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En nuestra América

¿Transición al socialismo o socialismo ya?

Fuentes: Rebelión

Una cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de producción y distribución, sistema político, estado, instituciones, cultura y transformación de los seres humanos. El tránsito es el proceso que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que contiene no pocos elementos del pasado capitalista y precapitalista, especialmente […]

Una cosa es el tránsito al socialismo y otra el socialismo como modo de producción y distribución, sistema político, estado, instituciones, cultura y transformación de los seres humanos.

El tránsito es el proceso que conduce a esa meta y se diferencia de ella en que contiene no pocos elementos del pasado capitalista y precapitalista, especialmente en los países de capitalismo medio o bajo, o de capitalismo dependiente y tardío, como le llaman algunos autores.

Una cosa trae a la otra: permite avanzar progresivamente en una determinada dirección.

La socialización de la economía, el poder estatal, la cultura… los cambios necesarios conciencia individual y colectiva, no pueden darse en actos instantáneos o de cortísima duración. Es más bien una orientación y una práctica transformadora de mediano y largo plazo.

Y esto es una verdad mayor en el caso de países de capitalismo atrasado y dependiente, sometido durante años, por demás, a la recolonización neoliberal y a sus efectos, acompañada muchas veces de fuertes o débiles herencias precapitalistas.

Se trata no solo de un proceso transformador, cuya velocidad, profundidad y extensión, varía por países en función de los obstáculos a vencer, de las trabas a superar y de la correlación entre las fuerzas del cambio revolucionario y las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas; si no también de un proceso multifacético e integral.

El capitalismo en general, y el latinoamericano-caribeño por igual, no es solo un modo de producción, sino sobre todo un sistema de dominación integral, que incluye otras esferas de la economía e importantes vertientes sociales, jurídicas-políticas, institucionales, militares, ideológicas, culturales…

Si en la economía es inviable una socialización instantánea, también lo es en los demás aspectos de la vida en sociedad.

Las cambios de una formación económica-social, política y cultural a otra, de un sistema a otro, enfrentan altos grados y variadas formas de resistencia, requieren de transformaciones profundas, exigen procesos y niveles de conciencia, demandan nuevas formas organizativas, nuevos métodos de gestión y participación, nuevas bases constitucionales, leyes, cambio de mentalidad…que tardan en lograrse.

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  • La conveniencia de llamar el tránsito revolucionario por su nombre.

Por eso procede, cuando hablamos de alternativas al capitalismo, hablar del tránsito hacia una sociedad post-capitalista, que históricamente ha sido conocida como sociedad socialista o socialismo.

Tránsito o transición es palabra clave para reflejar en la denominación del periodo el carácter procesal de la transformación, evitando así etiquetar con el nombre de socialismo lo que es un proceso hacia él, cargado de herencias, trabas y limitaciones a superar.

Esto, además, descarta mitificar la realidad y cargarle al socialismo los problemas y limitaciones del difícil y complejo tránsito hacia él.

Por eso no creo saludable ponerle el rótulo «república socialista» al país, o al conjunto de países, que inicien una transición de ese tipo, obviando el hecho de que siguen pendientes las transformaciones necesarias para llegar a esa y las dificultades que ellas representan.

En nuestra América esta clarísimo que las primeros propósitos de esa transición al socialismo consisten en desmantelar el modelo neoliberal que nos han impuesto y avanzar hacia la sociedad pos-neoliberal, socializando, parcialmente o completamente, determinadas vertientes estratégicas, tanto en lo económico y social como en lo político y lo cultural.

  • Neoliberalismo y pos-neoliberalismo

En esta parte creo conveniente apoyarme y tratar de enriquecer algunas ideas claves expresadas por el Vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, en ocasión del Primer Encuentro de Pueblos y Estados por la Liberación de la Patria Grande, celebrando el año pasado en Sucre, Bolivia.

