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Ucrania, el peligro es la OTAN

Fuentes: AltreNotizie

Las conversaciones telefónicas entre Joe Biden y Vladimir Putin no parecen haber surtido efectos. Lo que se está desarrollando en la frontera entre Rusia y Ucrania es una crisis construida política y mediáticamente. A la hostilidad general y manifiesta entre Kiev y Moscú no se había añadido ninguna tensión especial, y la misma inteligencia militar […]

Las conversaciones telefónicas entre Joe Biden y Vladimir Putin no parecen haber surtido efectos. Lo que se está desarrollando en la frontera entre Rusia y Ucrania es una crisis construida política y mediáticamente. A la hostilidad general y manifiesta entre Kiev y Moscú no se había añadido ninguna tensión especial, y la misma inteligencia militar del régimen pro-nazi de Kiev no indicaba ningún peligro por parte de Rusia.

Lo que Putin trató de explicar a Biden en la conversacion telefónica fueron tres conceptos fundamentales: Moscú nunca ha pensado en invadir Ucrania, a menos que ésta se convierta en la sede operativa de una amenaza militar de la OTAN para Rusia. Añadió que las declaraciones de Occidente sobre su voluntad de ayudar a Kiev a contener la «amenaza rusa» eran ridículas y peligrosas. Putin recordó que el despliegue de tropas rusas en territorio nacional es un derecho soberano y no es asunto de nadie. En cambio, son la OTAN y sus Estados miembros los que están trasladando imprudentemente sus fuerzas e infraestructuras militares a las fronteras de Rusia.

Segundo. El aumento de la agresión estadounidense en Europa no detendrá los planes de desarrollo económico y militar de Rusia. El Kremlin considera que las sanciones son un gesto de hostilidad política no provocada y una forma sucia de librar una guerra comercial en desafío al cacareado mercado libre.

Tercero. En cuanto a la seguridad internacional, Moscú está dispuesta a volver a la mesa de negociaciones para discutir un nuevo tratado sobre misiles balísticos de medio y largo alcance en el marco de un equilibrio internacional que respete las necesidades de defensa mutuas. Moscú considera que la gobernanza mundial es una cuestión multilateral y, desde luego, no unipolar.

Si la llamada telefónica no tuvo ningún efecto concreto en la necesaria reducción de la escalada, queda una certeza: nunca hubo intención por parte de Rusia de invadir Ucrania. Se trata de una colosal fake news concebida en el Pentágono y en Langley y difundida por dos órganos de prensa amigos como The New York Times y el sitio web Politico.com, a los que se han sumado los medios de comunicación europeos, complacientes con la política exterior estadounidense.

La crisis, que ha corrido y corre el riesgo de desencadenar un conflicto de resultados imprevisibles pero ciertamente dramáticos, tiene su origen en la voluntad exclusiva de Estados Unidos de elevar la tensión en la zona más allá de todo límite por sus exclusivos intereses comerciales y geopolíticos.

Una crisis planeada en la mesa en todas sus etapas, desde la difusión de una información completamente falsa – que Rusia está a punto de invadir Ucrania – hasta la amenaza de sanciones y apoyo militar a Kiev por parte de la OTAN si esto ocurriera.

Pero cuando se cierran los teléfonos y se elimina la propaganda de los medios de comunicación occidentales, queda claro que la escalada de esta crisis está ocultando en parte sus verdaderas razones y sus graves responsabilidades. La intención de Estados Unidos es abrir un nuevo frente, aún más agresivo, en su guerra no declarada contra el gobierno de Moscú. De hecho, el desencadenamiento y la profundización de esta crisis obedece a un diseño comercial y estratégico que se persigue con el mayor cinismo posible a costa de los ucranianos y de toda Europa.

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Esta campaña tiene tres objetivos principales: el primero es utilizar una fuerte campaña mediática para encubrir la verdad de lo que está ocurriendo en la frontera ucraniano-rusa, es decir, la adscripción de facto de Kiev a la OTAN, con el apoyo de instalaciones militares y armas de misiles estadounidenses. La descarada intención es abastecer a Ucrania de armamento hasta que llene sus arsenales, obteniendo así, al mismo tiempo, dos ventajas incuestionables: colocar miles de millones de dólares de armamento de fabricación estadounidense y convertir a Ucrania en una versión eslava de Puerto Rico, es decir, en un protectorado para ser utilizado como territorio de experimentos bélicos.

Un nuevo escenario bélico entre los preferidos por el complejo militar-industrial para sus negocios, por estar lejos de EE.UU. y por ser realizado por terceros por delegación de EE.UU. Gran negocio y pocas pérdidas, en definitiva. Como siempre, detrás de toda narrativa de «libertad», están los dólares que recauda Washington. No se venden armas para afrontar una crisis, se crea una crisis para vender armas.

Otro objetivo es utilizar la amenaza rusa a Kiev como excusa para pactar la ampliación de la OTAN al Este, violando los acuerdos entre Bush y Gorbachov, que comprometían a EEUU a no ampliar la OTAN al Este y a amenazar a Moscú. Ucrania debía seguir siendo una «zona tampón» que separara a sus respectivos ejércitos, y lo mismo estaba previsto para otros países como Rumanía y Polonia. Todos estos compromisos han sido ignorados por Washington: la OTAN no sólo se ha expandido desproporcionadamente hacia el Este, sino que también ha establecido instalaciones en territorio ucraniano cerca de la frontera con Rusia.

