Quién es: ex presidente de la Asamblea Constituyente de Montecristi, uno de los fundadores de Alianza País junto con el presidente Rafael Correa
Alberto Acosta, ex titular de la Asamblea Constituyente de Montecristi, que aprobó la nueva Constitución, con la que junto al presidente Rafael Correa prometió escribir una nueva historia del Ecuador, analiza la crítica situación del país y, desde una postura frontal, advierte de que tras la sublevación policial y militar del jueves pasado, no bastará cambiar a los ministros responsables, sino dar un golpe de timón en la conducción del país. Entre las principales causas de la situación señala a la prepotencia y a la falta de apertura al diálogo en el Gobierno de Correa, de quien tomó distancia hace más de dos años. Eso, además de la resistencia de las oligarquías a perder sus privilegios, explican el nivel de intolerancia que vive el país, según Acosta.
En un mensaje enviado el jueves, día de la sublevación policial y militar, usted llamó a reflexionar y a rechazar cualquier intentona golpista. ¿Cree que ese ha sido el objetivo de los uniformados?
Es difícil saberlo a ciencia cierta. A primera vista parecería que simplemente fue un motín de un grupo de policías y algunos soldados, que se sienten afectados por algunos ajustes que trae la Ley de Servicio Público. Aparentemente, saldrían perjudicados porque se eliminan algunas bonificaciones. En realidad, según el Gobierno, saldrían beneficiados porque se les habrían incrementado sustantivamente sus ingresos mensuales.
Un golpe de Estado es algo planificado, premeditado. ¿Qué le hace pensar que en este caso lo sea?
Resulta raro que la oficialidad no haya tomado nota del malestar existente. ¿Dónde estuvieron los servicios de inteligencia o es que también estaban complotados? Recuerde también que hace pocos días un grupo de líderes estudiantiles irrumpió en el seno de la Asamblea Nacional.
¿Qué tiene que ver ese hecho con la rebelión del jueves?
Aquí ya se debían preguntar cómo fue posible esa irrupción en un edificio muy bien custodiado y de relativamente fácil defensa; ¿quizá eso fue posible porque estaban comprometidos miembros de la policía?, pregunto. El jueves 30 de septiembre, ese jueves triste, la Asamblea fue cerrada por la Policía. Los oficialistas tuvieron problemas para ingresar, mientras que los asambleístas del Partido Sociedad Patriótica, del ex coronel Lucio Gutiérrez, entraban como Pedro en su casa…
¿Entonces, coincide con el presidente Rafael Correa en que lo del jueves fue un intento de golpe de Estado y en que Lucio Gutiérrez es su inspirador?
No siempre se programa un golpe de Estado, en ocasiones el azar provoca las condiciones. No hay un libreto único, ni se da siempre en un solo acto. Es más, si el golpe falla, la difusión de noticias que nieguen el golpe puede conducir a mantener la neutralidad de amplios sectores de la población. Aceptemos que en Ecuador hubo un intento fallido de golpe de Estado y de magnicidio, así de simple. En qué medida estuvieron involucrados Lucio y su gente es otra cosa.
Pero, el presidente Correa fue más allá y aseguró incluso que en su bloque de asambleístas también hay conspiradores. ¿Usted lo cree también?
Pregúntele a él. Yo no estoy más en Alianza País.
Usted dijo que el reclamo de la Policía y las Fuerzas Armadas puede tener razón. Entonces, ¿por qué hablar de golpe de Estado?
Por una razón muy simple, si tenían razón debían procesar su reclamo por las vías correspondientes y no prestarse para que la derecha golpista se apropie de su movilización. Estas intentonas golpistas, busquen o no el cambio de Gobierno, que tanto afectan el marco constitucional no pueden ser toleradas, vengan de donde vengan.
¿Hubo excesos de ambos lados?
Fue un día de excesos y violencias de todo tipo. La violencia de los sublevados contra de la ciudadanía en general, no solo contra el presidente. La violencia desatada por la ausencia de policías. La censura a los medios de comunicación. La batalla campal al inicio de la noche… transmitida como un reality show.
La sublevación es un síntoma del clima de intolerancia que vive el país. ¿La democracia está en riesgo?
La prepotencia del Gobierno, con su forma de actuar autoritaria e irrespetuosa de la misma Constitución de Montecristi, más la resistencia de las oligarquías a perder sus privilegios, explican este ambiente de intolerancia que vivimos. La democracia saldrá fortalecida si la practicamos.
¿Qué piensa de la orden de solo transmitir información oficial?
Torpe, fue otra forma de violencia, por decir lo menos.
Usted también exige rectificaciones al presidente. Puntualice sus observaciones a la conducción del Gobierno y del país.
Las sintetizaría en tres puntos. Primero, no se está afectando la modalidad de concentración y distribución de la riqueza y el ingreso: la pobreza no disminuye, la desigualdad se mantiene. Segundo: no se camina hacia una superación del modelo extractivista de inserción sumisa en la economía internacional; por el contrario, en este país, como en Bolivia y Venezuela, lo que existe es una reinvención del extractivismo clásico, una suerte de neoextractivismo del siglo XXI.
¿Cuál es el tercer punto?