En primer lugar, el neoliberalismo ha implicado la disgregación y fragmentación, de las redes y organizaciones sociales de apoyo, solidaridad y movilización de los pueblos. Y es preciso reconstruir esas redes y movimientos teniendo presentes las transformaciones irreversibles operadas en viejos sujetos sociales y la aparición de nuevo actores.

En segundo lugar, el neoliberalismo se ha consolidado, privatizando todos, o gran parte, de los recursos públicos; transfiriendo al capital privado las riquezas colectivas (empresas del Estado, servicios públicos, fondos pensiones, puertos, aeropuertos, carreteras, tierra, boques, playas, minerales, agua…).

Esto exige desprivatizar la riqueza colectiva, devolviéndosela a sus verdaderos dueños.

Esto a mi modo de ver exige concretamente desprivatizar para socializar esos recursos, cuidándonos de no volver al estatismo burocrático, centralista, corruptor y corrompido, que le sirvió de pretextos a las privatizaciones y se convirtió en una de las causas fundamentales del fracaso del «socialismo real».

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Esta desprivatización, en dirección a la socialización, implica un alto grado re-nacionalización, recuperación de soberanía y autodeterminación, en la medida las privatizaciones han favorecido sobre todo al capital extranjero-transnacional.

En tercer lugar, el imperialismo se impuso achicando las funciones económicas y sociales del Estado, no así la represiva ni las que sirven de apoyo al gran capital privado.

Y esto demanda potenciar y reposicionar el Estado, porque solo con un Estado fuerte podemos presionar, negociar y obtener logros en un contexto internacional adverso, hegemonizado por los partidarios de la globalización y la recolonización neoliberal. Un estado fuerte en lo económico, fuerte en lo cultural, fuerte en lo militar -aliado a otros estados similares- le ofrece a los movimientos sociales y a las fuerzas del cambio revolucionario un escudo de protección.

Hablamos de reforzar el Estado, pero no en el sentido del viejo capitalismo de Estado o del fracasado y mal llamado «socialismo de Estado».

Hablamos de potenciar y reposicionar un Estado permanentemente controlado y atravesado por la dinámica, las luchas e iniciativas de los movimientos sociales y de las fuerzas políticas revolucionarias, que deben mantener su autonomía, capacidad de presión y poder de decisión; evitando que éste se convierta en presa de los viejos y nuevos empresarios y de las nuevas modalidades de privatización.

En cuanto lugar, el neoliberalismo se ha implantado, desplegado y consolidado, expropiando la participación del pueblo, comercializando y privatizando la política y sus instrumentos (partidos, instituciones), reduciendo la democracia al acto ritual de depositar el voto cada cuatro, cinco o seis años; secuestrando las decisiones, arrebatándosela al votante, corrompiendo, posibilitando que un puñado de magnates y las corrompidas elites de los partido tradicionales, subordinadas al imperialismo, se roben la representación del pueblo y actúen por él.

Este aspecto, vinculado a todos los demás de manera sobresaliente (dado el peso del poder político-gubernamental-estatal), nos emplaza a combatir el neoliberalismo desplegando y potenciando múltiples maneras y formas de democracia, innovando en materia de participación del pueblo, control social, congestión y autogestión en todas los órdenes, exigiendo e imponiendo participación en las decisiones, en todo lo que sucede en el país, desde la inversión en los municipios, presupuestos de alcaldías, presupuestos de empresas y de gobierno, hasta las firmas de convenios internacionales, programas de cooperación, contratos empresariales y política exterior.

Esto implica nueva democracia, democracia participativa e integral, combinación de representación y democracia directa, despliegue de la democracia de base en barrios, campos, zonas obreras, empresas, escuelas, universidades, clubes culturales, sistemas de salud, educación, deportes…

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Y requiere de la creación del poder constituyente autónomo, de sucesivos procesos constituyentes que cambien las bases jurídicas sustantivas y abran paso a la nueva institucionalidad.

