El triunfo de Donald Trump representa la segunda derrota del neoliberalismo después del 2005 en Mar del Plata. Aquella vez fue de la mano de la izquierda encabezada por Hugo Chávez, ésta vez por la ultraderecha nacionalista. La clase dominante estadounidense apostó por la candidata del partido demócrata no por Trump. La derrota fue también […]
El triunfo de Donald Trump representa la segunda derrota del neoliberalismo después del 2005 en Mar del Plata. Aquella vez fue de la mano de la izquierda encabezada por Hugo Chávez, ésta vez por la ultraderecha nacionalista. La clase dominante estadounidense apostó por la candidata del partido demócrata no por Trump. La derrota fue también de los grandes medios, desembozados voceros del poder. Durante la campaña electoral el New York Times y el Wall Street Journal, llegaron a afirmar descaradamente que Trump era el candidato de Vladimir Putin, presentado como una especie de nuevo Stalin. Pero los norteamericanos votaron pensando en la crisis real que los golpea desde el 2008 y no guiados por las falsedades de los medios. La crisis capitalista que eclosionó en el 2008 sigue siendo una gangrena en el corazón del imperio. El desempleo y la pobreza aumentan sostenidamente en Europa como en Estados Unidos, y su gente empezó a mirar con desconfianza al neoliberalismo y la globalización. El «brexit» es un buen ejemplo.
La decadencia imperial y emergencia de la izquierda
Frente a la crisis que extiende su manto de pobreza y desempleo los pueblos del mundo empezaron a volcar sus votos en la izquierda. Syriza en Grecia, Podemos en España y Bernie Sanders en Estados Unidos, un candidato socialista que con un poco más de tiempo probablemente iba a ser el competidor de Trump.
En Latinoamérica, donde el neoliberalismo hizo sus primeros estragos, dejando miseria a su paso, los levantamientos se produjeron mucho antes: la rebelión zapatista en 1994 y el triunfo de Hugo Chávez en 1998. En el camino abierto por Chávez transitaron Evo Morales, Correa, Mujica, Ortega y Néstor Kirchner. Fue una década completa de auge popular que se cerraba con el triunfo de Fernando Lugo en Paraguay, uno de los países más conservadores de la región. La respuesta del imperio ante la amenaza progresista fue el golpe de Estado, como era de esperarse. El hoy derrotado partido Demócrata fue el impulsor de los golpes en Honduras, Paraguay y Brasil, y los intentos similares en Ecuador, Venezuela y Bolivia. Mientras Obama se atareaba en organizar golpes en su «patio trasero», su patio interno se estaba incendiando preparando el camino a Donald Trump.
Fracaso neoliberal
La crisis capitalista sigue abierta y no se ve la luz al final del túnel. 50 millones de norteamericanos hoy viven por debajo de la línea de la pobreza, incluyendo unos 14 millones de niños, según cifras de la propia Casa Blanca. Para muchos el sueño americano se convirtió en una pesadilla. Europa no le va a la saga, España, la cuarta economía europea, tiene un desempleo que alcanza al 21% de la población activa, casi 5 millones de personas. En Grecia la tasa de pobreza llegó al 8%, superando lejos a varios países del tercer mundo.
El retorno de la izquierda
Las expresiones de izquierda empezaron a emerger de manera proporcional en la medida que las fuerzas reaccionarias del neoliberalismo se fueron imponiendo en el mundo: al aumentar la pobreza y el desempleo aumentaron las apuestas por el progresismo. En la mayoría de los países, la gente optó electoralmente por la izquierda, incluso en los Estados Unidos, donde Sanders puso en aprietos a Hilary Clinton, la candidata del neoliberalismo. Las razones (agotamiento del modelo) para el surgimiento de la izquierda siguen latentes, y antes que se produzca una recuperación de la economía capitalista lo más probable es que la crisis se profundice.
El neoliberalismo recuperó terreno en América Latina imponiendo su fuerza a través de golpes de Estado y acciones desestabilizadoras. No obstante, los referentes del progresismo mantienen una alta popularidad a pesar de su desplazamiento del poder, como son el caso de Lula, Lugo, incluso Cristina Kirchner. La ofensiva neoliberal empieza a diluirse, ya perdió en su propio terreno, y si no aparecen figuras populistas de derecha a corto plazo, pareciera ser que Latinoamérica volverá a los brazos de la izquierda en muy poco tempo.
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