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¿Existe algo en el mundo que el dinero no puede comprar?

Un farol, un trapo rojo y un par de zapatos

Fuentes: Brussells Tribunal

Prólogo y traducción de Manuel Talens

Prólogo: Sobre héroes, falsos héroes y el declive de la mitología capitalista

2008, el año que ahora llega a su fin, será recordado por muchas cosas: George W. Bush, el tirano más sanguinario de la historia reciente, dejó paso a Barack Obama, el primer presidente negro de Usamérica. Varios países latinoamericanos avanzaron en su camino antimperialista y consolidaron sus victorias populares y democráticas. Los luchadores de la resistencia en Iraq y Afganistán mantuvieron en jaque y a la defensiva a sus ocupantes, mientras que el continente africano en su totalidad seguía muriendo un poco más, víctima de multinacionales, traficantes de armas y poderes poscoloniales de tamaño subimperial. Pero, por encima de todos esos acontecimientos, 2008 será recordado por el inicio de la peor crisis financiera de la historia, una crisis que no sólo es el reflejo especular de la de 1929, sino que está logrando destruir sin pausa todos los mitos previamente considerados inviolables del capitalismo. Veamos algunos de ellos:

Por primera vez en la no tan larga historia de nuestros regímenes «democráticos» burgueses lo impensable acaba de suceder: un Estado occidental -Islandia- acaba de quebrar y no me cabe duda de que otros le seguirán el paso. Un segundo mito que ahora es cosa del ayer es la supuesta solidez económica de gigantes multinacionales como American Motors, Chrysler y grandes bancos de todo el mundo. Eran duros como rocas, pero ahora han demostrado que tenían los pies de barro. ¿Quién volverá a confiar en ellos, si la gente les ha perdido la fe y ésta era su «único» activo real?

En el frente de la política la crisis ha sido devastadora para nuestros antiguos partidos socialistas, hoy en día reencarnados en socialdemócratas. El capitalismo no ha permitido nunca que un auténtico partido de izquierda controle el poder a través del voto. Este axioma debería haber alertado a los votantes de izquierda para desconfiar de la facilidad con la cual se permitía que los partidos socialdemócratas gobernaran en nuestro hemisferio occidental. Pero la estafa política ni siquiera era eso, sino más bien la retórica izquierdista que los socialdemócratas han estado utilizando para atraer posibles votantes y mantener con vida la maravillosa ficción de que se puede escoger entre derecha e izquierda. Esa posibilidad nunca existió: todos los socialdemócratas están a la derecha. Ahora la crisis ha hecho explotar este mito conforme los denominados socialistas que gobiernan (por ejemplo, en España, Portugal, Irlanda, Hungría, el Reino Unido, etc.) están financiando con dinero público a los ladrones ricos, y todo con el fin de salvar la desfalleciente economía capitalista que en el fondo siempre han apoyado.

Incluso uno de los últimos bastiones del decoro está hoy bajo sospecha. El premio Nobel de Medicina, el honor definitivo en la ciencia, aparentemente también puede comprarse. ¿Existe algo en el mundo que el dinero no pueda comprar?

Y, por último, aunque no menos importante, la actual crisis financiera ha destruido el mito de los héroes capitalistas. ¿Quiénes eran? Estrellas millonarias del deporte, cantantes decadentes, caras famosas de Hollywood con salarios de seis cifras, soldados de ejércitos imperialistas recibidos con honores al volver a casa tras haber violado muchachas en países pobres y haber asesinado niños inocentes… o corredores de bolsa de Wall Street como Bernie Madoff, que solía donar grandes sumas de dinero a organizaciones benéficas y se lo reverenciaba por eso, hasta que la crisis financiera lo ha dejado desnudo y ha permitido que veamos la verdadera cara del capitalismo. ¿Es posible ser una persona entrañable y afectuosa cuando la sed de poder y la acumulación de capital son los principales objetivos en la vida? Lo repito: ¿Existe algo en el mundo que el dinero no pueda comprar?