Una línea programática y de acción de ese tipo permite desmontar el modelo neoliberal y posibilita el avance de la socialización progresiva, en función de prioridades, necesidades y posibilidades reales. Significaría un gran avance del proceso de transición al socialismo, que requiere, claro está, de más innovaciones, creaciones y transformaciones en todos los órdenes.

Esto tiende a consolidar progresivamente la sociedad post-neoliberal, creando las premisas para una socialización y un desarrollo de más alto vuelo de la economía, la política y la cultura.

Su dinámica ascendente no podría prescindir de una adecuada separación, complementación y armonía entre los movimientos sociales y demás fuerzas del cambio revolucionario, de una parte, y el nuevo estado que se vaya configurando, de la otra.

Como el Estado es por sí centralizador de decisiones se requiere de la autonomía de los movimientos sociales y las fuerzas político-sociales transformadoras que por definición implican expansión y descentralización de las decisiones.

El Estado concentrador, el Estado como poder que se separa de la sociedad, debe ser contrarrestado por las fuerzas que representan socialización de las decisiones, democracia verdadera, contrapoder capaz de posibilitar el avance de la sociedad hacia el no poder.

Esa tensión, esa contradicción, habrá de estar presente en todo el proceso de consolidación de la sociedad post-neoliberal, en todo el curso de la transición al socialismo, e incluso una vez consolidado el socialismo. Solo habrá de desaparecer cuando se logre extinguir el Estado y crear una sociedad basada en la asociación de seres humanos plenamente libres, intensamente solidarios y emancipados de toda coerción y todo miedo. Seres humanos realmente nuevos, liberados de egoísmos de individualismos infecundos y socialmente destructivos.

La ética que debe conducir a esa suprema meta estratégica debe estar siempre presente.

  • Más transformaciones dentro de la transición al socialismo.

Antes, claro está, queda por recorrer un largo camino de transformaciones en esa dirección, cambios y realizaciones que pasan por completar la transición hasta consolidar y desarrollar el proyecto socialista más haya del desmonte del modelo neoliberal y el avance del post-neoliberalismo.

Ya tratamos lo relativo a una parte y a determinados componentes de esa transición vinculados a decisiones de gobierno y de poder, de nuevos gobiernos y nuevos poderes y contrapoderes.

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Pero como dijimos que la socialización progresiva debe superar en todo los planos el capitalismo dependiente realmente existente, esto entrañaría más cambios transcendentes en diferentes esferas y vertientes, tales como:

En las relaciones de propiedad.

En la distribución del ingreso nacional.

En las modalidades de gestión de las empresas, entidades e instituciones públicas.

En las características del mercado y de la economía.

En los procesos de integración -cooperación con otras economías de la región, procurando mas poder para contrarrestar la globalización neoliberal y la integración subordinada a EEUU.

En las prioridades de inversión en función de la felicidad de los seres humanos.

En la relación seres humanos- naturaleza.

En la relación de poder entre los géneros y en la familia.

En la relación entre adultos, jóvenes y niños.

En el tema étnico-racial y sus articulaciones con el poder.

En el vínculo entre lo civil y lo militar, las Fuerzas Armadas, las Policías, los aparatos de seguridad y la sociedad civil.

En la ética política.

En las conciencias y valores que mueven los seres humanos.

En el poder de información y comunicación.

En la concepción de desarrollo.

En el tratamiento del patrimonio histórico, cultural y científico.

En las relaciones internacionales.

En las bases constitucionales del sistema jurídico-político.

En los valores de la democracia y el tipo de democracia.

En la concepción sobre los derechos humanos.

En el tratamiento de la sexualidad.

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En el vínculo entre Estado y sociedad civil, Estado y movimientos sociales, Estado y organizaciones políticas o político-sociales.

En el ejercicio del sufragio.

En los sistemas de administración del Estado y sus instituciones.

En el concepto ciudadanía y los derechos ciudadanos.

