De tanto repetirse a lo largo de la historia, los conflictos bélicos parecen consustanciales a los seres humanos. ¿Es así? ¿Somos los humanos, en general, los que generamos y queremos la guerra? ¿Es la gente sencilla la que está detrás, o más bien la que la padece? Se diría más bien que esta violencia obedece […]
De tanto repetirse a lo largo de la historia, los conflictos bélicos parecen consustanciales a los seres humanos. ¿Es así? ¿Somos los humanos, en general, los que generamos y queremos la guerra? ¿Es la gente sencilla la que está detrás, o más bien la que la padece? Se diría más bien que esta violencia obedece a intereses concretos, a intereses que se intentan esconder pero que no siempre se consigue, a pesar de que vivimos en una época de globalización en que la referencia a cualquier acto bélico está sometida a una manipulación informativa controlada y dirigida por los poderosos. Los mismos que son incitadores o agentes directos de la agresión bélica, y el motivo siempre es el interés por mantener su poder hegemónico. Pero al tiempo siempre existe la información libre, valiente, que intenta escudriñar los problemas y acercarse a la realidad.
Si repasamos los conflictos bélicos de los últimos 25 años: Irak, enero de 1991 y marzo de 2003; Afganistán, octubre de 2001 hasta la fecha; Libia febrero de 2011, Ucrania 2014, Yemen, marzo de 2015, Siria desde 2011 …, las guerras africanas, etc., todos ellos encubren ante la opinión mundial bajo declaraciones que proclaman que la guerra se hace en nombre de la libertad. Pero no pueden ocultar que, en general, son consecuencia de los intereses imperialistas. En este momento se está dando un escenario altamente preocupante en Siria. Hace cinco años que perdura este conflicto bélico y en sus inicios ya surgieron análisis que apuntaban su importancia global por los países involucrados, directa o indirectamente, al lado de los intereses opuestos y alianzas divergentes, al no haber acuerdo entre los que poseen la hegemonía de veto en la ONU, (EEUU-Reino Unido-Francia, por un lado y, Rusia-China, por otro), algo que no había pasado desde el final de la guerra fría. La realidad de hoy es que, EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia, Turquía, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes … con la última incorporación de la OTAN (de la que forma parte el Estado español de un total de 28 países), están involucradas. Esto representa más del 80% de la inversión armamentista del planeta. ¿No es esto una guerra mundial?
Si intentamos analizar el complejo frente bélico del territorio sirio, vemos por un lado su ejército, al que se le enfrenta el Estado Islámico (compuesto inicialmente por ex militares iraquíes) y otros grupos formados por sirios y miembros de otros países del área que los medios occidentales definen «moderados», ambos son apoyados mediante armamento y logística para Arabia Saudí y aliados, las armas los compran a estos (EEUU, Francia …). Por otro la do están los kurdos, que defienden su territorio histórico, y Turquía que controla su extensa frontera con Siria e interviene en la contienda según sus intereses; controlar y atacar los movimientos militares del pueblo kurdo, y utilizar a los ciudadanos sirios, que huyen del terror bélico, como medio de presión sobre la Comunidad Europea (refugiados). En lo único que coinciden todos, sólo desde hace unos meses, es ir contra el Estado Islámico, pero es una expresión sólo verbal, en la práctica, estos, siguen controlando zonas de territorio sirio y esto no sólo es cinismo y demagogia, son intereses, ya que el Estado Islámico es producto y creación del área Saudí y sus aliados, como ha quedado claro y público el «negocio» de Turquía y el Estado Islámico con el petróleo sirio para financiar sus atrocidades. Ante este conflicto intentar encontrar «los buenos» es perder el tiempo, porque sencillamente no existen, a pesar de la manipulación diaria de los medios de las potencias que están implicadas y que tratan de esconder sus intereses. Hablemos claro: sólo hay una realidad: víctimas; pueblos que intentan defenderse por conservar su integridad física, cultural y territorial; familias, grupos que debiendo dejar trozos irrecuperables de su vida, huyen de la barbarie sin saber que el enemigo está en todas partes, en la primera frontera, en la segunda …; muertos, miles de muertes humanas, de familias destrozadas física y culturalmente. El cinismo anti humano del imperio que produce el caos le dirán «daños colaterales».
¿Qué motivos o intereses de fondo?, ¿qué objetivos tiene la guerra, todas las guerras? Son varios: dominio sobre las materias primas -petróleo, minerales-; reorganización geopolítica, -dominio de vías de comunicación, control de zonas- así como los vinculados directamente al negocio de la venta de armas, etcétera. No es posible en esta breve exposición responder a estos interrogantes y dar cuenta del entramado de conveniencias que se mueven después de esta larga guerra continuada. Los intereses de los poderosos con la guerra consiguen su objetivo, y la preservación de sus beneficios económicos. La consecuencia para los pueblos son los muertos, la miseria, el sufrimiento humano. La guerra no tiene justificación. Se puede entender que un pueblo, por decisión conjunta y directa, se defienda por medios bélicos para conservar su integridad. Pero en absoluto es aceptable la intervención exterior, que siempre deja tras ella caos y desolación. Es ingenuo pensar que en la actual situación de mundialización capitalista en que vivimos, en la que el poder mundial está concentrado en muy pocos centros de decisión, nosotros no estemos afectados ni concernidos por la guerra, y no tengamos nada que ver con ella. Tanto con las guerras anteriores acaecidas durante los últimos 25 años, como con las presentes y las del futuro. Lo estamos y lo estaremos, si no lo evitamos entre todos. Somos partícipes en las agresiones, mediante la participación militar, política y económica (de España), así como en las alianzas militares -OTAN- que promueven la intervención. También, nuevamente, mediante las bases militares extranjeras instaladas en la Península Ibérica. Somos responsables, por acción u omisión, de esta barbarie que está destruyendo culturas, familias y cuerpos. Sufrimos también sus consecuencias materiales y ecológicas, que nos afectan, las veamos o no. ¿Cómo podemos ser indiferentes ante esta realidad tan brutal? Debemos reaccionar, debemos recuperar el no tan lejano grito de NO A LA GUERRA, NO en nuestro nombre, NO a las organizaciones que nos afectan directamente y sólo son aparatos de guerra como la OTAN. Utilizamos nuestra inteligencia y solidaridad con los pueblos para evitarla. Hablemos alto y claro y no dudemos en emplear Todas las plataformas para denunciar y expresar nuestro rechazo valiente y sincero. Se trata de poner freno a la guerra y por eso todas las voces y todos los esfuerzos de la gente común son necesarios. Nuestros gobiernos liberales no lo harán, no tienen voluntad, son parte del problema. Sólo los pueblos movilizados lo podemos conseguir. Alcemos nuestra voz para que los gobiernos que dicen representarnos no apoyen ni participen en la Guerra.
Antonio Ruiz. Espacio Marx.
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