Según la mayoría de las encuestas publicadas, el pueblo ecuatoriano volverá a elegir el próximo 17 de febrero a Rafael Correa como presidente del país, sin necesidad de celebrar una segunda vuelta. Así, si estos sondeos se confirman -y si el voto indeciso no da alguna sorpresa-, Correa y el Movimiento País contarán con otros […]
Según la mayoría de las encuestas publicadas, el pueblo ecuatoriano volverá a elegir el próximo 17 de febrero a Rafael Correa como presidente del país, sin necesidad de celebrar una segunda vuelta. Así, si estos sondeos se confirman -y si el voto indeciso no da alguna sorpresa-, Correa y el Movimiento País contarán con otros 4 años para avanzar en su apuesta por el socialismo del buen vivir, partiendo de una notable presencia en la nueva Asamblea Nacional, que también se elige en esta fecha.
Las razones de este nuevo éxito electoral son múltiples, pero destacamos tres: la primera es la incapacidad de la derecha para presentar una candidatura unitaria. De esta manera, bien porque los grupos empresariales y oligárquicos detrás de cada candidato conservador defienden intereses diferentes -que pretenden posicionar como oposición en la nueva Asamblea-, bien porque la derecha han amortizado la elección presidencial -y plantea diversas candidaturas para valorar su proyección futura-, el voto de una derecha en retroceso se ha dividido en 6 diferentes opciones. La segunda razón es que nadie en la izquierda hace sombra a día de hoy a la hegemonía del Movimiento País. Así, Alberto Acosta, el otro candidato de izquierdas a la cabeza de la Coordinadora de Unidad Plurinacional, apenas llega al 2-4% de intención de voto, frente al más de 55-60% de Correa. Finalmente, y en tercer lugar, la ciudadanía -y sobre todo los sectores populares de Ecuador- han visto mejoras palpables en sus vidas desde que se pusiera en marcha la revolución ciudadana planteada por Correa, por lo que dicho apoyo se refleja electoralmente.
Esta última es quizá la razón más importante que explique los sondeos. También aquí los motivos son múltiples. En primer lugar, es indudable la vocación del actual gobierno por activar las políticas públicas de incidencia sobre el conjunto de la ciudadanía. En este sentido, se ha producido una notable reducción en los índices de pobreza y desigualdad, recuperando al estado como agente de transformación a través de una mayor voluntad y capacidad rectora y redistribuidora. En segundo lugar, se ha conferido una estabilidad institucional muy notable a un país acostumbrado históricamente a constantes y violentos cambios de gobierno, y se ha ahondado en los procesos de descentralización y democratización, estableciendo incluso fórmulas de democracia directa en aspectos tan relevantes como la reforma de justicia o las corridas de toros -actualmente prohibidas en algunas provincias-.
En tercer lugar, la población valora positivamente la recuperación de la dignidad nacional del país, así como su vocación por participar del proceso de integración latinoamericana. De este modo, Ecuador se ha enfrentado a los organismos internacionales como el FMI, y ha tomado parte en todos los procesos de emancipación continental (ALBA, UNASUR, CELAC, etc.). Por último, y en cuarto lugar, la población confía en la explícita apuesta del Movimiento País por transitar desde una economía capitalista y desde un estado burgués hacia un socialismo del Buen Vivir -en el que la vida y no el capital se sitúe en el centro, incluyendo los derechos de la naturaleza- y hacia un estado plurinacional. Esta es la gran apuesta, el gran compromiso de Correa y del conjunto de su movimiento -junto al de muchas otras gentes y organizaciones que participaron en la avanzada Constitución vigente-, un compromiso sistémico que trasciende los ritmos electorales y cortoplacistas, y que se proyecta en términos históricos.
Precisamente por ello, y como no podía ser de otra manera, esta apuesta en el largo plazo no está exenta de dificultades. Tanto es así que se ha convertido en el punto de conflicto más importante no sólo entre las izquierdas ecuatorianas, sino también en todos los países con gobiernos de cambio. ¿Se está avanzando en esa transición de sistema? ¿Se pueden pedir más avances, teniendo en cuenta el punto de partida, el poco espacio de tiempo transcurrido, y el papel obstruccionista de una derecha que detenta hegemónicamente el poder económico y mediático? ¿Es posible pasar ya de un modelo que prioriza un extractivismo redistributivo (petróleo, gas, etc.) a una matriz productiva nueva?
Los ritmos y las voluntades políticas en torno a esta transición suponen la máxima expresión del enfrentamiento actual entre las izquierdas diversas. Para unas, insuficientes; para otras, en el margen de lo posible. Ahí se sitúan nudos importantes como los de la ley del agua, o el de la posibilidad de reabrir el debate sobre los alimentos transgénicos. No obstante, y además de esta gran cuestión, hay también otros ámbitos de conflicto más específicos de Ecuador. Así, por un lado, la Coordinadora de Unidad Plurinacional acusa a Correa de formas autoritarias de gobierno, de criminalizar la protesta social y de mantener una actitud confrontativa con las organizaciones no alineadas con su programa.
Al mismo tiempo, y por el otro lado, desde filas oficialistas se acusa a la Coordinadora de ejercer una oposición sin concesiones, igualando a Correa con la derecha; de asumirse como alternativa más radical, cuando por otro lado se hace una defensa naif de los principios y las estructuras de la agónica democracia liberal-representativa (apelando por ejemplo a la libertad de prensa frente a los conflictos del gobierno con los grandes medios de la derecha, o apelando a la separación de poderes en torno a una reforma de un justicia parcial y conservadora); finalmente, también se lanzan ataques sobre el papel timorato, cuando no complaciente, que algunas personas y organizaciones de dicha Coordinadora jugaron en el golpe de estado del 30 de septiembre de 2010.
Éste es el punto de partida para este nuevo mandato de Correa. Confiamos que sea, por un lado, el mandato en el que se avanza exponencialmente y de manera inequívoca en términos de socialismo para el Buen Vivir; por el otro, deseamos también que las diferentes izquierdas ecuatorianas se articulen en base a agendas comunes, con voluntad constructiva y respeto mutuo. Es labor del gobierno, pero también de la oposición. Ambos deben asumir dicha responsabilidad, porque la oportunidad que se ha abierto en Ecuador con la revolución ciudadana no se puede desaprovechar. El pueblo ha despertado, y ya no le da la gana de volver a dormir. El camino es claro, es el socialismo, es el buen vivir, es la dignidad. Por ello todo nuestro apoyo internacionalista al proceso ecuatoriano, que tanto nos ha enseñado y tanta esperanza ha traído a la izquierda mundial.
Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate – Mesa Internacionalista de Alternatiba