Decía Perich, uno de los más grandes filósofos catalanes al que algunos tenían por humorista, que la prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser presidente la teníamos en su presidente. Se refería a Nixon, todo un cualquiera que había sucedido en la Casa Blanca a otros cualquiera, y que dio paso […]
Decía Perich, uno de los más grandes filósofos catalanes al que algunos tenían por humorista, que la prueba de que en Estados Unidos cualquiera puede llegar a ser presidente la teníamos en su presidente.
Se refería a Nixon, todo un cualquiera que había sucedido en la Casa Blanca a otros cualquiera, y que dio paso en la presidencia de Estados Unidos a una caterva de presidentes que, además de demostrar una absoluta carencia de cualquier virtud, y especialmente de escrúpulos, tuvieron en común ser unos cualquiera.
En el Estado español, sin embargo, no cualquiera puede llegar a ser presidente. A su condición de cualquiera debe agregar un prominente grado de cretinismo que, no obstante la cerrada competencia entre los candidatos, solo a los imbéciles más sobresalientes les es dado.
Mariano Rajoy, toda una eminencia en el arte de hacer el ridículo, volvía a ponerse en evidencia en estos días: «Un plato es un plato y un vaso es un vaso».
Años antes, Ana Botella, entonces alcaldesa de Madrid, ya había aportado en la misma línea deductiva algunos trascendentales destellos de su lucidez cuando afirmó: «La manzanas no son peras, y una manzana y una pera no son dos manzanas».
Como uno, al fin y al cabo, también es un cualquiera, permitanme acabar aportando una sesuda reflexión al respecto, tan propia como compartida: Rajoy es un cretino, y quienes votan y eligen a un cretino también son unos cretinos.
(Euskal presoak-Euskal herrira)
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