La acumulación militar de la OTAN en el Este ya es una grave amenaza para Rusia, pero las nuevas instalaciones militares incluyerìan plataformas de lanzamiento de misiles balísticos que tardarían cinco minutos en llegar a Rusia. Se trata de una provocación descarada y una amenaza directa a Moscú que no podía esperarse que quedara sin respuesta: imaginar que Rusia podría ignorar una amenaza en sus fronteras es estar completamente fuera de la realidad.

A este respecto, Putin ya ha advertido a Biden y al mundo entero de la imposibilidad de cruzar lo que él llama «la línea roja». Por ello, está desplegando soldados y armas convencionales y nucleares capaces de repeler cualquier ataque en territorio ruso y de garantizar una contraofensiva militar que haría que el coste para Kiev y sus aliados fuera muy alto. No hay lenguajes diferentes que los Estados Unidos puedan entender, y no hay mejores advertencias para quienes, siguiendo el aventurerismo criminal que caracteriza su política exterior, se arriesgan a la destrucción total de su identidad política y territorial.

Ya lo ha demostrado en Chechenia, Georgia, Crimea y Siria: Moscú es absolutamente capaz de intervenir contra cualquier tipo de amenaza externa e interna, actuando como lo harían muchos otros países para proteger su integridad territorial y también sus intereses estratégicos. Por otro lado, la retirada de Estados Unidos de cualquier tipo de tratado bilateral de control de armas y la instalación de cabezas nucleares, el no reconocimiento de los acuerdos previamente firmados con Irán, las amenazas (tanto constantes como estériles) a China y Corea del Norte, las sanciones a 26 paises y la agresión política y comercial contra Rusia se toman en serio tanto en Moscú como en Pekín.

Moscú lleva tiempo advirtiendo de la inviabilidad de las operaciones militares de la OTAN que, año tras año, tienden a acercarse a las fronteras rusas, presagiando una amenaza abierta a Rusia. El Kremlin tiene una idea precisa de la distancia mínima de seguridad que debe respetarse entre sus fronteras y los países hostiles, al igual que Estados Unidos con respecto a sus fronteras.

Al otro lado es igual y no faltan precedentes históricos, véase la crisis de los misiles cubanos de 1962. EE.UU. considera que ningún país de su entorno debe estar dotado de bases militares y armas balísticas, más aún si considera que estos países son hostiles. Es difícil ver por qué Moscú debería permitirlo. ¿O es que se cree que hay dos copias diferentes del Derecho Internacional, una escrita en inglés y otra en ruso?

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El segundo objetivo de la crisis – pero no menos importante que el primero – es elevar el nivel de confrontación con Moscú para disuadir a Berlín de la puesta en marcha del gasoducto germano-ruso que pasa bajo el mar Báltico y que pondría fin al soborno que Kiev impone a toda Europa por el paso del gas en su territorio. Washington quiere emprender acciones contra la autoridad alemana de redes energéticas, que ha bloqueado el procedimiento de autorización por motivos formales relacionados con el incumplimiento de la legislación comunitaria, que prevé la separación de la propiedad, la gestión y la distribución.

La intención de Estados Unidos es demasiado evidente: en caso de conflicto, Alemania se echaría atrás con toda seguridad; pero incluso sólo un aumento de la tensión y nuevas sanciones podrían incrementar aún más la presión sobre Moscú y empujarla a subir el precio de los suministros, para que el coste del gas estadounidense sea aceptable o competitivo.

Nada nuevo: todas las sanciones de EE.UU. a las que la UE, enferma de servilismo, se alinea, especialmente las impuestas a Rusia y China, tienen un doble objetivo: socavar las economías que compiten con EE.UU. y proporcionar una ventaja comercial a las empresas estadounidenses que, de otro modo, tendrían que competir en igualdad de condiciones y asì perder.

Las nuevas amenazas de EEUU de expulsar a Moscú de los circuitos financieros internacionales son inviables, tal es la interconexión de toda la comunidad internacional y de los propios EEUU con Rusia (hace un mes EEUU tuvo que comprar varios millones de barriles de gasóleo ruso) y China. Además, esto aceleraría aún más la creación del Banco Internacional, que Rusia y China, junto con varios otros países, ya han puesto en marcha y que está destinado a representar una alternativa seca al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial.

Por otro lado, las contra-sanciones que Moscú y Pekín están estudiando aún no han sido probadas. Un ejemplo es el de China, que ha golpeado con fuerza a Australia, con los Estados Unidos que se han declarado «desconcertados». Ahora Camberra se lo pensará dos veces antes de lanzar advertencias y amenazas ridículas sólo por servidumbre a Washington.

Es mejor que Occidente abandone la guerra que ha abierto contra Rusia, China, India, Irán y otros por el dominio absoluto del planeta por una superpotencia que pierde guerras, mercados y liderazgo cada día. Pensar que el mundo se mantendrá al margen mientras un imperio decadente se alimenta de él es un error; pensar que Pekín o Moscú lo harán podría ser un error catastrófico.

Fuente: www.altrenotizie.org

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.