La Revolución Ciudadana se impuso suscitando un alto nivel de entusiasmo entre la población ecuatoriana; un entusiasmo difuso que se ha sostenido por lo menos hasta las últimas elecciones generales en las cuales Rafael Correa se impuso con 57% en la primera vuelta. Entre el desgaste fisiológico, la crisis económica, los ataques de los adversarios […]
La Revolución Ciudadana se impuso suscitando un alto nivel de entusiasmo entre la población ecuatoriana; un entusiasmo difuso que se ha sostenido por lo menos hasta las últimas elecciones generales en las cuales Rafael Correa se impuso con 57% en la primera vuelta. Entre el desgaste fisiológico, la crisis económica, los ataques de los adversarios políticos y errores más o menos garrafales, ese fervor ciudadano se ha ido menguando, disipando así un capital de apoyo particularmente amplio.
Aun así, el oficialismo -incluso sin Rafael Correa- tiene posibilidades de victoria todavía muy altas, aunque lo más probable es que los márgenes sean más reducidos y se haga necesaria una segunda vuelta. Se trata de un momento crucial: la tendencia es negativa y la sensación de que el proceso haya entrado en un estado de burocratización y esclerotización es creciente, pero somos muchos aquellos que pensamos que el regreso de la derecha representa el mal peor.
Eso no debería inducir a aquellos que, entre mil dudas y perplejidades, seguimos apoyando críticamente este proceso, a la pasividad política, esa inclinación fatalista que inevitablemente lleva al secuestro de cada experimento por parte de pequeñas oligarquías. Si bien no podemos decir que la Revolución Ciudadana fue un verdadero movimiento de masa (eso toma mucho más que lo electoral), es cierto que en ella se cristalizaron las ambiciones de un pueblo en búsqueda de redención. Hay que empeñarse para que ese carácter plural se restablezca, así como esa orientación progresista que a ratos se ha venido abajo.
Se acerca el proceso en el cual los actores políticos tendrán que definir sus candidaturas que abrirán oficialmente la campaña de cara a las elecciones de 2017. Tengo tres consejos para que las bases y los simpatizantes que rehúyen las impostaciones doctrinarias ejerzan su derecho a decir la suya.
1. Rechacen cualquier Daniel Scioli de turno. Cada Daniel Scioli trae un Mauricio Macri. Cada viraje hacia el centro es el preludio de la derrota. Bueno fuera si, en vez de la campaña ‘Rafael Contigo Siempre’, alguien se hubiese organizado para recolectar firmas en favor de un proceso de primarias interno a AP, a falta de un verdadero partido con sus órganos democráticos de selección. ¿Será tarde para que eso suceda?
2. Clamen para que los candidatos a la Asamblea Nacional sean representativos. Invoquen gente con ideas, argumentos; rechacen aquellos cuyo único mérito reside en su lealtad incondicional hacia los de arriba o en el control clientelar de paquetes de votos. Más líderes sociales que se hayan empeñado en luchas por la igualdad y la libertad arriesgándolo todo, menos burócratas en carrera.
3. Desencadenen debate, pongan en la mesa cuestiones que han sido desatendidas, quéjense de lo que ha ido mal, reclamen su derecho a la participación. Política comercial, aborto, endeudamiento, cuestión ambiental, ejercicio del poder, etc. No hay materia que tenga que estar más allá del alcance de la deliberación popular. ¿No era su preclusión al escrutinio público lo que tanto odiábamos del neoliberalismo?
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/tres-consejos-para-las-bases-de-ap