Empecemos transcribiendo las palabras de Marx contenidas en la sección el trabajo enajenado de su obra Manuscritos de Economía y Filosofía: «Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace […]
Empecemos transcribiendo las palabras de Marx contenidas en la sección el trabajo enajenado de su obra Manuscritos de Economía y Filosofía: «Como quiera que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, (2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad vital, también hace del genero algo ajeno al hombre; hace que para él la vida genérica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace extrañas entre sí la vida genérica y la vida individual, en segundo término convierte a la primera en abstracto, en fin de la última, igualmente en su forma extrañada y abstracta».
Aclaro en primer término el concepto de naturaleza. Hay personas que por naturaleza entienden el campo, los árboles, los ríos, las montañas, etc. Pero la ciudad, sus edificios, las carreteras, las fábricas con sus instalaciones y maquinarias, también son naturaleza; naturaleza transformada por la mano del hombre, pero naturaleza a fin de cuentas. Así que cuando Marx habla de que el trabajo enajenado convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, se refiere específicamente a los medios de producción. Y enajenación significa sencillamente que los medios de trabajo, la materia primera y el producto acabado no son propiedad de los trabajadores sino de los propietarios de la empresa. La enajenación implica extrañamiento: aquello que no es tuyo pero es donde realizas tu actividad vital es extraño. También implica dominio: aquello que no es tuyo pero es de que lo que depende tu vida, el puesto de trabajo, se presenta como una potencia ajena que te domina. La enajenación, el extrañamiento y el dominio tienen distintas graduaciones. Varían en función del periodo histórico, de la nación en cuestión y del puesto que se ocupe en la actividad económica.
Aclaro en segundo términos los conceptos de vida genérica y vida individual. Según Marx «la vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste físicamente, en primer lugar, en que el hombre como el animal vive de la naturaleza inorgánica, y cuánto más universal es el hombre que el animal, tanto más universal es el ámbito de la naturaleza inorgánica de la que vive». Prácticamente no hay objeto ni parte de la naturaleza que el hombre no haya convertido en objeto de la ciencia y aplicado al mundo de la producción. A casi todo lo que existe sobre la faz de la tierra el hombre le extrae una utilidad. De ahí que el ámbito de la producción, el ámbito del trabajo, sea el ámbito de la vida genérica. El trabajo es fuente del salario y, por tanto, el medio por el cual el hombre se provee de todo lo que necesita para vivir. Y quien no tiene trabajo, sobre todo si vive en un país pobre, pierde su contacto con la naturaleza inorgánica y muere. (Por naturaleza inorgánica entendemos toda la naturaleza que no sea humana). Mientras que por vida individual entenderemos toda la vida que desarrolla el ser humano fuera del ámbito del trabajo. Es obvio que quien mejor esté situado en el ámbito de la producción, esto es, cuanto más alto sea su retribución y más decisivo sea su papel en la actividad económica, su vida individual será más plena y satisfactoria.
Reflexiono ahora sobre los conceptos de Marx y su relación con la realidad. Todos los conceptos están determinados históricamente. Así que el concepto de trabajo enajenado está determinado por la situación histórica en la que vivían los trabajadores europeos en el siglo XIX. El trabajo necesario, la parte de la jornada laboral que se traducía en salario, proporcionaba una vida bajo mínimo a los trabajadores de aquel entonces. En esa época la enajenación era extrema y la realización del trabajo se presentaba según Marx como desrealización del trabajador. Los bajos salarios, las jornadas laborales de 14 y 18 horas, el trabajo de los niños y la ausencia del Estado del bienestar hacían que el grado de enajenación a la que estaban sometidos los trabajadores fuera inhumano.
