a la comunicación política?
Podríamos definir la comunicación política como una amalgama de recursos estratégicos fundamentales de la acción política. Es decir, se trata del conjunto de técnicas de la que disponen los actores políticos para incidir, controlar y persuadir sobre eso que se ha venido en definir en términos generales como «opinión pública». Si bien la comunicación política se remonta a tiempo inmemoriables, con el auge de los medios de comunicación de masas y en la actualidad a través de los nuevos medios de comunicación enmarcados en los que conocemos como «Nuevas Técnicas de la Información y Comunicación», la comunicación política se ha visto obligada a superar los viejos estereotipos basados en la calidad literaria de los discursos políticos, modernizándose e implementando nuevos procedimientos para influir sobre el conocimiento, las creencias y la acción sobre asuntos públicos.
Para posicionar un ejemplo ilustrativo de este cambio, basta con hacer referencia a los atentados del 11 de septiembre del 2011. La decisión política más importante que tomó el deleznable ex presidente estadounidense George W. Bush inmediatamente después de los atentados no fue el cambio en la estructura de mando de la seguridad interna o externa del país, sino nombrar a una profesional de la comunicación externa a las estructuras militares como subsecretaría de Estado en Diplomacia Pública y Asuntos Públicos. Más importante que los nombres de los generales responsables de la estructura de mando militar, fue fichar a Charlotte Beers, conocida profesionalmente como «la reina del branding» y ex presidenta de la prestigiosa agencia de publicidad J. Walter Thompson Worldwide, para implementar lo que sería la estrategia de comunicación estadounidense inmediatamente posterior a los atentados conocida como «guerra comunicacional contra el terrorismo», la mayor campaña de relaciones públicas y comunicación en la historia de la política exterior. Todavía hoy la humanidad está pagando el precio de aquella campaña político-comunicacional…
¿Usted cree que el discurso político de los funcionarios de elección popular es una forma de realizar propaganda? ¿Porqué?
Para todo gobierno que se precie, sea en el ámbito y la sensibilidad que fuere, el control de la comunicación que emiten sus funcionarios es estratégicamente fundamental. Decía Napoleón Bonaparte que «nada puede ir bien en un sistema político en el que las palabras contradicen a los hechos». Si bien es cierto que desde el punto de vista académico, la comunicación política como subcategoría de las ciencias de la Comunicación, no debería ser ni publicidad ni propaganda, en la práctica su utilización por parte de los espacios de poder suele convertirse en un proceso de manipulación de la ciudadanía, lo que viene a demostrar el nivel de degradación existente en la política actual.
En la actualidad, más que trabajar sobre un nexo bidireccional entre el gobernante y los gobernados, la comunicación política busca convencer al ciudadano de que el gobernante y su accionar político es coincidente con las demandas sociales y las necesidades existentes en este momento en la sociedad, buscando en muchas ocasiones desprestigiar paralelamente a sus competidores políticos. Más que acompañar la estrategia política gubernamental, la comunicación política lamentablemente se ha enfocado a intentar imponer una especie de legitimación social de las políticas públicas y de la imagen del gobernante sobre el conjunto de la sociedad.
Este modelo de comunicación política, desde mi punto de vista mayoritario, se asocia a aquel concepto de propaganda definida como «el manejo de las actitudes colectivas mediante la manipulación de los símbolos significantes». La intención de cambiar las visiones de las personas a favor de una causa, o en perjuicio de otra, acerca la comunicación política que se desarrolla en la actualidad a la persuasión.
¿Cree que el discurso político ejerce una función de manipulación para la sociedad?
Los discursos políticos de hoy carecen de espontaneidad. Están forjados en laboratorios donde se trabaja con sondeos de opinión sobre temáticas socialmente sensibles para la sociedad, estudios de intención de voto, estrategias de posicionamiento de imagen, y técnicas destinadas al ataque y la descalificación de los contrincantes. Bajo un conjunto de fórmulas metodológica y técnicamente desarrolladas se busca afectar a la parte emocional e irracional de los receptores, transformando sus sentimientos y pensamientos. No es gratuito que los políticos convencionales y al uso sean socialmente asociados a la imagen de mentirosos. En gran parte del mundo los electores votan por lo que consideran la menos mala de las opciones políticas existentes en el tablero electoral. Esto explica que las recientes movilizaciones del 15M o el movimiento de los Indignados en España; los Occupy de Wall Street, Londres o Hong Kong; o las primaveras árabes del norte de África hayan reivindicado el protagonismo directo de la ciudadanía en la toma de decisiones, cuestionándose así los sistemas de representatividad política cada vez más deslegitimados. Refundar los valores de la política es una tarea global para los próximos años.
