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Tremendismo: sometidos más que por la fuerza por el engaño

Fuentes: Ecuador Inmediato

La sensación de que Ecuador ha llegado al fondo, que ahora las cosas están tan mal que las elecciones del 2017 son la única oportunidad de salvación de la nación de manos de un héroe opositor que llegará en condición de mesías prometido a restaurar este valle de lágrimas en que se vive en la […]

La sensación de que Ecuador ha llegado al fondo, que ahora las cosas están tan mal que las elecciones del 2017 son la única oportunidad de salvación de la nación de manos de un héroe opositor que llegará en condición de mesías prometido a restaurar este valle de lágrimas en que se vive en la actualidad, es en el fondo la antigua fórmula del tremendismo con el que la clase dirigente ecuatoriana ha llevado el debate. Lo extraño es que al tiempo de instaurar la sensación fatal sus principales voceros de ese tipo de hacer política no atinan un discurso racional de soluciones que a todas luces les está perjudicando en sus ambiciones del poder al próximo año.
 
El discurso tremendista invadió los espacios de la política moderna desde los tiempos en los cuales las ondas radiales o imágenes televisivas tienen impacto en el devenir político. Así, usando la palabra, todo exceso es válido, toda mentira es permitida, toda calumnia es aceptada, esto en medio de una mediocridad asombrosa de quienes manejan conceptos, cifras y hechos como si fuesen verdades, a las cuales se les debe creer sin cuestionar. A eso se han acostumbrado los voceros de la clase política ecuatoriana y han logrado acostumbrar a la nación, a un espectáculo grotesco de falsedades, exageraciones y miserias en condición de sustentos del quehacer político ecuatoriano.

En Ecuador el mísero espectáculo de la última década ha sido eso, el tremendismo en su peor expresión, usado de la más perversa forma hasta llegar a impactar en la sociedad en un sentimiento agusanado del análisis de la situación, de su situación, tanto que le ha hecho creer a una parte de la población que no ha logrado nada, por lo que no se merece nada y que solo ellos y sus fórmulas lograrán rescatarle del abismo en el que está.

Es cuestión de escuchar a varios, algunos, en un número indefinido discutir con facilidad sobre «lo mal que estamos», culpándonos a todos incluido el gobierno de turno, de su desastrosa situación en la que se dice «todo está corrupto», y se aumenta más aún con aquello de que «se están robando todo» aun cuando no tenga ni una versión peor prueba evidente. Para algunos de quienes son repetitivos del discurso escuchado en los medios, en el país se han recibido cifras variables cada cual más exagerada que habla de «cientos de miles de millones de dólares» que el régimen ha derrochado y nadie sabe a quién le dieron o como se gastaron, evitando dar motivos del conocimiento del tema se queda con la frase que «corrieron ríos de dinero» y  «ahora estamos en crisis y todo se ha gastado» en pagar «a una burocracia dorada, que gana millones a costa nuestra». Eso y más es lo que se ha impregnado en algunas voces y que se riega con frecuencia como parte de la discusión cotidiana, sin razón y sin sentido.

Asumiendo como preocupante el fenómeno existente que se agravada día a día en la conciencia de los ecuatorianos, uno se pregunta ¿en qué momento se logró forjar ese tipo de versiones distorsionadas en la gente?, la respuesta no es lejana de nuestra vida. Es el resultado repulsivo de una estrategia del discurso «tremendista», que busca crear un ambiente permanente de terror y desazón con la situación actual de la gente. Se trata de formar una tendencia o corriente de opinión pública en la que impere el desasosiego y la falta de futuro, con una crítica constante, perversa y falsa que cree pánico en lo que se viene. Es la versión que pega fuerte en la masa popular porque «todo está mal y va para peor».

Sí, es ese tipo de conciencia crítica en la siquis colectiva que se muele a cada momento en cada palabra, versión, entrevista o intervención que se tiene la oportunidad para regar ese tipo de conceptos. No hay necesidad de tener razones, sustentos, documentos, pruebas; solo se afirman los hechos corregidos y aumentados hasta la exageración y con micrófono abierto no se tiene ningún tipo de reserva en cuidar la honra ajena, porque, a fin de cuentas, se trata de destruir a un enemigo político puesto al frente, para eliminarlo de la aceptación popular y llegar a sustituirlo por uno de los que usan ese tremendismo como arma letal.