Y todo esto, lógicamente, necesita ser desglosado.

Prioridades y exclusiones en algunas propuestas de transición.

Hay quienes en relación con la socialización de la economía priorizan dos aspectos muy importantes dentro de la propuesta, de por sí socializante, de democracia participativa:

1) Reemplazar la economía de mercado por la economía del valor; esto es, librar a la sociedad de la dictadura de los precios, montando un sistema en que el trabajo socialmente necesario para crear productos y servicios pueda ser medido e intercambiado, generando una economía de equivalencias.

2) Garantizar una justa distribución del ingreso nacional, creando un sistema impositivo que revierta hacia la sociedad gran parte del excedente, de las ganancias de las empresas de propiedad privada, de los fondos públicos, y de las concesiones y áreas contratadas que resultan de las negociaciones con el gran capital.

Desde esa visión el énfasis respecto a las expropiaciones-nacionalizaciones, a la socialización de la propiedad privada, no aparece.

Entre los que así platean las cosas se encuentra Heinz Dieterich, un destacado precursor de la idea de un nuevo socialismo del siglo XXI, que en ese orden, acompañado de otros pensadores, ha ofrecido valiosos aportes científicos y detalles consistentes para su implementación. También el talentoso latinoamericanista soviético y entrañable amigo Kiva Maidanik, fallecido recientemente.

Creo sinceramente que Dieterich y su escuela han contribuido significativamente a la renovación del pensamiento revolucionario y a la actualización y recreación del proyecto socialista.

Pienso también que a esa propuesta de transición al nuevo socialismo deben incorporarse con rigor y fuerza las desprivatizaciones, nacionalizaciones, expropiaciones y confiscaciones, en dirección a la socialización progresiva de la propiedad sobre los medios de producción, distribución comunicación y servicios básicos.

Porque la propiedad privada sobre esos grandes medios entraña poder y es una de las características esenciales del capitalismo, más aun del capitalismo neoliberal.

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  • Socialización progresiva de la economía, pero integral.

Sin embargo, desprivatización, la modificación de las relaciones de propiedad que planteo no equivale a la ya fracasada estatización, menos aun a la estatización generalizada.

Los cambios en las relaciones de propiedad capitalista, la conversión de la gran propiedad privada en propiedad social, precisan de cierto rigor y gradualidad, lo que en el proceso de transición incluye su coexistencia con otras formas de propiedad privada, mixta e individual.

Deben medirse bien las prioridades, pertinencia, modalidad y necesidad de cada paso y en cada caso de expropiación- confiscación- nacionalización, contemplando las reales posibilidades de conversión exitosa, teniendo bién presente su carácter estratégico o no, su relación con la seguridad el país y con la soberanía, su tecnología y su relación con la economía de escala.

Si progresiva debe ser la socialización en todos los órdenes, lo es también en el campo decisivo de la propiedad.

En el proceso de transición es necesario combinar diversas formas de propiedad en función de todos esos factores. Y para evitar traumas sociales de envergadura y resistencias innecesarias, el proceso de socialización o colectivización de la pequeña y mediana propiedad debe ser voluntario y a través de formas asociativas respaldadas por el Estado.

Al latifundio hay que romperle el espinazo y erradicarlo, estableciendo topes en la tenencia de tierra según la categoría de los terrenos.

Estoes válido tanto en sus modalidades de explotación precapitalista como de capitalismo atrasado y explotación extensiva.

Esta es la única manera de solucionar el drama del minifundio improductivo y de los (as) campesinos sin tierra, privilegiando a al vez las formas de propiedad social y de trabajo colectivo (cooperativas, proyectos colectivos y otras modalidades asociativas); estableciendo mecanismos de financiamiento y asistencia que privilegien las áreas articuladas a la reforma agraria.

Las inversiones extranjeras no son «persé» dañinas ni totalmente recusables, sino que algunas pueden ser reguladas o entrar en el área de la propiedad mixta, o a determinadas formas contractuales de mutuo beneficio. Igual a las concesiones de explotación, operación y/o comercialización que no afecten la soberanía sobre la propiedad.

