Finalmente, cual novela de misterio, el Consejo Nacional Electoral venezolano reveló la fecha de los comicios parlamentarios: el 6 de diciembre, 17 años después del triunfo de Hugo Chávez que le permitió el acceso a la presidencia. El anuncio fue precedido por una suerte de campaña de intriga que jugó con el misterio, el silencio […]
Finalmente, cual novela de misterio, el Consejo Nacional Electoral venezolano reveló la fecha de los comicios parlamentarios: el 6 de diciembre, 17 años después del triunfo de Hugo Chávez que le permitió el acceso a la presidencia. El anuncio fue precedido por una suerte de campaña de intriga que jugó con el misterio, el silencio y la información fragmentaria, y, como era de esperarse, generó un clima de tensión en la ciudadanía.
«Políticos y candidatos, medios de información y encuestadores, analistas y experto,- escribirán los próximos capítulos de lo que puede ser una novela negra, de terror, policial, fantástica, de aventuras, épica, de ciencia-ficción (…) De cara a las parlamentarias, será difícil para actores y narradores escapar a la tentación de cultivar el miedo en tanto recurso narrativo y fundamentalmente de control político-electoral», señala la socióloga Maryclén Stelling.
La encuestadora Hinterlaces ofreció gráficamente una idea de lo que sucede en el país: el 62 por ciento pide que el gobierno de Nicolás Maduro rectifique sus políticas, y apenas el 33 por ciento que venga un gobierno de oposición.
Por primera vez en la historia la ciudadanía venezolana (y quizá mundial) eligirá en paridad de sexos y de edades: 50% mujeres, 50% hombres, 50% jóvenes, 50% mayores. Este proceso electoral se desarrollará en un clima de particulares tensiones. Por un lado las tensiones que tienen que ver con la persistente inseguridad y los problemas económicos: desabastecimiento, largas colas para conseguir productos, que se conjugan con la caída de los precios internacionales del petróleo, la guerra económica, el contrabando, la especulación, la fuga de divisas, el agiotismo, el acaparamiento, y las incompletas, fuera de tiempo y/o desacertadas medidas monetarias y cambiarias. Por otro, la ausencia de relaciones entre las organizaciones que conforman los dos grandes bloques de poder, gobierno y oposición, consecuencia -en parte- de los violentos acontecimientos de febrero-julio de 2014, cuando un sector de la oposición -con apoyo de los medios internacionales y el gobierno estadounidense- puso en marcha la idea de un cambio de gobierno, por las buenas, por las malas o por las peores también.
Un juego diferente, el electoral
El proceso electoral se puso en marcha, y la dinámica debe ser diferente, el juego es diferente. Los partidos de la opositora Mesa de Unidas Nacional (MUD) celebraron sus elecciones internas y también el último domingo de junio el oficialista partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv). Los politólogos creen ver en las internas celebradas en la oposición y el bolivarianismo (incluyendo altas dosis de sectarismo) una demostración de que aún hoy, las elecciones son el eje del sistema político venezolano: «Son una señal de vitalidad democrática, que trasciende a la medición de fuerzas en sí misma», señala Leopoldo Puchi.
En la oposición la ciudadanía eligió solo en 33 circuitos en sus internas y más de un mes después anunciaron listas incompletas, y en su mayoría las candidaturas a la unicameral Asamblea Nacional fueron postuladas a dedo. Más de tres millones de ciudadanos votaron en las internas bolivarianas, para elegir por primera vez en los 87 circuitos. Las votaciones realizadas por el PSUV evidencian una base militante considerable y una estructura organizativa fuerte y anclada socialmente, con la ventaja adicional de ser partido de gobierno articulado al aparato de Estado. En el caso de la MUD participó un 7.5% de los electores correspondientes a los circuitos en que realizaron primarias. En las del PSUV un 15%, lo que muestra una mayor capacidad de movilización de su maquinaria. Algunas encuestas señalan que serán los electores no comprometidos directamente con los partidos los que decidirán. El Psuv tiene de su lado el mensaje social y el nacionalismo, pero hay dudas y desencanto.
Las encuestas, en las que se basa el discurso opositor, muestran el malestar de las colas, la escasez, la inflación, la inseguridad y la ineficiencia de la burocracia. Sin embargo, sería errado trasladar estas cifras de las elecciones internas a lo que serán los escrutinios del 6 de diciembre, porque allí se medirán no sólo maquinarias, con una previsible participación del 70% de la ciudadanía. Lo cierto es que por más que se declame de uno y otro lado, unidad real no la hay ni en el oficialismo ni en la oposición.
La MUD ha intentado seducir a Leopoldo López (el guarimbero preso) en lugar de enfrentarlo y separarse de sus propuesta golpistas. Y hoy, con la permanente propaganda mediática internacional, ha ganado la popularidad de la que carecía, convirtiéndose en obstáculo incluso para pensar en una estrategia electoral unívoca. Sin dudas, hay un enfrentamiento entre Leopoldo López -que permanentemente se deslastra de las propuestas «unitarias»- y Henrique Capriles, el repetido candidato a presidente. «De todo esto no se habla en la oposición, se prefiere mantener la ficción de la unidad», señala el columnista de origen cubano Fausto Masó.
Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis y persistente guionista de la oposición señala que comienza la campaña hacia las parlamentarias y la presión volverá. «El Gobierno estará hipersensible y radical en la campaña más difícil que le ha tocado abordar, pero a su vez la oposición es débil institucionalmente y se puede fracturar o abstener, lo que pondría a sus líderes a la defensiva si los números cambian en contra» Sin duda, los análisis sesgados de los hacedores de campaña de ambas partes inundarán la escena, los ataques mutuos serán feroces, y ¿qué podrá hacer cualquiera que esté ahí, en el medio, sin responder a los intereses de uno y otro?
La necesidad de gobernar
En estos escasos cinco meses el gobierno se ve en la necesidad de tomar medidas para un mejor desempeño y presentar argumentos para justificar la obtención de una mayoría parlamentaria, imprescindible para seguir gobernando, lo que incluirá un énfasis en destacar las políticas sociales y el nacionalismo de la política exterior.
Mirado desde el exterior, del lado opositor estará la ventaja del voto castigo, pero no debe pasar por alto la advertencia del provincial de los jesuitas, Arturo Peraza, cuando señalaba que la narrativa de la oposición era «pura negatividad». Pero la MUD debe esforzarse en hacer planteamientos alternativos de gran aliento, que den certidumbre sobre un manejo adecuado de las políticas económicas y un mero llamado a volver al pasado que ya pocos venezolanos recuerdan.
Hay una agonía continua en cada elección venezolana, donde pareciera que la Revolución Bolivariana se juega la vida. Cada elección de dimensión nacional se convierte en una suerte de plebiscito de renovación del mandato aprobado el 15 de diciembre de 1999 por el pueblo venezolano de transformar a fondo la sociedad y las estructuras del Estado gracias a la nueva Constitución, señala Temir Porras. Nicmer Evans, de Marea Socialista, habla del terrorismo psicológico de la seudopolarización y denuncia una serie de acciones de operación psicológica que impiden la emergencia de nuevas alternativas en el escenario político venezolano, donde los dos aparentes polos tienen el mismo objetivo pero con actores distintos: representar a aquellos que viven del trabajo de otros en contra de aquellos que viven o intentan vivir dignamente de su trabajo.
¿A qué juega Obama?
Lo cierto es que por 15 años la oposición venezolana no logró hacerse oír internacionalmente. El carisma de Chávez, y su enfoque integrador y multilateralista lograron que en el mundo se viera con entusiasmo el gobierno bolivariano y con desprecio a la «escuálida oposición». Pero la ineficiencia e ineficacia de sus sucesores va minando esta mirada, de la mano de la ofensiva de ONG «humanitarias» made in Washington y el aparato mediático propagandístico articulado desde Miami, Madrid y Bogotá, especialmente, impulsando la desobediencia, la desestabilización y un eventual golpe suave (o no).
Y ante el fracaso opositor en el campo internacional, comenzaron a aparecer «revelaciones», como las publicadas en periódicos de España y EEUU sobre la investigación que estaba realizando la Fiscalía de Nueva York en materia de tráfico de drogas, que involucraba nada más ni nada menos que a Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, lo que sirvió de excusa para que Barck Obama firmara una orden ejecutiva para prohibir la entrada a EEUU de algunos de los presuntos incursos en tráfico de drogas.
Pero el lenguaje desproporcionado que usó Washington, señalando a Venezuela como una «grave amenaza para la seguridad», cuando lo que se apuntaba era a crear un imaginario colectivo sobre la conversión de Venezuela en un narcoestado. En Latinoamérica se recuerda muy bien que desde Washington se alentó al genocida Álvaro Uribe y a los sucesivos gobiernos mexicanos, por ejemplo.
Pero cuando la prensa trasnacional cartelizada seguía con su terrorismo mediático, al que se sumaba el nuevo cartel de expresidentes, no solo se reunieron (y abrazaron) en Haití Diosdado Cabello, el presunto capo del narcotráfico y Shannon, el gran negociador del Departamento de Estado. La oposición interna quedó otra vez decolocada, e insistió que se le tendió una trampa al pobre Shannon, que Diosdado fue a esa reunión mediada por el presidente haitiano sin que nadie lo invitase, y también que George Bush padre también se reunió con Noriega antes de que lo sacaran de Panamá. El presidente Nicolás Maduro ya había informado que Cabello fue como «encargado de la Paz y de las relaciones con EEUU».
La analista opositora Maruja Tarre se pregunta si más bien el encuentro no es parte de la estrategia de Obama frente a América Latina. «El presidente saliente de los EEUU se tomó muy en serio su premio Nobel de la Paz y quiere dejar un «legado» en política exterior. Su área de mayor interés era el Medio Oriente, pero a pesar de su mano tendida, los conflictos en el área son cada vez peores. Obama no ha ganado nuevos amigos y más bien ha perdido la confianza de los más viejos aliados de su país. En Europa, no hay manera de lidiar con Putin», señaló.
Pareciera que la única política de EEUU que tiene apoyo (y hasta la bendición papal), es en América Latina, la que pareciera que descubrió en este 2015: el deshielo con Cuba es el único éxito internacional que puede exhibir en estos ocho años. Ppara Obama un abrazo entre Cabello y Shannon no es un costo demasiado alto, si es el precio que tiene que pagar para lograr su legado de normalizar las relaciones con el vecino cubano, aventura Tarre.
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