Elecciones en Venezuela Terminadas las elecciones presidenciales el domingo 3 de diciembre en la República Bolivariana de Venezuela, se impuso por un amplio margen el actual presidente y candidato a la reelección Hugo Chávez. Tal como todas las encuestas previas venían indicándolo, la diferencia con su contrincante Manuel Rosales fue enorme; tanto, que pocas horas […]
Terminadas las elecciones presidenciales el domingo 3 de diciembre en la República Bolivariana de Venezuela, se impuso por un amplio margen el actual presidente y candidato a la reelección Hugo Chávez.
Tal como todas las encuestas previas venían indicándolo, la diferencia con su contrincante Manuel Rosales fue enorme; tanto, que pocas horas después de terminados los comicios el mismo candidato opositor lo reconoció con un discurso que no dejó lugar a dudas.
Según los primeros datos ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral la tendencia establecía una diferencia de aproximadamente un 23 % a favor de Hugo Chávez, con más del 61 % del electorado a su favor contra un 38 % de Rosales. La abstención fue la más baja de todos los procesos electorales anteriores en la historia nacional, ubicándose alrededor del 25 % del padrón.
En términos generales la jornada electoral transcurrió muy normal, sin sobresaltos. Salvo pequeños inconvenientes técnicos menores -en todos los casos rápidamente subsanados- no se registraron problemas que alteraran el orden público ni el normal desenvolvimiento de los centros de votación. La participación fue masiva, y durante todo el día reinó en el país un clima festivo. Las sospechas de planes desestabilizadores por parte de la oposición llamando a desconocer los resultados oficiales y promoviendo movilizaciones callejeras denunciando fraude ni siquiera llegaron a comentarse. Si bien esos planes pueden haber estado concebidos, armados y listos para ser puestos en práctica, las circunstancias políticas no los favorecieron en modo alguno. Salvo lo recalcitrante de algunos medios comerciales de comunicación -eternos detractores de las políticas del gobierno y fundamentalmente de la figura de Hugo Chávez- y sectores de ultra derecha que siguen apostando por el golpe de Estado, el clima que envolvió los comicios fue de acatamiento a los resultados oficiales y de respeto al orden constitucional. Los más de 200 observadores internacionales (de Unión Europea, de OEA, del Centro Carter, de Mercosur) dieron fe de la transparencia de todo el proceso.
El apoyo popular de Hugo Chávez sigue creciendo. Cuando ganó sus primeras elecciones, el 6 de diciembre de 1998, obtuvo en ese entonces el 56,24 % de los votos. Posteriormente, el 30 de julio del 2000, luego de una Asamblea Constituyente promovida para iniciar transformaciones sociales, fue relegitimado con 59,50 por ciento de los sufragios. Y con un 60 % venció en el referéndum revocatorio en el año 2004. Ahora superó ese techo histórico, y la marea «chavista» parece seguir en aumento.
La llave de este proceso es una combinación de factores. Definitivamente Hugo Chávez es un líder carismático como pocos. No hay dudas que ya entró en el salón de la fama de los grandes estadistas; y entró por la puerta grande. Su estilo coloquial, directo, franco, lo coloca como un maestro en el arte de la comunicación con las masas. Habla con su pueblo de tú a tú y en el mismo lenguaje; ambos se entienden, se aman, se retroalimentan. Realmente despierta pasiones. Pasiones encontradas, por cierto: amor entre los humildes, pero odio entre las clases media y alta. Nadie puede quedar al margen de su magnetismo. Y de hecho, su impronta está quedando marcada no sólo en Venezuela sino en la política internacional.
Por otro lado, las medidas que impulsa el proceso que lidera tienen un gran impacto en amplias capas populares, históricamente abandonadas. Desde su llegada al palacio de Miraflores la renta petrolera tiene un carácter popular y verdaderamente llega a los más necesitados a través de numerosos programas sociales. Con las particularidades del caso, retomó buena parte del ideario socialista caído décadas atrás. Su discurso de cambio social y en beneficio a los pobres ha reabierto las esperanzas en otro mundo posible. De hecho, en Venezuela todo eso está cobrando cuerpo a pasos agigantados en una curiosa combinación de capitalismo y economía estatal con fuerte proyección social. Los resortes de la participación y el poder popular abren nuevas esperanzas en todo el campo popular.
Pero el apoyo no se concentra sólo en los sectores más humildes, clase obrera, pobres urbanos, campesinado. De hecho hubo sectores del empresariado nacional que felicitaron al presidente ni bien se conocieron los primeros datos del Consejo Nacional Electoral en horas de la noche. Esto indica que en Venezuela se están moviendo las aguas; las transformaciones sociales comenzaron y no se detienen, por lo que la oligarquía se ha posicionado rápidamente.
Las primeras reacciones al proceso que se puso en marcha en 1998 fueron de repudio. Para prueba: intento de golpe de Estado, paros patronales, sabotaje petrolero, continuo clima de agresión por parte de los medios comerciales de comunicación. La mano de Washington ha estado tras todo esto. Pero ahora, luego del triunfo de ayer, 3 de diciembre, cuando el apoyo popular crece cada vez más, nuevos sectores empresariales, ya sea porque están resignados o porque tienen otras tácticas dirigidas a influir desde adentro para preservar los intereses del capital -sin descartar escasas excepciones de empresarios con mentalidad de izquierda moderada- parecen amoldarse al discurso del nuevo socialismo del siglo XXI, tratando de hacer prosperar la idea de un capitalismo «con rostro humano» y propiedad privada de los medios de producción con un sentido «social».
El triunfo bolivariano de este domingo fue inobjetable. Y tal como dijo el mismo presidente reelecto, estas elecciones no son un punto de llegada sino un punto de partida. La cuestión es: ¿hacia dónde se parte?
Ahí está el gran interrogante. ¿Cómo profundizar el socialismo del siglo XXI? De momento, a pocas horas del triunfo electoral, el clima es de gran algarabía entre los más amplios sectores populares, y de resignación entre las clases medias que fueron vilmente manipuladas y llevadas a una situación de «antichavismo» visceral. Pero esto es sólo una batalla. ¿Cómo sigue la guerra? ¿Cómo se reacomoda el gran capital nacional e internacional?
Porque sin ningún lugar a dudas, la guerra continúa. Guerra de clases que lidera Washington, que sigue viendo en los recursos petroleros de Venezuela «sus» reservas propias. Guerra de clases de los grandes grupos económicos nacionales, aliados estratégicos del imperialismo. ¿Qué viene ahora?
Sólo la profundización de las medidas socialistas podrá evitar que la revolución retroceda. Y es ahí donde están planteados los interrogantes. Por lo pronto, el mismo domingo a la noche desde el balcón presidencial en la casa de gobierno Hugo Chávez, ante una multitud de seguidores, llamó a redoblar esfuerzos para seguir en la construcción del socialismo con una batalla frontal contra la corrupción y el burocratismo.
Es prematuro decir para dónde va el proceso ahora. Lo que sí está claro es que la ratificación de la revolución por medio de las urnas y con esta victoria contundente abre hermosas oportunidades a futuro para la construcción de nuevas perspectivas. De todos y todas los que apostamos por ese nuevo mundo posible depende la marcha que el proceso vaya tomando. En ese sentido, la República Bolivariana de Venezuela es hoy uno de los lugares más interesantes para forjar la historia del siglo XXI. Y esperemos que una historia más favorable a los sectores populares que lo que vimos en el siglo pasado.