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Torpedeando el barco

Fuentes: Rebelión

En un plano casi general, la Bolsa española ya no languidece, navega directamente a la deriva a la espera de que se hunda el barco afectado por un leve temporal, aunque no llegue a tener caracteres de recesión . Sin embargo conviene tener en cuenta que no lo hace porque son malos tiempos -aunque lo […]

En un plano casi general, la Bolsa española ya no languidece, navega directamente a la deriva a la espera de que se hunda el barco afectado por un leve temporal, aunque no llegue a tener caracteres de recesión . Sin embargo conviene tener en cuenta que no lo hace porque son malos tiempos -aunque lo sean-, lo hace por otro motivo algo más solapado como es el interés de algunos, que no son precisamente los pequeños accionistas que participan en el juego de las cotizaciones, con la esperanza de un día cualquiera hacerse   ricos. Realmente la estrategia no es otra que la orquestada por grandes depredadores que van comiendo empresas ante la pasividad generalizada.

Al aire de un simple ruido o realidad pasajera, como pueden ser la carrera de los aranceles, los tipos de interés, la política del dinero, las tensiones geográficas, los problemas económicos de los Estados o la variedad de amenazas que acechan a la economía global, las Bolsas suben y bajan ante cualquier rumor fundado o infundado, queriendo dar la impresión de que los grandes tenedores del dinero son tontos, cuando son casi todo menos eso. La de aquí, no solamente es especialmente sensible a tales tendencias porque navega a la deriva, sino que, tal vez por el efecto mariposa, un simple aleteo en un lejano rincón del mundo entiende que la afecta, se echa a temblar y se hunde un poco más. Incluso el bajo vuelo de un grajo nacional es interpretado por los sabios analistas bursátiles como un mal augurio y los encargados de manejarla hacen que enfile la pendiente. No obstante, esto no quiere decir que no haya unos pocos momentos de cierto optimismo, hasta de euforia y decidan subirla un día para bajarla el doble al siguiente. Hay que aclarar que el proceso no afecta a todas las empresas por igual, unas son más sensibles a la baja que otras, todo depende no tanto de su buena marcha económica como de las intenciones ocultas para con ellas. Lo que no se debe ignorar es que unas y otras están sujetas a la ley del maquillaje , de manera que hoy se adecenta una para deslucirla seguidamente, o a más largo plazo, y repetir el proceso con otra. En general, siguiendo la tendencia de estos últimos años, se juega con el índice Ibex empujándole con alguna de las más representativas para guardar las apariencias y hundiendo otras, haciendo proezas en base a la ingeniería bursátil, o sea, subiendo bajando o bajando subiendo, depende de lo que toque. Al final, al cabo del año el índice ha crecido un tanto por ciento -si es que llega a hacerlo-, mientras resulta que un buen número de las empresas que lo representan se han quedado misteriosamente por el camino. Todo cuadra en la forma si se echa mano del rigor de los números, aunque no realmente, puesto que se observa que el dinero de los clientes se ha esfumado.

Hay una pregunta rondando en la mente de algunos inversores de andar por casa, es decir, a quienes los expertos alientan con cualquier noticia, simple rumor o cálculo cabalístico para sacarles el dinero, y no es otra que llegar a entender lo que sucede. En realidad no hay nada de misterio, se trata de que la cosa va más que mal, pese a que la oficialidad diga que somos una boyante economía europea y se ilusione al personal con cifras maravillosas y datos maquillados. Aunque no haya que entenderla en sentido radical como oráculo de la marcha de la economía española, la Bolsa dice que esto no marcha. En el fondo, las variadas causas del espinoso tema explicativo de una Bolsa moribunda no se resuelve consultando la opinión de los entendidos porque, tal como sucede al gran público, lo ignoran. Solo acudiendo al grupo selecto -quienes manejan el entramado bajo cuerda a nivel internacional-y especialmente a su jefe, podría explicarse lo que realmente acontece, pero no tendría sentido, porque nunca se daría la menor pista, ya que, de hacerlo, supondría abrir las puertas para que las masas supieran del gran secreto y se permitiría que muchos entraran en el negocio exclusivo. Ha quedado en evidencia que no sirven las elucubraciones convencionales de los técnicos ni mucho menos las recomendaciones a la vista de los resultados del día, basados en que, si la cotización sube, se recomienda comprar y, si baja, vender. Tampoco la incertidumbre política explica la situación, porque la misma incertidumbre se respiraba en tiempos en que la cosa iba marchando. Por encima de todo esto queda claro que, pese a los buenos deseos, la economía local, siguiendo la senda tradicional, se ha quedado más rezagada de lo que siempre ha estado y camina a trompicones. En definitiva, lo verdaderamente real parece ser que el sentimiento de bonanza no resulta demasiado digno de crédito a nivel exterior, ya que la inversión extranjera -la que realmente mueve la Bolsa española y en especial los especuladores USA- parece no ver con buenos ojos invertir aquí y permite que la Bolsa siga a la deriva.