Es notorio que en los actuales momentos el tremendismo es uno de los elementos favoritos del debate político electoral ecuatoriano. Al mismo se ha acudido para lograr que la gente en una proporción no definida, niegue lo evidente. Es decir: que no reconozca los avances sociales en educación, salud, vivienda, formación intelectual, seguridad, justicia, equidad, institucionalidad, infraestructura o vialidad. Por más que sea beneficiaria de todos esos valores y haya recibido una parte positiva de ese crecimiento, simplemente se niega a reconocerlo porque ha impactado ese concepto de que «nada se ha hecho». De paso, no solo asume lo inaceptable sino que le culpa de las fallas que puedan haber tenido tal o cual proceso, y agradan las acusaciones cuando no se puede discutir lo que se ha hecho.

Es evidente que en la masa popular ha hecho efecto la aplicación de una «pedagogía del oprimido» de la que hablaba el brasileño Paulo Freire, que permite crear este tipo de inconscientes colectivos, a los cuales se los escucha «hablar de lo que no sabe», aunque sea de manera chocante, sin motivo ni sustento, y defiende a quienes lo han engañado, a pesar de que haya motivos para dudar de sus comportamientos anteriores. Si, esa estrategia la han puesto en práctica en la última década un grupo notorio de opinadores y «hábiles de la comunicación» que pululan en el ambiente y me refiero a líderes políticos, dirigentes gremiales, organizadores sociales o gestores culturales, toda una clase dirigente que ha sembrado esa tendencia tremendista que tiene en esta masa crítica a sus mejores defensores. Es decir: los oprimidos defendiendo a sus opresores. Con eso no hay como debatir, porque se pierde la razón, el sentido y hasta la propia convicción a la que le ponen en duda cuando le afirman con excesiva vehemencia lo que ni siquiera conocen, o acusan sin tener prueba alguna.

Y si es el discurso tremendista el que ha logrado calar en la política ecuatoriana, se debe sumar a la historia de este nefasto momento, el comportamiento perverso de algunos voceros, líderes y medios de opinión pública que sin ningún tipo de pudor se han sumado a la condición de actores políticos, haciendo de sus espacios cuarteles de la oposición, culpando al resto de medios y periodistas que no se suman a sus fines ocultos de «sesgados», ejerciendo el periodismo con un alto grado de intolerancia y de paso victimizarse en cualquier ocasión que han podido porque «En Ecuador no existen libertades» al pretender aplicar en ellos una sanción por su violaciones evidentes  a la ética profesional. El tremendismo ha sido aplicado con rigor con aquello de que «cada día se equivocan menos y mienten más» huelga decir que los resultados se pueden mirar como una especie de ambiente de post-bombardeo, en una masa crítica con la sensación de que todo está destruido y no hay una opción de futuro.

Ahora bien, el momento previo a las elecciones, que los tremendistas consideraban como el de la cosecha, parecería anticiparse como negativo y en contra de sus autores, en una especie de «Efecto Frankenstein» que el monstruo creado se volvió contra su creador. ¿Por qué?, pues por los primeros signos evidentes de rechazo que está sufriendo la tendencia tremendista. Ellos no contaron con la actitud silenciosa de los beneficiarios de la gestión del régimen actual, que sean muchos o pocos tampoco se sabe, pero que asimilan el discurso como de resultados y en esos casos siempre son favorables. Ellos han comenzado a testimoniar que la desgracia anunciada no sea tal, que la década en la que han crecido ha sido distinta a lo que oyeron o vieron en los líderes y medios opositores. No han dicho nada pero, es evidente que riegan entre los suyos, en su entorno, al menos en su espacio, una versión diferente al panorama perverso del que dicen han sido parte. Eso es al momento una especie de tendencia retenida pero creciente, la del testimonio agradecido por los beneficios puede ser un factor decisivo en una próxima elección.