¿Usted cree que las autoridades de elección popular buscan el control social? y ¿está de acuerdo que sea así?
Todo tipo de poder busca implementar el control social. Para ello desarrollan de forma combinada distintas lógicas de acción que van desde el desarrollo de normativas punitivas o disciplinarias en el ámbito del Derecho contra las conductas que consideran no deseadas, hasta la imposición de determinados valores afines al sistema a través del control de la Educación, la imposición de normas morales, la Cultura, etc… Las autoridades de elección popular suelen ser piezas coyunturales dentro de este puzzle socialmente construido a nivel global que ha transformado al poder político en algo dependiente del poder económico. Podemos ver dos ejemplos concretos y relativamente recientes de cómo gobiernos teóricamente díscolos se han plegado a los intereses del capital internacional. En primer lugar, recordemos como el gobierno ecuatoriano, cuyo mandatario destacó en sus tiempos de académico por su cuestionamiento a los Tratados de Libre Comercio y a las instituciones de Bretton Woods, ha firmado el año pasado un TLC con la UE que hipoteca el futuro desarrollo endógeno del país, y en la actualidad se ha reintegrado a los monitoreos económicos del FMI como condición impuesta para poder emitir los Bonos 2024 destinados a paliar en parte el creciente endeudamiento nacional. En segundo lugar, recientemente vimos como el gobierno de Syriza en Grecia, presidido por un presidente del carisma de Alexis Tsipras, se ha visto obligado a aceptar las condiciones impuestas desde el Eurogrupo para poder recibir un nuevo préstamo europeo que palie en parte la gran crisis económica que viven los helenos, a pesar de que ese mismo gobierno fue el promotor de un referéndum en el cual la mayoría del pueblo manifestó su rechazo a los chantajes de la Troika compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
En ambos casos, estos mandatarios constitucionalmente elegidos en lugar de irse con dignidad del poder y denunciar ante sus respectivas ciudadanías el chantaje internacional al que se han visto sometidos y no han podido afrontar por parte del poder económico global, han preferido desarrollar estrategias de comunicación política en la que emiten el mensaje que los acuerdos firmados son buenos para el país. En el caso ecuatoriano, el presidente Correa incluso niega que firmase un TLC con la UE, cuando es público y notorio -por los documentos filtrados desde la Cancillería- que está faltando a la verdad.
Sobre su pregunta respecto a que si yo legitimo eso, la respuesta es simple: rechazo cualquier acto de manipulación sobre la sociedad, hace mucho tiempo ya que entendí que el fin no legitima los medios. Cuando la comunicación política es confundida con propaganda, su propósito deliberado y sistemático pasa a ser dar forma a las percepciones, manipular la compresión y dirigir comportamientos para alcanzar una respuesta que sigue la intención deseada del propagandista. Eso forma parte del control social. Los comunicadores al servicio del poder olvidaron que gestionar la información no significa falsear la verdad. En el caso de los que dirigen medios comunicación que se autodefinen como medios públicos, este tipo de comportamientos dan hasta vergüenza ajena por no decir asco.
¿Qué mensajes debería contener un discurso político de una autoridad que busca el adelanto de sus representados?
La comunicación en general y la comunicación política en particular responden a dinámicas en movimiento. Carecen de manuales que aseguren el éxito en contra de lo que se les suele enseñar a las y los estudiantes en la universidad. La aplicación de estrategias responde a las coyunturas políticas en el que se desenvuelven los políticos en un momento determinado, así como a los públicos a los que se dirige en cada ocasión.
Haciendo un esfuerzo de síntesis y generalidad, cabría indicar que un discurso al igual que un documento narrativo consta de introducción, desarrollo y conclusiones. Lo más habitual es que un discurso político utilice lo que se ha venido en llamar método inductivo, es decir, que en función del target social al que va dirigido, este se enfoque en un solo tema y desde ese eje se vayan desgranando poco a poco los argumentos y las propuestas que emanan de la autoridad en cuestión. Todo ello debe enmarcarse en el objetivo concreto que se busca a través de dicho discurso.
Un político que no sea buen comunicador lo mejor que puede hacer es irse a casa. Se deben manejar datos, los cuales por más complejos que sean, han de terminar aterrizados de la manera más asequible posible. Un ejemplo de esto es el presidente ecuatoriano Rafael Correa. Tras cada Enlace Ciudadano sabatino sus seguidores terminan con la percepción de haberse convertido en profundos conocedores de cómo se organiza una sociedad con el fin de alcanzar el desarrollo económico, a pesar de que no hayan entendido casi nada y hayan recibido consignas previamente escritas con lo que deben corear en cada momento.
