Quizás espoleadas por una crisis de raíces externas e internas -no en balde Cuba lucha contra el bloqueo, no en vano actualiza el modelo económico-, ciertas personas podrían estar dejándose llevar por los cantos de sirena del neoliberalismo, olvidando o desconociendo que el Sistema ha perfeccionado la panoplia de técnicas diseñadas para entontecer al extremo […]
Quizás espoleadas por una crisis de raíces externas e internas -no en balde Cuba lucha contra el bloqueo, no en vano actualiza el modelo económico-, ciertas personas podrían estar dejándose llevar por los cantos de sirena del neoliberalismo, olvidando o desconociendo que el Sistema ha perfeccionado la panoplia de técnicas diseñadas para entontecer al extremo de que las víctimas no se consideren tales. Para que incluso mueran por los ideales de la clase que las engañan, como han muerto miríadas de norteamericanos pobres por una «seguridad nacional» dizque amenazada en Corea, Vietnam, Iraq, Afganistán…
Sí, hay gente -no importa cuán poca- empeñada en ensalzar el capitalismo precisamente cuando este ha entrado en una debacle estructural y tal vez terminal. Gente que, de enajenada, no atina a justipreciar la alternativa de un socialismo que, conforme a pensadores como Atilio Boron, potencie la descentralización y la autonomía de las empresas y unidades productivas y, al mismo tiempo, haga posible la efectiva coordinación de la política económica. «Un socialismo que promueva diversas formas de propiedad social, desde empresas cooperativas hasta empresas estatales y asociaciones de estas con capitales privados, pasando por una amplia gama de formas intermedias en las que trabajadores, consumidores y técnicos estatales se combinen de diversa forma para engendrar nuevas relaciones de propiedad sujetas al control popular».
Y claro que en el intento se ha de aprovechar toda experiencia válida. Una China que alimenta a diario a mil 300 millones de seres seguramente exhibirá algo digno de ser aprendido en el terreno de la producción agraria, apunta nuestra fuente. Un Vietnam que renace de la destrucción a manos de USA también cuenta con qué enseñar. Valiosísimas lecciones se encontrarán en los propios logros cubanos en materia de salud y educación.
Obviamente, el aprendizaje estará exento de mimetismo, de la imitación en circunstancias diferentes, así como inspirado en el irrecusable hecho de que «el capitalismo de casino, parasitario e irresponsable, depredador de mercados y naciones» (Susan Strange), ha reforzado en América Latina males como la pobreza, exclusión social, desempleo, altas tasas de analfabetismo abierto y funcional, baja productividad media, profundos desequilibrios regionales, debilidad estatal para imponer reglas de juego en la economía, retraso tecnológico, vulnerabilidad externa, fragilidad de las instituciones democráticas (cuando las hay) y múltiples modos de dependencia de los centros imperialistas (Boron).
Pero quienes no cesan de mirar al Norte arrobados, a contrapelo de los músculos del cuello y de los callos por tanto aplauso, deberían tener presente, asimismo, el terrible aprieto económico que padecen los Estados Unidos, resultado de recetas «sistémicas» tales como las guerras, que exigen un exorbitante y progresivo gasto militar; las reducciones fiscales en pro de la minoría rica del país y de las compañías en quiebra; los créditos fáciles para las viviendas, con el exceso de préstamos hipotecarios que provocó el colapso inmobiliario; un consumo no respaldado por el desarrollo productivo local, basado mayormente en la importación de enormes cantidades de mercancía, con el temido déficit comercial…
Ahora, si el presidente Barack Obama ha errado (vox populi) al otorgar un rescate de 700 mil millones de dólares a bancos y empresas en bancarrota, en beneficio de los ejecutivos de las firmas, en tanto el ciudadano promedio pierde trabajo, casa y seguro de salud, ¿por qué reincide en el pecado neoliberal, al abstenerse de destinar esas astronómicas sumas al incremento de la economía real, la ampliación de las obras de infraestructura y de la construcción, lo cual propiciaría el auge de los empleos y la extensión del consumo popular, base fundamental del PIB? Esto es casi una pregunta retórica. En todo caso Obama propone, y las transnacionales disponen. Lo cual obvian olímpicamente quienes padecen «tortícolis ideológica».
Los renuentes siquiera a anotar estropicios como la caída de una Irlanda que, de «Tigre Celta», con la segunda renta per cápita de la Unión Europea, gracias a los millonarios Fondos de Cohesión recibidos al entrar en el bloque, y del efímero triunfo de una estrategia de impuestos reducidos, excedentes presupuestarios y de un sector financiero desregulado, ha pagado el precio de sus «virtudes», en palabras de los entendidos, con una explosión de la burbuja inmobiliaria que ha concitado préstamos, del Banco Central Europeo y del FMI, condicionados por recortes en los gastos del Gobierno y la subida de los impuestos -a la población; no a los bancos extranjeros- y del desempleo a más del 14 por ciento.
En contraposición, las envidiables tasas de crecimiento de las economías emergentes se deben a medidas como… Acabáramos: ¡la regulación estatal! Mas se sabe: no hay peor ciego que quien se obstina en serlo, y tal vez peor sordo que el renuente a escuchar la terapia para curarse el espasmo de los músculos del cuello.