Agosto 6, 2017 A finales del 2014, en concordancia con un estilo de gobierno autoritario, machista y descalificador, usted me declaró «la mentirosa del año». Es irónico recordarlo a la luz del momento actual. Yo nunca mentí, señor Glas, y, en cambio, ahora vemos cuántas mentiras construían quienes nos descalificaban e insultaban. Escribo esta carta […]
Agosto 6, 2017
A finales del 2014, en concordancia con un estilo de gobierno autoritario, machista y descalificador, usted me declaró «la mentirosa del año». Es irónico recordarlo a la luz del momento actual. Yo nunca mentí, señor Glas, y, en cambio, ahora vemos cuántas mentiras construían quienes nos descalificaban e insultaban.
Escribo esta carta porque, más allá de lo legítimo y necesario que supone este momento en que se denuncia la corrupción, no podemos dejar de mirar las secuelas que dejan esos proyectos en donde se pidieron coimas, se negociaron beneficios particulares o existieron sobreprecios.
Gran parte de la corrupción involucra negocios petroleros. Sus socios, amigos y compañeros, ahora señalados en los casos de corrupción, jugaron un papel central en promover y justificar la explotación del Yasuní, razón por la que usted me sentenció: por denunciar la construcción de una carretera en el Yasuní, que en su fase de desbroce llegó a tener un derecho de vía de 65m de ancho, hecho comprobado con fotos satelitales que en su momento cité.
Pero sus insultos no fueron lo peor del año. El 2014 fue un año doloroso para los y las ecuatorianas; vimos cómo caían los árboles milenarios en Yasuní, la zona más biodiversa del planeta; se nos arrebataron las firmas recogidas una a una en las calles de todo el país demandando una consulta popular para decidir si se explotaba o no el Yasuní. Esa es una cuenta pendiente.
Ahora que saltan las cifras y los nombres de los involucrados en la corrupción es imposible olvidar la contaminación del Triángulo de Cohembí, escenario del caso de Singué, denunciado por Contraloría, o la devastación del bosque seco del Aromo para la construcción de la refinería imaginaria o los impactos a la Cascada de San Rafael por la mega obra Coca Codo Sinclair o las afectaciones que resultaron de la hidroeléctrica San Francisco que aparece en el caso Odebrecht. Seguramente seguirán apareciendo negociados y coimas, por los contratos de la sísmica en el Yasuní, o por las obras en la cordillera del Cóndor. La trama de la corrupción explica la velocidad y agresividad con que se impusieron esos proyectos, y es que las mega obras no solo provocan mega impactos, sino que son el escenario perfecto para la corrupción.
No quiero hacer leña del árbol caído, ni de usted, ni de Carlos Pareja o Wilson Pastor; quiero solamente invitar a reflexionar que más allá del escándalo económico, tras la corrupción hay proyectos que lastiman territorios, naturalezas y pueblos, y recordarle que, a la indignación de lo usurpado deberemos sumar el dolor por las naturalezas destruidas, y la solidaridad con los pueblos que la sufren.
Lo curioso e importante del momento es que se habla de una consulta popular para salir de la situación de crisis política. Tal vez la crisis nos dé la oportunidad de recuperar la pregunta pendiente, ¿queremos o no los ecuatorianos proteger el Yasuní?, y con esta se haga finalmente justicia con los jóvenes que la impulsaron, y, que a pesar de todo lo vivido, se mantienen peleando por la utopía.
Esperanza Martínez: activista por la defensa del medioambiente; integrante de Oilwatch y Acción Ecológica. Es coordinadora de la Campaña Amazonia por la Vida y coautora con Alberto Acosta de Derechos de la Naturaleza-El Futuro es ahora, obra que recoge textos de los principales defensores de los Derechos de la Naturaleza: Eduardo Galeano, Nina Pacari, Eduardo Gudynas, Mario Melo, Antonio Elizalde Hevia, Carlos Larrea y Vandana Shiva.
Fuente: http://www.accionecologica.org/component/content/article/2222-2017-08-07-16-02-31