En ese terreno no hay receta rígida, sino una orientación general hacia el predominio de lo social.

Esto también tiene una relación directa con el destino del excedente, con los impuestos sobre los beneficios y la relación entre la apropiación por minorías de las ganancias de las empresas privadas y el destino de una parte significativa de ellas para el bienestar

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colectivo, tanto de los (as) trabajadores (as) de las empresas, como de la sociedad en general.

La transición al socialismo debe poner en el centro de su mira el ser humano, su bienestar, su felicidad, a través de una combinación de medidas. Y esto requiere de un estado altamente distribuidor, en términos justos y equitativos, del ingreso nacional, por la vía de un sistema fiscal que penalice las grandes ganancias y riquezas privadas y mediante un presupuesto nacional que eleve constantemente en el gasto social.

Requiere también, junto a las empresas públicas de carácter estratégico, de empresas de propiedad social, ya sea municipal, cooperativa, asociativa, mixtas, interestatales, regidas por sistemas de autogestión y cogestión.

El tipo de administración, las características de la gestión empresarial, las formas de escogencia de lo gerentes y ejecutivos técnicos, no están de ninguna manera desvinculadas de la socialización y de sus esencias democráticas. La participación de los colectivos laborales y de la sociedad en las decisiones y en la fiscalización de sus procesos es consustancial a la intención de socializar de verdad los medios de producción, distribución y servicios públicos.

Igual el diseño de presupuestos, el control sobre su ejecución y el acceso a los estados financieros de empresas, entidades autónomas del Estado y propiedades de conglomerados sociales.

El estatismo, la propiedad pública, sin autogestión de las comunidades laborales o sin cogestión entre administradores, gerentes y comunidades laborales, deviene en estatismo burocrático, donde excedentes y patrimonios están sujetos exclusivamente a la voluntad de la burocracia y la tecnocracia y, por tanto, a la dilapidación, a los privilegios y a la corrupción.

El mejor antídoto a esos males, lo que convierte definitivamente la propiedad estatal en propiedad social, es la participación de los (as) trabajadores (as) en la gestión, el control de los colectivos laborales sobre las administraciones, su participación en la distribución del excedente, el destino de la inversión empresarial y social, la designación de los administradores y directivos por concurso, el acceso a los estados financieros, la elaboración de sus presupuestos con su participación y la de las comunidades vinculadas a través de los mecanismos de control moral creados a nivel institucional.

Otro capítulo trascendente es todo lo relativo a las regulaciones del mercado, al comercio exterior y a la progresiva transformación de la economía de mercado en economía de valor y equivalencias.

La competencia no debe ser ilimitada, ni en las relaciones internas de mercado ni el vínculo con el mercado internacional.

Hay sectores que deben ser estimulados por la vía de la relación entre costos y precios, con el respaldo estatal-gubernamental.

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Hay sectores productivos y/o consumidores que necesitan ser protegidos y asistidos para su adecuada rentabilidad en un caso y para elevar su capacidad de compra en el otro.

Lo sistemas de control de precios, de almacenamientos, de impuestos y aranceles, deben ser palancas de intervención y regulación en procura del desarrollo de las fuerzas productoras nacionales, del intercambio justo y la justicia social.

El impulso en grande para avanzar hacia una economía del valor y equivalencias, en la que las horas de trabajo invertida en la producción de bienes y servicios, sea el factor determinante en el intercambio, adquiere un valor estratégico en el proceso de socialización; muy superior a las necesarias regulaciones temporales del mercado. En ese orden existen valiosas investigaciones aplicables en este tipo de transiciones revolucionarias.

