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Ulrike Meinhof y la contraviolencia

Fuentes: Rebelión

Supe de Ulrike Meinhof por una película estupenda que vi hacia 2010 en Cineteca Nacional, «Der Baader Meinhof Complex», que narra los eventos ocurridos en Berlín hacia fines de los años 60’s en contra de la opresión imperialista de aquella época, calificados como actos terroristas por la comunidad internacional, condenados por la sociedad y que […]

Supe de Ulrike Meinhof por una película estupenda que vi hacia 2010 en Cineteca Nacional, «Der Baader Meinhof Complex», que narra los eventos ocurridos en Berlín hacia fines de los años 60’s en contra de la opresión imperialista de aquella época, calificados como actos terroristas por la comunidad internacional, condenados por la sociedad y que dejara a sus perpetradores o en el olvido, o en la cárcel o en la tumba. Cabe decir que aunque el pensamiento de Ulrike es brillante, los crímenes que cometieron fueron absolutamente innecesarios; a pesar de ello, algunas de las ideas de estos luchadores sociales que erraron el camino (de Ulrike Meinhof concretamente), no dejan de instigar reflexiones para quienes meditamos sobre el hecho de las sociedades opresivas. En particular, que en la opresión de unos contra otros (o sea, en el miedo), se hallan los orígenes de la violencia.

Ulrike fue miembro de la Fracción del Ejército Rojo (la banda Baader-Meinhof), periodista, revolucionaria de izquierdas, marxista, de quien Wikipedia dice: «escribió muchos de los ensayos y manifiestos que la banda produjo, enunciando el concepto de guerrilla urbana, utilizado para combatir lo que llamó la explotación del hombre común y el imperialismo del sistema capitalista. Solía utilizar los pseudónimos de «Anna» y «Ranna»».

Su muerte fue violenta; se la encontró ahorcada en la cárcel de Colonia-Ossendorf hacia el año de 76, en donde pasó sus últimos años de vida y donde padeció de severos períodos de exclusión y aislamiento. Pasó la niñez en la RDA, en donde fue criada por intelectuales protestantes de izquierda de tradición socialdemócrata en un ambiente de libertad. Como intelectual, encarna la figura del escritor comprometido del que tanto hablara Sartre a lo largo de sus escritos y es quizás en esos años la más importante intelectual de la izquierda alemana. Desde luego, anatemizada hoy día entre ciertos sectores.

No quisiera valorar la vida de Ulrike Meinhof desde la fría distancia de quien pretende ser neutral con a quienes no se logra entender, para terminar solo siendo condescendiente, porque en mi caso particular, a diferencia de Elfriede Jelinek en su prefacio a la edición inglesa de sus escritos reunidos (Steven Stories Press, New York, 2008), creo que no hay nada que nosotros, sus sucesores, tengamos que entender o perdonar en Meinhof en un acto de indulgencia inusitada –this is truly a tragedy– sino que son más bien las tesis de Meinhof a las que la realidad política va dando cada vez más la razón y demostrando a la posteridad hasta qué punto esa indulgencia es más bien ineptitud. Solamente que no para comprender los actos de Meinhof, sino para escudriñar la realidad política que en sus escritos denunciaba.

Si la violencia de la fracción del ejército rojo no es admisible, no veo en qué medida deba serlo la violencia selectiva que suelen infligir los estados hacia sus súbditos. Algo cuya verdad ya es cada vez más evidente para todos (redes sociales después de todo tenía utilidad) y a lo que Ulrike Meinhof nos confrontó con sus análisis.

¿Hasta qué punto en aras de preservar una libertad política intrínsecamente inviable desde un criterio economicista estamos dispuestos a conceder el monopolio de la violencia a ciertas formas del Estado? ¿Y cómo garantizar el tránsito hacia sociedades más libres? Porque si hay una gran paradoja en nuestra época es que la libertad política del liberalismo económico -su aspecto ideológico- es incompatible con su libertad económica y, por ende, con el ideal democrático del liberalismo occidental.

Con Kant inició el debate sobre los límites del soberano frente a sus súbditos, y desde entonces y durante todo el siglo XX esos límites no han sido sino objeto de transgresiones por parte del supuesto Estado que los perpetuaba. A la respuesta a estas transgresiones Ulrike Meinhof las llamó «contraviolencia» y sus escritos políticos, como su obra, son una lección ejemplarizante de lo que les suele ocurrir a los sujetos políticos cuando no es el estado quien los transgrede.

La primera parte del escrito se halla accesible desde este enlace: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=306789082786726&set=a.104717546327215.5670.100003669097602&type=3&viewas=100000686899395

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.