A juzgar por ciertas señales, definitivamente destila sabiduría popular la frase que, sin pretenderla literal, reza: El Hombre es el único animal que tropieza más de una vez (innúmeras) con la misma piedra. Ello se refleja con fuerza si se atiende el criterio del jefe del Estado Mayor de EE.UU:, general Mark Miller, de que […]
A juzgar por ciertas señales, definitivamente destila sabiduría popular la frase que, sin pretenderla literal, reza: El Hombre es el único animal que tropieza más de una vez (innúmeras) con la misma piedra. Ello se refleja con fuerza si se atiende el criterio del jefe del Estado Mayor de EE.UU:, general Mark Miller, de que «la próxima guerra mundial es casi inevitable», como aseveró al diario The Independent.
Según el rotativo Granma, hace muy poco el mandamás del Pentágono, Ashton Carter, no descartó que su país pueda hacer uso del potencial nuclear y dejó entrever que el objetivo más probable sería… Rusia. ¿Le creemos a los nuncios del Apocalipsis? Al menos, perseveremos en la vigilia, dado el hecho de que, nos recuerda HispanTV, «Estados Unidos mantiene la prerrogativa de ser el primero en activar una bomba atómica…», mientras que algunas potencias, entre ellas China, se han comprometido a abstenerse de la vanguardia en emplearla -tras pensarlo despaciosamente, Rusia incluyó en su nueva estrategia castrense la cláusula de su utilización frente a una agresión convencional, «si peligra la existencia misma del Estado»-, algo que, en palabras del secretario de Defensa de la Unión norteamericana, tiene sin ciudado a la OTAN, cuyos miembros «no van a renunciar a esta opción», porque, insistió, «ha sido nuestra política desde hace mucho tiempo [remember Hiroshima y Nagasaki], y forma parte de nuestros planes para el futuro».
Uno de los que sostienen la visión lúgubre es el presidente Bashar al-Assad, para el que la situación acontecida en el Oriente Medio, azuzada por USA, junto con los demás conflictos en el planisferio, anticipa una (otra) conflagración universal. Así, sin medias tintas. «En el aire se nota el olor a guerra que usted [la entrevistadora del Komsomólskaya Pravda] describe como la Tercera Guerra Mundial, pero todavía es un enfrentamiento militar directo». Para él, existe una especie de «guerra fría en evolución», provocada por «Occidente y, en especial, Estados Unidos», dado que «no detuvieron la Guerra Fría ni siquiera después del desmembramiento de la Unión Soviética». Al comentar que el objetivo principal del Departamento de Estado en Siria resulta salvaguardar su predominio tanto en la región como en el orbe, a semejanza del panorama unipolar nacido tras la caída de la URSS, afirmó lapidariamente que «preservar la hegemonía estadounidense en el mundo, no permitir que aparezcan socios en la arena política o internacional, ya sea Rusia o sus aliados en Occidente», he ahí la meta del Tío Sam.
Por qué citar precisamente a Al-Assad, se preguntaría un inadvertido, ante el que no dudaríamos en evocar que, como opina un observador, «el entorno de todas estas amenazas es el de la guerra en Siria, donde parece que los 250 000 muertos y otros miles de heridos no son cifras suficientes para poner freno a la masacre».
No en vano, «lo que sucede es que la guerra en Siria ha dejado muy claro que Estados Unidos y otros países del Golfo brindan apoyo militar y financiero a los grupos terroristas, principalmente el Al-Nusra, y apuestan a sacar del poder al presidente sirio, Bashar al-Assad, al precio que sea necesario. Caen las caretas de los rostros de Occidente cuando hasta la propia Europa suspende la decisión que había adoptado de no brindar ayuda militar a esos grupos terroristas». Posición que contó (cuenta) con el raudo apoyo de Washington.
En este contexto, habremos de recurrir a la socorrida red mediática Voltaire, la cual ha hecho hincapié en que «se aceleran los acontecimientos alrededor de la crisis siria, poniendo así de manifiesto la real envergadura del conflicto entre el bando de los atlantistas y el bloque ruso-chino». Tras referirse al creciente peligro de extensión de la contienda convencional, o incluso nuclear, el analista Thierry Meyssan opina que Washington se plantea seriamente como su única opción la colisión bélica, para la cual ha requerido la cooperación de los aliados, en aras de supuestamente combatir el autotitulado Estado Islámico, cuando en sí -verán los que quieran ver- prepara un ataque contra Damasco, ciudad que, junto con Latakia, recibiría una «rociada» de cohetes de largo alcance, y los combatientes nacionalistas, menudo bombardeo.
Mas la reacción de Moscú no se ha hecho esperar. Ha enviado e instalado en la nación mesoriental nuevas baterías de misiles antiaéreos S-300 y S-400. Los cuales pueden destruir en vuelo no solo cualquier avión -incluyendo los furtivos-, sino también los misiles crucero. Además, la Duma, o Cámara Baja, aprobó un acuerdo bilateral que autoriza por indefinido período el despliegue de un grupo aéreo en la base de Hamaimim. Lo que evitaría, de ser posible, hechos tales la reciente embestida gringa contra las posiciones del Ejército Árabe Sirio en la zona de Jabal Thardaj, en los alrededores del aeropuerto de Deir Ezzor.