Mi respuesta es sí: el dinero no puede comprar la dignidad. Lector, el artículo que estás a punto de leer te ofrece ejemplos contrarios a esos falsos héroes capitalistas. Dirk Adriaensens los presenta como son: seres humanos sencillos que hicieron grandes gestas arriesgando sus vidas y las hicieron sólo por dignidad y por amor. No había dinero por medio. Ni siquiera pretendían ser heroicos y es precisamente por eso por lo que son héroes. Su carne no es de pacotilla como la carne de los héroes capitalistas. La avaricia no les interesa. Son sólo izquierdistas.- Manuel Talens


* * *

Pequeñas acciones de gente ordinaria pueden tener un enorme impacto en tiempos de manifiesta injusticia. Las personas pueden hacer cosas extraordinarias por amor a sus semejantes, a la justicia y a la libertad, por indignación ante asesinatos y destrucciones inútiles. Un ser humano puede ser el reflejo de los sentimientos y las aspiraciones de toda una nación y convertirse en héroe. Muntadhar Al-Zaidi es uno de ellos.

Sami Ramadani escribe en el Guardian de Londres: «El periodista de televisión Muntadhar A-Zaidi, de 28 años de edad, ha entrado en la historia no sólo porque lanzó un par de zapatos contra el presidente usamericano, el mayor insulto en la cultura iraquí, sino por lo que dijo al hacerlo. Sin aquellas palabras, su desafío y su grito de profundo dolor, que es también el grito del pueblo iraquí, no pasarían de ser más que meros zapatazos. Pero sus palabras se escucharon: «¡Este es el beso de despedida, perro!», gritó al lanzar el primero. Pero lo más importante vino con el segundo: «¡Este es por las viudas, los huérfanos y todos los asesinados en Iraq!». Con el acompañamiento de tales palabras, el impacto de un par de zapatos fue electrizante. Un joven periodista dejó de lado las exigencias de su profesión y prefirió convertirse en el grito más potente de su pueblo, que lleva sufriendo tanto tiempo. Si pensamos en la tortura y los asesinatos que tienen lugar en las cárceles iraquíes y usamericanas, que Muntadhar mencionó a menudo en sus reportajes para la televisión por satélite Al-Baghdadia, no cabe duda de que era consciente del grave riesgo que corría.»


Muntadhar Al-Zaidi

Cuando Al-Zaidi gritó, «¡Este es el beso de despedida, perro!», y arrojó sus zapatos durante una conferencia de prensa en Bagdad, el velo de hipocresía se rasgó y el repugnante emperador quedó desnudo frente al mundo, escribe en su blog Gabriele Zamparini.

Con su acto extraordinario, Al-Zaidi ha personificado la verdad de la derrota usamericana en Iraq y ha levantado la moral de resistencia en el corazón de todos los árabes, igualando así a la del pueblo iraquí, que continúa resistiendo frente al imperialismo y al colonialismo y que se niega a humillarse, comenta el comunicado del Tribunal BRussells. La mayor expresión de insulto en la cultura árabe es lanzar un zapato a un adversario. Bush y sus compinches criminales se merecían el insulto. El presidente ha dicho que no sabe por qué lo hizo Al-Zaidi. Pero éste lo dejó bien claro: fue por los huérfanos y las viudas de la guerra imperial, que hasta la fecha ha matado a más que 1.200.000 iraquíes y ha desplazado a seis millones más.

Mientras que los levantamientos de Faluya, Najaf y Basora contra la ocupación permanecerán siempre en el recuerdo como los hitos de un pueblo que resiste a la ocupación, esos increíbles segundos de Al-Zaidi han unido a los iraquíes de la manera más dramática.

Sami Ramadani añade: Muntadhar Al-Zaidi es un socialista laico que admira al Che Guevara. Inmediatamente después de la ocupación, cuando todavía trabajaba de los medios de la Universidad de Bagdad, se convirtió en un importante líder de la izquierda estudiantil. Solía informar en Al-Baghdadia sobre las víctimas pobres y oprimidas de la guerra usamericana. Fue el primero en hacerlo desde Ciudad Sadr y desde cualquier otro sitio en donde la gente sufría violencia o graves privaciones. No sólo siguió los rastros de muerte y destrucción de los helicópteros Apache, sino que estuvo entre los primeros en informar sobre todas las atrocidades sectarias y las bombas en los mercados populares. A los primeros que entrevistaba era a las víctimas.

Las acciones de la resistencia deben permanecer en el recuerdo

La resistencia a la ocupación extranjera no empezó con la invasión ilegal de Iraq. También hubo resistencia en la Europa ocupada de la segunda guerra mundial. Y, al igual que en Iraq, los luchadores resistentes fueron calificados de «terroristas» por parte de los ocupantes alemanes y del gobierno de Vidkun Quisling. Al-Zaidi arrojó sus zapatos en nombre de las viudas y los huérfanos asesinados en Iraq y Robert Maistrau salvó a más de 200 judíos de una muerte segura a manos de los nazis alemanes.