En la actualidad existe una combinación de elementos clásicos provenientes del ámbito político y del mundo empresarial que se fusionan en los discursos de los principales líderes mundiales: se conjuntan las ideas, el pensamiento y la ilusión en un nuevo modelo de sociedad más justo y próspero para la sociedad con los mensajes de confianza, esperanza y empatía con el país.
Los mensajes políticos no solo deben emitir datos, análisis y propuestas. Deben también tener la capacidad de conexión con el factor más emocional existente en el receptor. Winston Churchill, único primer ministro británico galardonado con un Premio Nobel de Literatura, tras embarcar al Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial diría en un emotivo discurso a la nación: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, lágrimas y sudor». Sin embargo, su voluptuoso aspecto físico viene a indicar que a diferencia de su pueblo, durante aquellos años que guerra Churchill no se vi0 obligado a alimentarse en base a una cartilla de racionamiento familiar.
¿Qué opinión le merece el discurso político de los actuales representantes de la República del Ecuador?
Desde mi punto de vista, el único político ecuatoriano con capacidad discursiva en este momento es el presidente Correa. Como anteriormente ya le indiqué, considero que el actual mandatario es un gran comunicador, lo cual no deja de ser sorprendente dado que hasta la campaña electoral del 2006 el único contacto con la política de Rafael Correa fue haber desarrollado el cargo de ministro de Economía durante tres meses durante el gobierno de Alfredo Palacio. El presidente Correa carecía con anterioridad de antecedentes militantes en organizaciones políticas y/o sociales del país, nunca fue un líder social, nunca sufrió represión ni formó parte de asambleas populares, no protagonizó ninguna de las luchas sociales existentes en el país anteriores al ejercicio de su mandato.
Sin embargo y a pesar de lo anterior, el presidente Correa ha entendido mejor que nadie el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación en el ámbito de la política, y desde el primer momento se ha dotado de buenos equipos de asesores para la implementación de técnicas innovadoras relacionadas con el marketing político y la comunicación. Este hecho, sumado a su formación pedagógica y su capacidad de oratoria, desembocó en un antes y un después en la comunicación política ecuatoriana.
Si me pregunta por el resto de las y los políticos ecuatorianos, sean estos indistintamente del oficialismo o de la oposición, debo confesarle que no atisbo nada más allá de una enorme mediocridad generalizada.
En el ámbito del oficialismo esto es fruto de un modelo de política basada en la relación líder-masa, donde citando al psicólogo social frances Gustave Le Bon, los seguidores correístas consideran que «la masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado». Este tipo de relación no genera horizontalidad ni debate, no fomenta la construcción de organización social ni la generación de delfinazgos políticos. Se sigue con fe ciega a un líder carismático, lo que estrangula la posibilidad de generación de nuevos cuadros políticos. En el caso de la oposición política, sea esta conservadora o situada a la izquierda del correísmo, la situación es aún más dramática, pues refleja la urgente necesidad de que emerja una nueva generación de liderazgos capaces de superar la patética representación política existente en el país. Esto requiere una catarsis política que seguramente vendrá determinado por algún tipo de movimiento espontáneo protagonizado por los jóvenes del país cuando menos nos lo esperemos. Rememorando al filósofo prusiano Immanuel Kant, el carácter natural de un pueblo no es de ningún modo algo originario, sino que depende del régimen de gobierno, de la religión y de la educación.
¿Qué piensa del discurso político utilizado como medio de propaganda en Latinoamérica y en el Ecuador?
Eric Hoffer, un escritor y filósofo estadounidense especializado en reconocer la importancia central de la autoestima para el bienestar psicológico, dijo alguna vez que «la propaganda no engaña a la gente, sino que simplemente les ayuda a engañarse a sí mismos». Hago mención a Hoffer no porque coincida ideológicamente con este personaje ya fallecido, sino porque considero que tras el estrepitoso fracaso del neoliberalismo en América Latina gran parte de las poblaciones latinoamericanas depositaron su fe de cambio en movimientos políticos progresistas que a la postre han demostrado sus limitaciones y techos políticos. La única diferencia entre el neoliberalismo anterior y el «progresismo» posneoliberal implementado en gran parte de los países suramericanos es hacia donde va destinado su excedente. Bajo políticas asistencialistas e implementación de procesos modernizadores de Estado se han obtenido logros importantes en materia de indicadores sociales y generación de nuevas infraestructuras, pero paralelamente se ha agudizado aún más la dependencia económica del subcontinente a través de procesos de reprimarización. No se ha querido transformar, fruto de una combinación entre falta de voluntad y falta de valentia política, los pilares estructurales del modelo de explotación capitalista y por ende la vieja matriz de acumulación existente a lo interno de cada una de las economías nacionales latinoamericanas. La Venezuela chavista puede haber significado una excepción al respecto, sin embargo sus resultados no son muy alentadores.
