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Tupac Amaru, hace 228 años

Fuentes: Bolpress

Habían pasado apenas 80 años desde que unos hombres blancos, barbudos y soberbios, llegaron a lo que hoy es América, creyendo que lo hacían a las Indias. Los dueños de esta tierra les recibieron amablemente, pero éstos les sometieron de inmediato. Les llamaron «indios» y de principio declararon que éstos no tenían alma. Así comenzó […]

Habían pasado apenas 80 años desde que unos hombres blancos, barbudos y soberbios, llegaron a lo que hoy es América, creyendo que lo hacían a las Indias. Los dueños de esta tierra les recibieron amablemente, pero éstos les sometieron de inmediato. Les llamaron «indios» y de principio declararon que éstos no tenían alma. Así comenzó el saqueo, el pillaje y el sometimiento.

Era 1572, cuando el último soberano del imperio del Tahuantinsuyo, el Inca Tupac Amaru, fue sometido por los españoles. Durante 40 años, había resistido en las montañas del Perú. Cuando el sable de su verdugo, le partió el pescuezo, los sabios y los profetas del imperio aseguraron que en algún momento del futuro, la cabeza se juntaría nuevamente con el cuerpo para seguir la resistencia. (1)

Tuvieron que pasar dos siglos, en 1781, José Gabriel Condorcanqui Noguera, era el líder de la rebelión más grande de estas tierras. La cabeza y el cuerpo separados se juntaron en él, cuando tomó el nombre de «Tupac Amaru», cumpliéndose así la profecía de su resurrección. Los gratuitos trabajadores de las minas, las haciendas y los talleres, se levantaron, siguiendo al líder que sumaba victoria tras victoria, haciendo peligrar al imperio español.

No habia otro camino que la rebelion

Los «indios» habían perdido su propiedad con la imposición del repartimiento y su libertad personal con la encomienda. Para recaudar impuestos, el rey había concedido repartimientos y encomiendas, «por una vida» o sea por una generación, es decir, la del primer colonizador.

Pero los herederos, reclamaron y decidieron al rey su ampliación a «dos vidas» y finalmente a «tres vidas» (2). Las tierras debían volver a poder de sus legítimos dueños, pero eso nunca más ocurrió. Las «leyes de composición», únicamente reafirmaron el sometimiento y el despojo, que por «herencia» sigue aún ahora como único título de propiedad.

No había otro camino que la rebelión. Ardieron los Andes, con los sublevados avanzando hacia el ombligo del mundo para tomarlo. El Cuzco, era el bastión de la defensa española, su conquista los derrumbaría. De haber ocurrido, no se tendría que esperar otros 50 años, para que en La Plata se incendiara nuevamente la América.

Ahí estaba José Gabriel, el Espartaco de los Andes, a punto de culminar una titánica tarea. El Cuzco estaba sitiado, pero igual que Espartaco, Tupac Amaru no se decidía a atacar, pese a las exigencias de su mujer Micaela Bastidas que desde la retaguardia le conminaba: «Tú me vas acabar de pesadumbres. Ya no tengo paciencia para aguantar todo esto. Bastantes advertencias te di. Si quieres nuestra ruina, puedes echarte a dormir».

El Hijo del Sol, no se decidía a provocar una mortandad en el Cuzco, porque allí había indios que la defendían junto a los españoles. Eran traidores, pero eran de su clase. Allí estaba el cacique Pumacahua. Los sitiados recibieron ayuda desde Lima, los que finalmente hicieron lo que no se animó Tupac Amaru.

Los mataron y dejaron laderas y pampas con miles de cadáveres. Se cumplieron las advertencias de su mujer y aunque Amaru logró escapar cruzando a nado el río Combapata, uno de sus capitales que también era su compadre, Francisco Santa Cruz, le traicionó y entregó a cambio de mil pesos y un título de nobleza.

El 18 de mayo mataron al hijo del sol

El jefe rebelde que pudo entrar triunfante al Cuzco, lo hizo cargado de cadenas, insultado y apedreado. Atado al potro del suplicio en la cámara de torturas, fue atormentado por el representante del rey, José Antonio de Areche.

«Reniegas de la sangre europea que corre por tus venas, José Gabriel Condorcanqui Noguera. Tu sentencia está lista. Te arrastrarán al cadalso y el verdugo te cortará la lengua. Te atarán a cuatro caballos por las manos y por los pies. Serás descuartizado. Enviaremos un brazo a Tungasuca y el otro se exhibirá en la capital de Carabaya. Una pierna al pueblo de Livitaca y la otra a Santa Rosa de Lampa».

«¿Quién continúa la rebelión que has iniciado? ¿Quiénes son tus cómplices?. Por última vez, dame nombres», le exige el torturador, pero en un supremo esfuerzo el ensangrentado revolucionario, contesta: «Aquí, no hay más cómplices que tú y yo. Tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte».

Terminó la rebelion y a esperar al otro Tupac

Acallada la rebelión el traidor Mateo García Pumacahua, recibe una medalla del rey de España y una indulgencia plenaria del obispo del Cuzco. Vendió al hijo del Sol a precio vil, como dijo Areche Los traidores de entonces y de ahora, no faltan, están a la orden de quien les ofrece compra lealtad.

Murió José Gabriel, pero no pasaría mucho tiempo hasta que otro, tomaría su lugar. Julián Apaza, panadero y sacristán, se convertiría en Tupac Catari, para continuar la lucha junto a su mujer Bartolina Sisa. Pero esa es otra historia, como otra es la que estamos viviendo ahora, 200 años después, con otro que no es Tupac, pero también es Hijo del Sol.

(1) Espejos. E. Galeano

(2) El pensamiento político en Bolivia. Alipio Valencia