Los dogmáticos, quienes solo ven a través de los conceptos, son incapaces de percibir las peculiaridades del capitalismo actual y se lo representan como si fuera el mundo que vivió Marx. Y de ese modo el concepto de trabajo enajenado se vuelve rígido, anquilosado, desprovisto de realidad, perdiendo así toda la plasticidad conceptual que debe atribuirse al pensador dialéctico. Por otra parte están los detractores del pensamiento de Marx, quienes afirmando que el mundo que vivió Marx ya no es el actual, concluyen que sus conceptos han dejado de tener vigencia. El error de estos detractores consiste en confundir la época histórica del modo de producción capitalista con las distintas fases históricas del mismo. Es cierto que la fase histórica del capitalismo que vivió Marx no tiene nada que ver con la actual, pero lo que también es cierto es que todavía no hemos superado la época histórica del capitalismo. Y en consecuencia el trabajo enajenado sigue teniendo vigencia. Afirmar que el concepto de trabajo enajenado ha dejado de tener vigencia es muy distinto que afirmar que el grado de enajenación del trabajo enajenado en la actualidad es muy distinto que el grado de enajenación del trabajo enajenado del siglo XIX. La propiedad privada sobre los medios de producción sigue siendo el rasgo dominante de la economía capitalista; y al no ser los trabajadores propietarios de las condiciones de la realización de su trabajo, dichas condiciones se presentan como ajenas, extrañas y superpoderosas. De hecho el trabajador no es dueño de su puesto de trabajo. Luego el mismo puesto de trabajo se sigue presentando como una potencia extraña que lo domina. Las crisis económicas hacen resaltar esta enajenación y extrañamiento del modo más cruel.
Entremos ahora en la reflexión sobre las peculiaridades del capitalismo actual. Cuando hablo del capitalismo actual me refiero específicamente al que se da en la Unión Europea. Pensemos en las empleadas de Inditex. Todo lo que les rodea, el local donde desenvuelven su trabajo y las prendas y calzados que venden, no les pertenece. En este sentido viven una enajenación plena. Sucede además que cuando pierden el empleo, cuando les rescinden el contrato, reciben una carta de despido y nada más. No tienen a nadie al que recurrir para poder evitar el despido. Los dueños de la empresa viven lejos y resultan del todo inaccesibles. No pueden presionarlos. La propiedad en las grandes empresas se presenta a los trabajadores como una potencia superpoderosa e intocable. Aquí el extrañamiento es absoluto. Distinto es el caso de los directivos de la empresa. Su retribución y el acceso a la información sobre el balance y la cuenta de resultados les permiten vivir una enajenación muy atenuada. Tal vez tengan acciones, es lo más probable, y su indemnización por despido es más que suculenta. Por otra parte, el mercado de trabajo de los directivos es más reducido que el de las empleadas, la competencia es menor, de manera que la posibilidad de conseguir otro empleo es muy alta. Por último, he de señalar que los propietarios que poseen pocas acciones y, en consecuencia, no pueden participar ni influir en el consejo de administración, sufren también la enajenación. No ejercen control sobre aquello de lo que son propietarios. En lo que afecta a la idea de Marx de que la realización del trabajo se presenta como desrealización del trabajador, he de decir que las empleadas de Inditex sí se realizan en el trabajo. Hoy día la mayoría de la gente busca estar realizada en el trabajo y es fundamental para vivir feliz. Mantener hoy día el concepto de desrealización del trabajador en la realización del trabajo es muy ofensivo para los trabajadores y trabajadores. Criticar el capitalismo y los sueldos bajos no debe nunca significar atentar contra la dignidad de los miembros de la clase trabajadora.
En el caso de las pequeñas empresas, pequeñas naves industriales, comercios al por menor, restaurantes, bares y peluquerías, la situación de la enajenación es bien distinta de la que se da en las grandes empresas. Aquí el propietario está en las empresas y realiza una función de trabajo visible y tangible. Aquí no es tan fácil despedir a los trabajadores. Las pequeñas empresas necesitan de empleados que se casen con la empresa para siempre. Su experiencia y conocimiento es fundamental para la buena marcha del negocio y las indemnizaciones desaconsejan a los empresarios sobre los despidos. Los empresarios saben que tienen que integrar a sus empleados y promover que sientan la empresa como si fuera suya. Un buen ambiente de trabajo no sólo es bueno para evitar los siniestros laborales, también lo es para mejorar la productividad. Aquí se produce enajenación, pero no con el grado de extrañeza con que existe en las grandes empresas. También la propiedad se presenta como una potencia ajena, pero no superpoderosa. El ambiente familiar que se vive en las pequeñas empresas hace que el grado de realización de sus empleados sea mayor que en las grandes empresas. Los propietarios de las pequeñas empresas viven la enajenación positiva, pero fuera de su ámbito de negocio se les presenta una potencia superpoderosa, extraña y avasalladora: el poder financiero. Así que en el marco de la financiación de las pequeñas empresas sus propietarios están sometidos a una dura y poderosa enajenación.
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