No obstante estas consideraciones, y eludiendo las explicaciones técnicas para la ocasión, sobradamente conocidas, pudiera encontrarse una pista que aporte algo de luz sobre la situación. Aunque a menudo se procura tapar, últimamente se habla de esa estrategia del dinero dirigida a hundir barcos para reflotarlos y venderlos seguidamente a algo más que al precio de chatarra al que fueron adquiridos. Claro está con el supuesto visto bueno de la administración pública, que no ve en los tejemanejes nada ilegal-lo que suele suceder si intencionadamente se pretende estar ciego-. Solo cuando alguno del gremio del dinero se ve afectado en el bolsillo por la práctica del espolio intervienen los tribunales, aunque al final acaba liada la maneja de tal forma que el que puede se escapa por la tangente. En todo caso el mal ya está hecho irremediablemente.

Parece claro que el negocio de hundir empresas para reflotarlas y sacar provecho, aunque solamente sea en el plano empresarial, tiene que ser lucrativo, porque se ha convertido en una práctica que empieza a ser tan habitual, de la que no es necesario dar nombres para ilustrar por ser sobradamente conocidos. Solo así se puede entender que cotizadas punteras se hundan. Lo que en parte sería justificado en base a sus ingentes pufos, generados por el ordeño tradicional que va en orden creciente desde el último peón hasta los más significados de los insider, amén de las cuotas de participación que reciben personajes del plantel político, cultural y social, todo con cargo a la empresa. No obstante, pese al despilfarro generalizado, el negocio podría continuar resistiendo en base al maquillaje -como siempre ha sucedido-, pero, si resulta que no es así, es que alguien permanece al acecho mientras lanza torpedos localizados, esperando que a base de agujeros la empresa se hunda antes que la propia Bolsa. De lo que resulta que a los precios actuales se viene dando la oportunidad a los de fuera para que lo más apetecible de la Bolsa española se puede comprar a precio de saldo, y en especial algunas empresas de renombre. Seguramente en ello están. A modo de ejemplo, baste señalar que no solamente se observa la jugada en el plano bancario, sino en otros tan de actualidad como en el de la comunicación.

Visto el panorama bursátil desde el maquillaje, los informes de los técnicos y otros entendidos, no pasa nada, la Bolsa parece seguir a flote sobre el papel, subiendo y, sobre todo, bajando. Mas es difícil tratar de camuflar la impresión que afecta a los numerosos atracados de que tiene mal aspecto, pese a los vaivenes para mantenerla a flote al puro aire de rumores diarios. Lo evidente es que, mientras las cosas sigan por ese camino, es decir, con controladores que se tapan los ojos y la nariz, fieles al papeleo y a la legalidad interpretada a conveniencia, asiduos cumplidores de los mandatos propios de la burocracia, pagando el pato los ingenuos accionistas, los grandes grupos foráneos seguirán acudiendo al mercado del torpedeo porque tiene muy buenas perspectivas de negocio, tal y como lo demuestran los últimos casos más sonados y los que sin duda vendrán, porque ahora se están gestando. Si las cosas se alborotan y toman cartas en el asunto los tribunales, en cuanto a algún pez gordo le atrapen la cola, siempre habrá un cabeza de turco para ser expuesto ante la opinión pública al objeto de ser lapidado, mientras los que manejan realmente el negocio salen indemnes de la experiencia. Lo real está ahí, hoy sube, si es que sube, y mañana bajará, si es que baja, o a la inversa. ¿Soluciones efectivas? Ninguna por el momento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.