Las declaraciones de Donald Trump al portal Axios desataron una tormenta política en Venezuela. El presidente de Estados Unidos puso en duda la “estrategia Guaidó” de su gobierno para terminar con el mandato de Nicolás Maduro y hasta se mostró de acuerdo, y éste fue el título de la prensa mundial, a reunirse con el presidente de Venezuela.
La respuesta de Maduro fue mesurada, algo no habitual. Sólo una declaración a la agencia estatal de noticias AVN, donde dijo que está dispuesto a conversar “respetuosamente” con Trump, como ya lo hizo en su momento con Joe Biden, el vicepresidente de Barack Obama, y ahora candidato Demócrata a la presidencia.
Después, Trump niveló las cargas, y tuiteó que sólo se reuniría con Maduro para buscar “su salida pacífica del poder”. Pero aún matizada por Trump, esto no alcanza para frenar una debacle que no es nueva en la oposición venezolana: la debacle Guaidó.
Una cuesta abajo que comenzó con el fracaso del golpe de Estado de abril del año pasado. El broche de oro de la reunión con Trump en enero de este año en Washington no le puso freno a la debacle y ahora, apenas cinco meses después, Guaidó se queda sin su único soporte, mientras fronteras adentro, como ya se sabe, su capacidad ya no de movilizar sino al menos de entusiasmar a alguien, es nula.
Todo esto pasa mientras la iniciativa política está en manos del gobierno, que en acuerdo con un sector de la oposición -el que está en la llamada Mesa de diálogo- renovó el Consejo Nacional Electoral y se encamina a elecciones parlamentarias, nada más y nada menos que para cambiar toda la composición de la Asamblea Nacional. Es decir, el único lugar donde a duras penas todavía tenía algo de espacio institucional la oposición que sigue a Guaidó.
Además, el gobierno de Maduro logró quebrar a al menos dos partidos políticos del guadosismo, Acción Democrática y Primero Justicia. El Tribunal Supremo de Justicia le entregó el uso de las listas y los emblemas partidarios a sectores que -claro está- van a ir a las elecciones.
Desde los cuarteles de Guaidó dijeron lo que se sabía: que ellos no participarán en esos comicios, pero esto fue antes del baldazo de agua helada de las declaraciones de Trump que dejan a Guaidó y sus aliados internos más solos que nunca.
Por eso mismo, para el gobierno de Nicolás Maduro las declaraciones de Donald Trump, dejando abierta la puerta de un diálogo son un soplo de aire fresco, aun cuando la posibilidad real de ese encuentro está muy pero muy lejana.
Para terminar hay que dejar abierto un interrogante: qué harán ahora los países de la Unión Europea y de América Latina que se alinearon con Estados Unidos y reconocieron a Guaidó como “presidente encargado”? Por ahora, se mantienen en silencio. Un silencio que aturde.
*Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuela. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)