Más allá de lo estrictamente económico: democracia real

El socialismo, claro está, no es solo economía: Y por eso lo trascendente de la democracia participativa e integral, sustentada en nuevos sistemas constitucionales, creados y desarrollados por la vía de la participación popular, de procesos y poderes constituyentes autónomos, capaces de superar las «democracias» estrictamente electorales, representativas, liberales y neoliberales.

La transición al socialismo es a la vez una transición hacia una nueva democracia, hacia una democracia real, verdadera, en la que el poder del sufragio se traduzca en ejercicio cotidiano y creación constantes de múltiples maneras de democracia directa, de participación y control ciudadano sobre las estructuras electas.

Que apoyándose en las garantías, normas y principios constitucionales incorpore el respeto en el ejercicio gubernamental y la gestión económica-social todas las generaciones de derechos humanos (individuales, políticos, sociales, medioambientales…).

Que posibilite y promueva la abolición de todas las formas de dominación, de todas las relaciones de poder basadas en la discriminación, la opresión y la injusticia.

Que abra las compuertas a la equidad entre los géneros y deje atrás aceleradamente la sociedad patriarcal; que tire por la borda el patriarcado junto al capitalismo neoliberal.

La transición al socialismo y los programas de desarrollo integral son inseparables de la adopción de políticas y planes que reformulen profundamente la relación seres humanos naturaleza, deteniendo la depredación, la desertificación, la contaminación, el empobrecimiento de la naturaleza y la injusta y bárbara distribución de la misma que le asigna las partes mas empobrecidas y riesgosa a los (as) más pobres.

La naturaleza y el ambiente son un patrimonio social de las presentes y futuras generaciones y no debe estar sujeta al afán de lucro, al exclusivo interés de la ganancia privada, irresponsable socialmente.

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La regulación de ese trascendente capítulo, que incluye la exclusión de la propiedad capitalista sobre los recursos naturales estratégicos, además de normas preservadoras y de contención de su afectación desde la empresa privada, social y del Estado, es algo irrenunciable para detener y revertir todo lo que en ese plano atente contra la vida.

Todo lo que daña la naturaleza, daña a los seres humanos del presente y del futuro. Impedirlo y revertirlo es de alto interés social, palanca clave para un tránsito revolucionario que procure salvar la humanidad de la crisis de existencia impuesta por el gran capital privado y la globalización de sus espurios intereses.

La opresión de clase esta atravesada y potenciada por otras variantes de opresión-discriminación-subordinación, entre ellas por el poder de los adultos contra los niños (as) y los jóvenes.

La sociedad en crisis que nos proponemos reemplazar, no es solo capitalista-dependiente, sino además de patriarcal (machista), adultocéntrica, estructurada por imponer el reino, los intereses, las ideas y privilegios a favor de los adultos.

Ni el tema del ambiente y la naturaleza, ni el patriarcado, ni la abusiva hegemonía de los adultos, pasaron a ser preocupaciones fundamentales del tránsito que devino en el socialismo irreal. El capitalismo ha potenciado todas esas variantes de la opresión de unos seres humanos sobre otros La nueva democracia, el un nuevo socialismo y el tránsito hacia él, para plasmar en cadena un proceso integralmente liberador, tienen que asumir con toda seriedad la derrota y la superación definitiva de esas formas de opresión y dominación funcionales al sistema capitalista.

El tránsito al socialismo, en consecuencia, debe incorporar como protagonista de primera línea a la juventud y sus anhelos, facilitando su conversión en sujeto político-social transformador. Algo también obligatorio para el movimiento emancipador de las mujeres y para los movimientos sociales abanderados de la emancipación de las etnias y nacionalidades históricamente oprimidas y discriminadas.

El tema étnico-racial, como el de las nacionalidades subordinadas, especialmente el de los pueblos originarios de nuestra América, debe ocupar un lugar relevante en el tránsito necesario y difícil que proponemos. Igual los derechos de los pueblos emigrantes dentro las metrópolis recolonizadoras.