La «revolución ciudadana» tiene un marcado déficit de ciudadanía. Una revolución no la hace un gobierno, una revolución la hace un pueblo organizado, consciente y con capacidad de asumir el proceso. Eso requiere un gobierno que abra espacios para construir colectivamente un escenario de expectativas compartidas. La historia le ha dado al presidente Correa, una vez más, la oportunidad de reencontrarse con los orígenes del proceso revolucionario, de rectificar. Ojalá lo entienda así.
¿Qué salida democrática le ve a esta situación?
Siempre más democracia, nunca menos. Para empezar, habrá que respetar la Constitución de Montecristi, en la que se plantean muchas opciones democráticas para procesar los reclamos y los conflictos. Por ejemplo, la revocatoria del mandato o la «muerte cruzada» en ambas direcciones. ¡Todo dentro de la Constitución, nada al margen de ella!
Esta crisis es una prueba de fuego para la Asamblea. Irina Cabezas dijo que el veto a la Ley de Servicio Público es cosa juzgada y que el domingo regirá por el imperio de la Ley, dado que, una vez más, se les acabó el tiempo para debatir. ¿Qué opina?
En realidad, es una prueba para la democracia. La leche derramada no se recoge, pero hay que impedir que eso vuelva a suceder, hay que crear las condiciones para ello. Eso exige abrir los causes para el diálogo, a partir del respeto a la opinión de los otros. Y eso también exige garantizar la autonomía de todos y cada uno de los poderes del Estado, algo que no sucede hoy.
Lo grave del asunto es que tal como entra a regir el veto no gusta ni al Ejecutivo, pues eso motivó la amenaza del presidente Correa de aplicar la muerte cruzada, ni a policías y militares, para quienes dicha ley corta varios beneficios y fue la gota que derramó el vaso y los llevó a rebelarse contra su jefe supremo.
Según el presidente Correa la ley no reduce los beneficios. Si esto es así, el problema está en otro lado. A todas luces es manifiesto que el Gobierno ni siquiera se tomó la molestia de informar a las bases de la Policía y de las Fuerzas Armadas. ¿Para qué?, dirían, si nosotros sabemos lo que es bueno para ellos… otro acto de prepotencia.
¿Cree que este escenario pone a la Asamblea ante una prueba de fuego?: allanarse totalmente a la voluntad del jefe de Estado o demostrar que no es un apéndice de Carondelet y ratificar el texto aprobado con una votación récord en este Gobierno: 108 de los 124 legisladores.
El asunto es más complejo. No es el tema de una ley aislada. Hay que interpelar la forma de legislar de Alianza País, la Presidencia de la Asamblea, los otros bloques y el Presidente de la República, como colegislador. Para superar las tensiones, se requiere respetar todas las opiniones y posiciones, una amplia participación de la ciudadanía.
El canciller Ricardo Patiño alertó sobre el riesgo de otra revuelta y un golpe de Estado. ¿Qué haría o le aconsejaría al jefe de Estado si todavía estuviera cerca de él?
Nada es imposible. Hay grupos prestos a dar el golpe en la oportunidad que se presente, y más aún si hay condiciones que facilitan la tarea golpista. Ojalá el presidente saque lecciones de la crisis para rectificar. La crisis puede ser una gran oportunidad para él, su gobierno y el país. El presidente sale fortalecido, en el corto plazo. Pero si margina la autocrítica y sigue con sus andanzas prepotentes de cerrarse al diálogo, de criminalizar la protesta popular, de no escuchar a la sociedad, me temo que este tipo de sacudones podría repetirse…
¿Qué espera del Gobierno?
Habrá que ver cómo el Gobierno lee lo sucedido y cómo lo procesa. No basta cambiar a los ministros directamente involucrados con los sectores en donde se produjeron estos dolorosos acontecimientos. Es preciso dar un golpe de timón.
¿Cómo?
El Gobierno debe retornar a los orígenes programáticos del proceso revolucionario, del que lamentablemente se han ido distanciando durante todo este tiempo.
¿Todavía mantiene una esperanza? ¿Lo cree posible?
Veamos si el presidente Correa tiene la capacidad suficiente para saltar sobre su propia sombra.
«¿Tiene que estar en todo el Presidente?»
¿Cómo vivió la sublevación del jueves?
Con angustia, indignación y profunda tristeza. No hay justificación alguna.
¿Se sobreexpuso al ir al Regimiento? ¿El presidente Correa sobredimensiona su poder, su popularidad?
Eso debe responderlo el presidente de la República. Sin embargo es lamentable que no tenga ministros de Política, Policía y Seguridad que le informen y que resuelvan los problemas. ¿Tiene que estar en todo el presidente?, me pregunto. ¿Esa sobreexposición será otro acto de prepotencia… una suerte de mandato cultural de superioridad?, me vuelvo a preguntar. Por aquí podemos encontrar otra gran dificultad para construir la democracia en América Latina.
¿Tal vez si hubiera llegado con un discurso conciliador se habría evitado poner en riesgo su integridad, incluso su vida?
Difícil saberlo ahora. Los muertos ya están muertos. Lo vital es aprender de las tragedias para no repetirlas en el futuro.
rCR