Otro es el factor comparativo. En la opinión pública si se suele aplicar el efecto reflejo entre lo que le dicen y lo que está viviendo. Será cuestión de tiempo para poder establecer los parámetros entre «lo que se dijo que iba a pasar y lo que en realidad pasó». Si lo evidente comienza a ser parte de lo que la sociedad vive, entonces se cree menos en el discurso de quienes pregonan y anuncian los «males que se vendrán» y que sin duda son parte de la campaña electoral que actualmente enfrentamos. Si uno se pasa exagerando, negando y calumniando en un tiempo y, ahora, quiere volver a insistir en aquello, con una verdad a comparar con lo dicho, entonces queda en duda la palabra del promotor del tremendismo.

Impacta además el efecto de ese tremendismo en las propias filas de la oposición política ecuatoriana, que ahora se enfrenta en sí mismo a una dispersión grosera en sus filas con traiciones e inculpaciones entre ellos por una ambiciosa y hasta codiciosa posición de lucha por el poder, ya que sus palabras, acusaciones mordaces y perversidades, se vuelven en su contra por haber incurrido en el exceso de un ambiente tan cargado de negatividad, que ahora nadie quiere asumir cual fue más opositor que el otro y, quien está en sus filas luego de haber colaborado con el régimen.

La oposición no asume hasta ahora que haber creado una tendencia de tan alta conflictividad, al haber constituido una masa crítica tan ofensiva, está marcando la expectativa de lo que ellos han promovido que harán. Es decir, después de haber destruido todo lo que ha hecho el actual movimiento en el poder, a los tremendistas les llegó la hora de explicar ¿Qué van a hacer?, y con toda la suspicacia del caso exponer las soluciones para la crisis que ellos dicen que existe y, si las respuestas son flojas, insuficientes, carentes de realidad, sin sustento, entonces se volverán en su contra las perversidades que las dijeron con tanta mala boca. El discurso se está cayendo en estos días al no poder exponer soluciones y, reconocer que «hay cosas buenas del gobierno que se han hecho», lo cual los muestra contradictorios o mentirosos. Y si no lo admiten, los meros anuncios de cambios, reducción de beneficios sociales o, la mera posibilidad de que con ellos las cosas serán diferentes en cuanto a positivo, les enrostra fieramente con una comunidad activa que los ve con desconfianza y duda de sus intenciones o las repudia abiertamente.

Y si se toma en cuenta que algunas experiencias de conquista del poder con el tremendismo como bandera en estos últimos días, dan como resultado que la situación no ha sido como ellos la pintaron y no puede actuar como dijeron, destruyendo la moral pública que en ellos creyó en su momento. Si no es cierto lo que digo, miren como se vuelve en su contra todo lo actuado y dicho por Mauricio Rodas en Quito, la oposición venezolana y su inefectividad golpista en la asamblea legislativa, o las acciones asumidas por Macri que han deteriorado en forma cruel a mayor pobreza en Argentina. Eso es el tremendismo.

Finalmente, los esfuerzos de los medios tremendistas tienen también su punto crítico cuando la gente encuentra en una frase, en una intervención, reporte o dato de prensa, motivos para criticarlos, negándoles el derecho a la razón cuando ellos mismo construyeron ese tipo de opinión pública que se fijó mas en los excesos que en las verdades. Pronto se han vuelto en contra de la prensa y han ganado calle en las redes sociales, las versiones de respuesta, crítica, censura y reacción anti-medios, anti-periodistas o anti-líderes, disputándoles en la propia gente que antes eran sus consumidores, el derecho a tener siempre la verdad. Ahora la duda es creciente cada vez mas y el conflicto pesará mucho a la hora de elegir.

Al final solo queda calando la frase que siempre se menciona a la hora de juzgar un hecho: «si tanto hablaste de lo malo, después de eso todo lo peor se volverá en tu contra».

Fuente: http://ecuadorinmediato.com/index.php?module=Noticias&func=news_user_view&id=2818808906&umt=tremendismo_sometidos_mas_que_por_fuerza_por_engayo