En todas esas vertientes hay un enorme potencial de las fuerzas del trabajo explotadas y excluidas por el gran capital y también culturas de inmenso valor para las nuevas formas de socialización.

En no pocos casos el nuevo socialismo deberá ser indo-americano y/o multiétnico y multinacional, o no será socialismo.

En la consolidación y permanencia de todas las modalidades de opresión han estado siempre las fuerzas armadas, las policías y los aparatos de seguridad del viejo orden en crisis; acompañadas casi siempre de la presencia de tropas extranjeras (particularmente

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de EU), asesores militares al servicio de la dependencia y la recolonización, bases y tratados militares funcionales a las estrategias militares imperialistas.

El cambio de la correlación en el terreno militar es imprescindible para garantizar el éxito de la nueva transición revolucionaria, ya sea por la vía del reposicionamiento (en el sentido de esos cambios, del anti-neoliberalismo, del antiimperialismo…) de una parte importante de la fuerzas armadas regulares, ya por el desarrollo de poder armado y la capacidad disuasiva desde el campo popular, o por la combinación de ambos factores en dirección a recrear el poder militar en función de los intereses populares y nacionales.

Todo esto pasa por el cambio de mentalidad de una parte importante de nuestros soldados y policías, por el incremento de la capacidad insurgente del pueblo civil, por la alianza entre pueblo uniformado y pueblo no uniformado y, en fin, por el desarrollo político-militar de las fuerzas transformadoras junto al crecimiento de la conciencia nacional-popular entre civiles y militares.

Respecto a la presencia militar directa de los EEUU y sus aliados, es imperioso potenciar la lucha por la salida de sus bases y unidades militares de nuestros territorios y ampliar durante la transición el poder político-militar de las fuerzas transformadoras, para elevar a niveles insostenibles los costos de las nuevas invasiones militares extranjeras y las guerras de agresión de carácter contrarrevolucionario.

El tránsito debe apuntar, contrario a todo lo que nos ha tocado vivir y sufrir, a la refundación del poder militar sobre la base de una combinación de las nuevas fuerzas armadas regulares con el pueblo armado.

Y esas nuevas fuerzas armadas deben reconstituirse sobre la base de nuevos principios: beligerancia política (aunque no partidismo), hermandad con el pueblo, participación en la transformaciones y en los planes de desarrollo, derechos ciudadanos igualados a los de los civiles, no subordinación ni de los civiles a los militares ni viceversa, doctrina de seguridad propia, autonomía respecto a las políticas imperiales; lineamientos propios para enfrentar el problema de las drogas, el narcotráfico y la delincuencia de todo tipo…

La defensa y la seguridad nacional jamás deben separarse de la soberanía nacional y popular, de la justicia y la equidad social, del desarrollo integral de nuestros pueblos y naciones.

Salud y educación gratuita a todos los niveles, incremento de la capacidad y de las fuerzas productivas, seguridad alimenticia con cobertura total, saneamiento del ambiente y recuperación ecológica, superación de todas las opresiones y discriminaciones, deben ser prioridades inexcusables de la política de inversión del Estado y del programa transformador.

El desarrollo de las ciencias y las técnicas, el impulso a las tecnologías sintonizadas con nuestro peculiaridades nacionales, la adecuación a ellas de las tecnologías transferidas desde el exterior, deben tener por meta el bienestar colectivo, la defensa de la naturaleza

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y del ambiente, el crecimiento material y espiritual de lo seres humanos. Esto exige distanciarnos progresivamente de los modelos tecnológicos destructivos, del industrialismo capitalista depredador y de la generación de empleos y excedentes vía de explotación y sobre-explotación de los seres humanos.

Si la información veraz, la conciencia en torno a principios y valores diferentes a los hasta hoy predominantes, están inseparablemente ligadas a este tránsito, la revolución en los sistemas de comunicación, educación y formación de nuestros pueblos, resulta imprescindible.