Ahora, ¿por qué este reconcomio con la nación euroasiática, y con su protegida? El propio Thierry Meyssan nos brinda la razón. Washington trata de no perder terreno sin tener que desatar la Tercera Guerra para eternizarlo, lo cual parece un objetivo imposible de alcanzar. Aunque, desde que se rompió en Siria el cese de las hostilidades, mientras las sociedades occidentales afectan tranquilidad y la rusa y la china muestran grave preocupación -en Moscú, la televisión transmite imágenes sobre los refugios antiatómicos y juegos de equipos en campos de obstáculos para entrenamiento militar-, lo cierto es que, de acuerdo con nuestra fuente, con la que comulgamos, los Dos Grandes se envían entre sí mensajes «que ponen los pelos de punta. A raíz de las amenazas estadounidenses de ataques aéreos contra Siria, Moscú suspendió el acuerdo sobre la limitación de los volúmenes de plutonio e hizo disparos de pruebas con tres misiles intercontinentales para hacer ajustes en su sistema de lanzamiento de armas nucleares. […] Por otra parte, [el Kremlin] dio instrucciones a sus diplomáticos en los países miembros de la OTAN para que sus familias regresen a Rusia, instándolos además a estar listos a repatriarse ellos también en cualquier momento».
Así las cosas, aunque tensemos nuestra capacidad de optimismo, no alcanzaremos a olvidar que, si lo que el Departamento de Estado buscaba al principio era concretar su plan de primavera árabe -o sea, el derrocamiento de los regímenes laicos de la región y su sustitución por la Hermandad Musulmana-, Moscú y Beijing «llegaron rápidamente a la conclusión de que el mundo no puede seguir bajo el control de Estados Unidos y de que ese país no puede seguir conservando un poder de decisión sobre la vida y la muerte de los pueblos de todo el planeta».
Aún más cuando, al interrumpir el trayecto histórico de la Ruta de la Seda a través de Siria, y posteriormente también la nueva vía por el interior de Ucrania, Washington ralentizó el desarrollo de China y Rusia. Pero, en el clásico tiro por la culata, con ello asimismo empujó a los dos a establecer una alianza. Para su mayor inri, la imprevista resistencia del pueblo sirio ha obligado a los Estados Unidos a «poner en juego su predominio mundial. El mundo, que se había hecho unipolar en 1991, con la operación ´Tormenta del Desierto´, está a punto de sufrir un nuevo cambio y hacerse nuevamente bipolar; incluso es posible que posteriormente se vuelva multipolar», conforme al analista de la Red Voltaire.
Si en 1990-1991, el cambio de orden se concretó sin guerra -la invasión de Irak no constituyó la causa de esa transformación, sino una de sus consecuencias-, el precio fue el derrumbe de la Unión Soviética, cuyas riquezas devinieron saqueadas en aras de la sacrosanta privatización, entre otros entuertos provocados -probablemente en primer lugar- por el sabotaje de la CIA contra una economía de fallas pero asentada todavía como la segunda del orbe. En todo caso, aquel proceso demostró -sentencia Meyssan- que un reequilibrio global no tiene que provocar fatalmente un encontronazo generalizado. Pero quién quita que la Casa Blanca no esté dispuesta a pagar la evidente caída de su pedestal económico, político, y avenirse a la igualdad con Rusia.
Por eso, como piensa Marcelo Colussi, hoy día las probabilidades de la tercera liza total son reales. «El capitalismo, en tanto sistema planetario, y también su locomotora, la economía estadounidense, desde el año 2008 cursan una profunda crisis de la que no se terminan de recuperar. En ese escenario, el auge de China y su incontenible pujanza resultan una afrenta insoportable. Ante ello, la posibilidad de una guerra funciona como válvula de escape, como salida de emergencia».
De manera que, aunque huyamos de la etiqueta de agoreros, tengamos presente, además del que los halcones norteños -se sabe- consideran a la conflagración parte de una condición intrínseca al homo sapiens, se ha comprobado fehacientemente que el sistema económico basado en la ganancia no brinda soluciones cabales a los problemas. «Si lo que cuenta es seguir ganando dinero a cualquier costo, eso choca con la realidad humana concreta: vale más la propiedad privada que la vida humana […] En esa lucha por mantener la supremacía, o dicho de otro modo, por no perder un centavo de la ganancia capitalista, la geoestrategia de Washington apunta a asfixiar por todos los medios a sus rivales, a sus verdaderos rivales, que no son ni la Unión Europea ni Japón; que son, sin vueltas de hojas, el eje Pekín-Moscú. La guerra, lamentablemente, es una de las opciones, quizá la única, en esta lucha a muerte».
¿Vamos inexorablemente hacia otra global, la postrera?, se cuestiona Colussi, como dándonos la oportunidad de discrepar. Y no nos atrevemos a contestar a tamaña «provocación», aunque no podemos menos que rememorar aquello de que el Hombre es el único animal que tropieza una y otra vez con la misma piedra. ¿Entonces?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.