Llevo muchos años denunciando el carácter pseudocientífico de la Pedagogía. Son tantas y tan dispares las “ciencias de la educación” que ninguna de ellas, ni tampoco una suma integral de todas ellas parece alzarse, de manera legítima e inapelable, como la disciplina capaz de prescribir cómo tenemos que enseñar: ni el qué ni el cómo, ni el cuándo ni el dónde enseñar.
Si uno elige una de esas “ciencias de la educación” como saber principal o rector de los demás (psicología, sociología, neurociencia, didáctica…), tendrá que rendirse de manera honesta y objetiva ante un hecho: no hay “una sola” teoría psicológica sobre la educación, no hay una sola teoría social o un solo consejo didáctico sobre qué enseñar. Tampoco hay consenso científico sobre cómo es mejor hacerlo, qué herramientas es preferible emplear, etc. El panorama, como ocurre con todos los demás saberes sociales y humanísticos, es complejo. Múltiples “paradigmas”, variados y contradictorios enfoques y modelos. El docente tiene demasiado dónde elegir…Y esto de elegir un modelo o una teoría de forma arbitraria no es, desde el punto de vista gnoseológico, demasiado alentador.
Sin embargo, con cada nueva fase de reajuste del capitalismo occidental, y muy tangiblemente, con cada nuevo ciclo político en España, se tensiona más la cuerda y se somete a la Escuela (y por extensión, a la Secundaria y a la Universidad) a nuevos desmantelamientos. El hecho puro y simple de que la educación española se está degradando (menos conocimientos y más “competencias” o “saberes básicos”, menos esfuerzo intelectual y más “gamificación” y “cultura de la reclamación de notas”) sólo se puede iluminar a la luz de una causa explicativa: neoliberalismo. El neoliberalismo desmantela la Escuela. Un ejemplo: el DUA (“Diseño Universal de Aprendizaje”).
Los poderes mundialistas han dado con una formulita mágica. Se han acabado los centros de Educación Especial. Se han cargado a los especialistas en niños con dificultades especiales. Se elimina la pedagogía terapéutica. Se acabó el dinero para crear aulas específicas, dotadas de personal y material especializado, espacios tendentes a dar respuesta a necesidades educativas especiales. Es cuestión de tiempo. Bajo una capa de barniz ultraprogresista, esto es, tras declararle supuestamente la guerra a la discriminación, la real y la inventada, se sacan de la manga una nueva jerga, y lo de inventarse jergas es la única especialidad en la que los pedagogos son expertos: el “Diseño Universal de Aprendizaje” [D.U.A]
Y ¿qué es eso del DUA?, se preguntarán. Pues hablando en román paladino, el D.U.A. es la justificación verbal y pseudocientífica para eliminar una atención educativa específica a quien realmente precisa de una atención educativa específica.
La jugada neoliberal sólo puede pasar inadvertida a un espectador intoxicado él mismo por las jergas del ultraprogresismo: todos somos distintos, nos dicen, cada uno de los miembros de nuestra especie posee su “perfil de salida” (concepto que recuerda a las necias ideas sobre la “trazabilidad” de los productos comerciales) y, partiendo de esos supuestos pseudocientíficos, el profesor en el aula debe lograr cosas distintas de chicos distintos. Nada de “pedir a todos lo mismo”. Esto de elevarse por encima de lo que tus genes o tu clase social han predeterminado, es un empeño anticuado.
El neoliberalismo inherente al D.U.A. consiste en generalizar un engaño: que no traumaticen los docentes a quienes “parten de su propio perfil” (léase, parten de situaciones socioeconómicas y cognitivas muy malas). No elevemos a nadie. La Educación ya no será más un ascensor social (al menos para algunos). Busquemos en los chicos, sobre todo, felicidad, adaptación al sistema (un sistema que es, cada vez más, un cibersistema), da igual su descarada ignorancia. Mientras tanto, cerremos los colegios de Educación Especial y evitemos “sacar” a alumnos de su grupo de referencia (que suele ser un mero grupo de edad) para no discriminarlo.
¿Quién “se come el marrón”? El docente, eso es evidente. El docente “diseñará” una clase y un programa diferente para cada hijo de su padre y/o de su madre o de su progenitor o progenitora. Esta es la nueva Pedagogía, la que se impone en España con fuerza de ley (la LOMLOE, 2020).
¿Fundamentos de esta normativa estatal de obligado cumplimiento? Los propios de la Pedagogía: cero. ¿Adornos para adobar, endulzar y meter de tapadillo esta nueva jugarreta neoliberal? Muy sencillo: el gran adorno de nuestros días es el prefijo “neo”. En los años 70 y 80 ponían el prefijo “psico” a todas las cosas. Fue el auge de las ciencias “psi”. Hoy, como todas las modas americanas, el prefijo ornamental y otorgador inmediato de prestigio y relumbrón es el de “neuro”. Es la moda de lo “neuro”. Se habla de “neuroética”, de “neuroeconomía”, etc.
El DUA dice basarse en “tres redes neuronales” (¡sólo tres!¡como si en nuestro cerebro no existieran millones de ellas!) a saber: reconocimiento, emoción y estrategia. Que sean tres y no cuatro o diez, o cien, es absolutamente arbitrario. Pretenden a un tiempo, legisladores y pedagogos, hacer pasar por ciencia lo que no es sino una propuesta salida de las neuronas de dos profesores de Harvard, un par de pedagogos y psicólogos (por cierto muy ligados a “lo digital”).
Teniendo en cuenta que en el ámbito universitario de la Psicología y de las “ciencias de la educación”, los modelos (que no teorías definitivamente asentadas) se cuentan por cientos o por miles, no deja de ser significativo que la LOMLOE, la ley de corta y pega traducida de manera automáticamente -en todos los sentidos de la palabra “automático”- a partir de la UNESCO y de los organismos “supranacionales” , imponga un solo modelo, muy concreto y muy discutible, el de estos dos personajes de Harvard, para que los docentes, de manera ovejuna y acrítica, lo pongan en práctica.
Hay autores, como Alberto Royo o Santiago Moreno Castillo, que llevan un tiempo señalando estos desaguisados y estas arbitrariedades de los pedagogos. Son estropicios que, a mi entender, que llevarían a risa si la cultura en general y la cultura en Epistemología, en particular, fuera superior entre el público y muy concretamente entre los docentes.
Alberto Royo acaba de publicar un breve dardo (“Contra el pedagogismo”, Letras Inquietas, 2023) que se clava en la diana del problema: el problema que no es otro que el deterioro que el neoliberalismo está causando en la educación española. Esperamos nuevos dardos y misiles contra este fraude que es la pedagogía.
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