1 de enero de 2006. La celebración tenía un carácter especial. Contra todos los vaticinios, encuestas y pronósticos, Evo Morales y el MAS obtuvieron casi el 54% de una elección en la que participó más del 80% de la población habilitada. Junto a la euforia que vivía el pueblo, estaba la preocupación por el manejo […]
1 de enero de 2006. La celebración tenía un carácter especial. Contra todos los vaticinios, encuestas y pronósticos, Evo Morales y el MAS obtuvieron casi el 54% de una elección en la que participó más del 80% de la población habilitada. Junto a la euforia que vivía el pueblo, estaba la preocupación por el manejo de la estructura de gobierno, por las primeras medidas que había de implementar, por la forma que debía conducirse la economía y por los resguardos necesarios para resistir la embestida de la clase dominante expulsada del poder y de un imperio que no cejaría en su propósito de mantener el sometimiento. Los preparativos consumían horas y horas durante días y días. Debíamos estar con todas las herramientas listas hasta mediados de ese escurridizo enero que tenía apenas 22 días, pues luego comenzaría otro tiempo.
1 de enero de 1959. Un tembloroso general, al que Batista le había dejado el penoso deber de intentar postergar el avance del pueblo que, en Santa Clara, había derrotado a la dictadura. Como en sueños y leyendo el libreto que le dejaron, aquel militar propuso que, el pueblo en armas, le reconociera como presidente interino, a cambio de lo cual ofrecía convocar a elecciones en el menor tiempo posible. Incluso se atrevió a insinuar que había adelantado conversaciones con Fidel Castro. La respuesta fue contundente y aquel general desapareció, con nombre y todo, mientras el Camilo ocuparon La Habana y se instalaron en La Cabaña. Desde allí dirigieron los grandes operativos hasta la llegada de Fidel que avanzó desde Santiago de Cuba entre vítores y aclamaciones.
Cuarenta y siete años separan ambos 1 de enero. Para la vida de un hombre, es tiempo talvez demasiado largo. Para la lucha de los pueblos, es un lapso de maduración. Lo comprueba el hecho de que, poco antes y poco después, en varios países de nuestra América morena se avanzó por la senda trazada en aquellos primeros años de la Revolución Cubana. No porque se ideó un programa, sino porque los principios que se esgrimieron en las Declaraciones de La Habana, expresaban con claridad las expectativas y anhelos, las necesidades y requerimientos los sueños y deseos de millones de latinoamericanos sumidos en la miseria y el atraso, como condición para sostener el derroche de los países industrializados.
Salud solidaria
Los bolivianos, no conocíamos la salud sino como estructura de poder. La seguridad social era, y aún queda todavía grandes resabios de esto, un sistema para mantener enfermos a los enfermos y débiles a los débiles. Eran sanos y curaban sus enfermedades los que podían pagar una consulta particular y una clínica privada.
Después del 1 de enero de 2006, antes aún de que Evo Morales asumiera la presidencia de Bolivia, cientos de médicos cubanos llegaron a Bolivia y se distribuyeron a lo largo y ancho del país. Curaban. Los enfermos se sanaban. Los débiles aprendían cómo vivir bien. Pero, sobre todo, estamos aprendiendo el valor de la solidaridad.
Al mismo tiempo que llegaban casi 2.000 médicos, ese mismo año, Cuba abría su Escuela de Medicina para 5.000 estudiantes bolivianos elegidos entre los buenos alumnos que no tenían posibilidades económicas. Es la solidaridad de un pueblo que no tiene otra riqueza que su dignidad, su internacionalismo, su hermandad. A cambio no pide ni espera nada.
Educación enriquecedora
Dos años y medio han bastado para que, con el sistema cubano reconocido por los organismos internacionales, Bolivia se declare libre analfabetismo. Esto ha ocurrido el pasado 20 de diciembre.
Brigadas de alfabetizadores cubanos, bolivianos, venezolanos y de otros países, programaron el número de personas que debían enseñar, los tiempos que requerían, las condiciones que encontrarían y los resultados que esperaban. Se consiguió paneles solares para aquellos lugares a los que aún no llega la electricidad. Se reunió una considerable cantidad de lentes para los mayores que aprendían a leer y escribir.
Con una planificación cuidadosa, el programa educativo «Yo sí puedo» tuvo efectos fascinantes. Uno a uno, los 327 municipios del país fueron declarados libres de analfabetismo. El último de ellos, fue la ciudad de Riberalta, en el extremo norte del Beni, vasto departamento donde faltan vías de comunicación estables. Después sólo quedó el emotivo acto en el que Bolivia se declaró, y fue reconocido por UNESCO, como el tercer país americano libre de esta lacra social.
Ahorro energético
Treinta por ciento de energía se logró ahorrar en 2008, al sustituir más de 6 millones de luminarias en las viviendas y en el alumbrado público por los llamados «focos ahorradores». En el comercio, estas unidades se compran a precios entre 24 y 28 bolivianos. Los que entregó Cuba, con el decidido apoyo de Venezuela, se cambiaban sin costo por las ampolletas incandescentes.
Aparte de la reducción en el gasto que ha tenido cada familia, el ahorro dela energía a nivel nacional, permitió sortear las dificultades derivadas de los bajos niveles en las represas de las hidroeléctricas y las dificultades habidas en la explotación de hidrocarburos.
La solidaridad cubana garantizó que siguiera adelante el programa de cambios iniciado en Bolivia. Sin su apoyo, los obstáculos que enfrentamos se hubiesen tornado más difíciles de remontar.
¡Cuba si!, ¡yanquis, no!
Estamos con Cuba. Deseábamos celebrar, junto a sus líderes, este 1 de enero en La Habana. Son muchas las razones que no lo permiten. Desde aquí, sentimos en lo más íntimo que la Revolución Cubana es nuestra revolución.
El presidente Evo Morales Ayma, en la reciente reunión conjunta de UNASUR, el Grupo de Río, MERCOSUR y CARICOM, en el Brasil, hizo una propuesta que refleja el alto grado de compenetración que hay entre los procesos que se viven en la isla antillana y esta tierra mediterránea. Propuso, nuestro presidente, que todos los países latinoamericanos retiren sus embajadores en Washington, hasta que la Casa Blanca suspenda definitivamente el bloqueo contra Cuba.
El principio de que, las relaciones entre los países, deben darse en una atmósfera de respeto mutuo, podrá cumplirse cuando Estados Unidos reconozca a Cuba el derecho a gobernarse por sí misma, con el sistema que considere más apropiado y la conducción de quienes elija por su libre voluntad.