Esto toca -aunque no exclusivamente- la propiedad de los medios de comunicación sensiblemente oligopolizados y monopolizados por las fuerzas del gran capital.

La democratización y la socialización tienen que incursionar en esa área, cuya tenencia y gestión deberán ser modificadas para favorecer la democracia participativa e integral y el tránsito al socialismo.

El proceso de la clientelización de la ciudadanía y de toda la sociedad debe ser derrotado y revertido.

Las mentes de nuestras compatriotas deben ser liberadas de toda manipulación.

Los libertades individuales y colectivas deben ser tan amplias y diversas como lo demanda la creación de una democracia plena.

Sus únicos límites deben ser todo lo que dañe su propia vida y la de otros seres humanos, la naturaleza, al ambiente, la sociedad en su conjunto; lo que implique apropiarse de los bienes colectivos, de los bienes individuales ajenos y del producto del trabajo y la creación de los (as) demás…

Esto incluye, sin regateo de ninguna especie, la libertad de opción sexual, los derechos de mujer sobre su cuerpo, el combate y la superación de los tabúes y prejuicios en materia de sexualidad y amor.

El sufragio debe ser liberado del oro corruptor y de los condicionamientos del poder, superando el clientelismo, la promoción del miedo y todas las trabas y consecuencias impuestas por el liberalismo y el neoliberalismo.

La participación, la democracia directa, los presupuestos participativos, el libre acceso a los estados financieros de las instituciones públicas y privadas, los mecanismos de control social y moral, pueden ser convertidos en antídotos de la corrupción y el tráfico de influencias, que implican robo a la sociedad.

Pero todavía de mayor trascendencia es la formación colectiva e individual en valores de alto contenido humano, ético y social:

-Amor a la Patria Chica, a la Patria Grande y a toda la humanidad.

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– Defensa y protección los bienes públicos, la naturaleza, el patrimonio histórico y científico de la sociedad.

-Acompañamiento de las luchas y demandas del pueblo pobre y explotado.

-Defensa de los derechos de la mujer y de la equidad en la relaciones de pareja y de familia.

-Protección del ambiente, liberándolo de la contaminación.

– Cuidar los niños (as), garantizar sus derechos a la felicidad, reconocer los derechos de la juventud y a erradicar el adulto-centrismo.

– Luchar contra la discriminación social y la opresión nacional.

– Rebelarse contra la explotación, los abusos, la exclusión, las arbitrariedades y las injusticias.

– Defender lo derechos de los (as) inmigrantes.

– Vencer el egoísmo, la insolidaridad, la insensibilidad social y humana.

– Pensar sin ataduras, crear, innovar, para bien propio y colectivo.

-Transformarnos, en fin, cada día, en seres humanos nuevos, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, niños y niñas, solidarios, bondadosos, honestos, capaces, inteligentes, veraces, modestos.

Entonces, cumplidos en gran medida estos própositos, la patria, el país, la sociedad habrá logrado la transición necesaria para proceder a vivir y desarrollar el nuevo socialismo, un socialismo a tono con las exigencias y desafíos del siglo XXI.

Entonces, una vez logradas esas transformaciones y alcanzados estos propósitos, podríamos decir a pleno pulmón , algo que escribí hace ya algunos años:

«Aquí se proclamó el socialismo».

«No se trata de la felicidad plena».

«Más allá, caminando hacia el horizonte podremos aproximarnos más aun a ella.»

«Nunca desmayen por lograr, día a día, paso a paso, dolor a dolor, alegría tras alegría, algo cada vez mejor». (Asalto al Cielo, del poemario Inseparablemente Juntos, Pág. 66, diciembre 1998. Santo Domingo, República Dominicana)

¡Y que no se detenga en esa estación el tren de la historia.¡

Claro que para eso es muy útil el permanente rearme de la utopía, la renovación constante del sueño realizable.

Entonces, sin ningún rubor ni temor a equívocos, podríamos denominar a nuestras repúblicas, repúblicas socialistas