Sin embargo, aprovechándose de los anhelos de cambio existentes en la región, estos gobiernos han venido a autodefinirse como conductores de supuestos procesos de emancipación social hacia procesos revolucionarios, criminalizando a cualquier tipo de disidencia que desde sus propias filas se han ido generando en función de que las contradicciones entre discurso y praxis se fue haciendo cada vez más insostenibles.
Llegado el fin de la década dorada de los commodities, es decir, terminado el período de las flacas gordas forjado gracias a las demandas de recursos naturales emanadas de las necesidades del capitalismo global, comienzan a aparecer los primeros signos de deterioro económico en estos países y la generación de descontento social. En esta nueva coyuntura social, política y económica, estos gobiernos están unificando un modelo discursivo basado en el atrincheramiento político, con el cual se intentan relegitimar en base a supuestas tramas golpistas auspiciadas y financiadas desde el exterior. Más allá de que puedan existir determinados actores con intereses desestabilizadores en sus respectivos países, este modelo de discurso plasma el agotamiento de estos procesos políticos, el deterioro de sus estrategias comunicacionales antaño exitosas, y el comienzo del fin de sus respectivas hegemonías políticas.
Ecuador es un ejemplo paradigmático de este agotamiento. El neopopulismo ecuatoriano basó su construcción en la destrucción del tejido social popular organizado. El liderazgo populista solo tiene capacidad de auspiciarse como «salvador» de la sociedad si se eliminan las distintas formas de expresión y organización de las que se dota autónomamente la ciudadanía. Esto funcionó mientras hubo bonanza económica, sin embargo el valor político del presidente Correa esta directamente vinculado al precio del petróleo, la caída del precio del crudo en el mercado internacional conlleva la devaluación política del mandatario ecuatoriano.
¿Cree usted que es necesario redimensionar el discurso político o educar en formación política a la población?
La política necesita reinventarse. Las movilizaciones en gran medida protagonizadas por jóvenes en Brasil, Grecia, el Estado español, EEUU, Londrés, Hong Kong o diversos países árabes vienen a reflejar la búsqueda de nuevas formas de hacer e interpretar la política. Los políticos al uso están devaluados y se devaluarán de manera más notable en el futuro. Esto transformará el discurso político a futuro y evidentemente también los mensajes que desde este ámbito se emiten. Las y los ciudadanos deben pasar a ser los protagonistas, por encima de partidos, por encima de representantes, por encima de estructuras de gobierno que piden a voces ser reinventadas y reconsiderados sus roles. Existe una crisis en las lógicas de mando social emanadas de un proceso electoral cada cuatro o cinco años, la política y la toma de decisiones debe ser reabsorbida por la sociedad.
La lucha que asistimos en la actualidad en varios países latinoamericanos entre los mass media privados y los nuevos holdings de mediáticos de carácter «público» no tienen nada que ver con los intereses de la ciudadanía a estar debidamente informada. Es tan solo una disputa entre poderes políticos y económicos que pretenden ser hegemónicos en el esfera de la comunicación. Se trata tan solo de controlar la información que se emite a la ciudadanía. Unos y otros nos demuestran en la práctica que establecen esquemas similares de manipulación informativa y son herramientas al servicio de estructuras de poder superiores. La conformación de alternativas en el ámbito de la información no será el fruto de la intervención estatal, sino de los espacios liberados por la ciudadanía autónomos del poder conformando medios de comunicación alternativa.
En América Latina se viene hablando de participación política de la ciudadanía desde hace ya más de una década. Hasta la OCDE, NNUU o el Banco Mundial hablan de fomentar la participación ciudadana en diferentes partes del mundo. En el fondo todo es una falacia. Esperar que sean los Estados o los organismos multilaterales quienes fomenten la participación ciudadana en la toma de decisiones, es como esperar que tu carcelero te de las llaves de tu celda tras entender que el sistema penitenciario como modelo de reinserción social ha fracasado.
Desde mi punto de vista, la formación política a la ciudadanía debe implementarse desde espacios ciudadanos autónomos del poder. Esto viene a significar justo lo contrario de lo que piensa el régimen político ecuatoriano, toda persona individual u organización social del tipo que fuere tiene derecho a hacer política y construir contrapoder. Hablamos de liberar espacios, de emancipar territorios hoy en disputa. Lo que deviene desde el poder es tan solo adoctrinamiento funcional al orden establecido, ningún amo enseña a sus esclavos a escaparse de la finca.
Alicia Torres, Ciencias de la Comunicación Social – Universidad Nacional de Loja- Ecuador