El viernes 29 de septiembre de 2008, Robert Maistriau falleció a la edad de 87 años. Tenía 22 cuando él y dos amigos interceptaron un tren que estaba a punto de deportar a más de 1600 judíos belgas al campo de la muerte nazi de Auschwitz.

La noche del 19 de abril de 1943, el trío formado por Maistriau, Youra Livchitz (que entonces tenía 25 años) y Jean Franklemon (también de 25) se desplazaron en bicicleta desde sus hogares en Bruselas hasta Boortmeerbeek en Flandes, a unos 40 km de distancia. Una vez allí, envolvieron su farol en un trapo rojo y lo depositaron en medio de las vías en dirección al Este, a modo de señal de STOP improvisado. Ocultos en la oscuridad, observaron como el tren se detenía.

Entonces, Maistriau se acercó sigilosamente y forzó la puerta de uno de los vagones con unas tenazas. Diecisiete deportados saltaron fuera del vagón y echaron a correr mientras los centinelas abrían fuego. Mientras que Livchitz les disparaba, Maistriau y Franklemon forzaron la puerta de un segundo vagón e instaron a los prisioneros a dispersarse. Doscientos más lograron huir. Los 1400 que no tuvieron tanta suerte siguieron camino y llegaron a destino, Auschwitz. Pocos sobrevivieron para contarlo.

Cuando los soldados volvieron a cerrar las puertas, el trío regresó a Bruselas en bicicleta.

Ésta fue la única ocasión en la Europa ocupada que luchadores de la resistencia liberaron prisioneros en un tren de deportados.

Maistriau se aburría en su empleo de oficina en una compañía del metal. Impulsivo, estaba dispuesto a luchar contra los alemanes, a quienes todavía se odiaba en Bélgica por sus atrocidades de 1914. «No era un loco, pero me dejaba llevar con facilidad», explicó más tarde. «Y estaba dispuesto a arriesgar mi vida».

Livchitz, un poco más mayor, fue una figura carismática que sus contemporáneos todavía recuerdan vívidamente. Fue capturada pocos meses después del ataque y ejecutada por «terrorista comunista». Se negó a que le vendasen los ojos cuando hizo frente al pelotón de fusilamiento. El tercer miembro del grupo fue Jean Franklemon, estudiante de arte y comunista, que fue enviado a un campo de concentración y sobrevivió.


Robert Maistriau, Youra Livchitz y Jean Franklemon

He aquí un breve resumen de una entrevista a Maistriau:

Fuimos en bicicleta hasta el lugar del ataque. Llevaba en mi bolsa el farol y las tenazas. De hecho, no estábamos ni organizados ni preparados. Sentía una mezcla de hambre de aventuras y de ganas de infligir a los alemanes el mayor daño posible. En aquel momento nadie hubiera podido detenerme.

Nos situamos junto a las vías del tren en torno a las 9:45 de la noche, entre Haacht y Boortmeerbeek. Escuchamos el silbido de la locomotora. Los sonidos retumbaban en aquella noche apacible… pocos segundos después, el tren se acercaba al farol. Como lo habíamos puesto en el centro de las vías al final de una curva, el conductor sólo vio la señal roja en el último momento. Disminuyó la velocidad de inmediato, pero el primer vagón pasó por encima del farol. Finalmente, el tren se detuvo.

Estaba completamente helado. Entonces me dirigí al vagón más cercano, en la mano izquierda llevaba una linterna pequeña y en la derecha las tenazas. Estaba muy excitado y tuve la sensación de que pasó una eternidad antes de cortar el alambre con el que habían fijado la puerta corredera. Por fin lo logré y abrí de par en par la pesada puerta del vagón de ganado. Con mi linterna iluminé el interior. Caras pálidas y asustadas me miraban. «¡Salgan de aquí, escápense!», les grité. «Schnell, schnell, fliehen sie!» (¡rápido, rápido, salgan de aquí!).

Poco después todo volvió la calma y el tren continuó su viaje. Cuando vi que desaparecían las luces rojas del vagón de cola me puse en pie. A siete personas les di un billete de 50 francos. Los conminé a que se dispersasen. Una mujer me abrazó con pasión y me dijo que no sabía cómo darme las gracias. Alguien quiso saber mi nombre y dirección para enviarme un regalo después de la guerra. Pensé que era un detalle muy inocente. Los nombres y las direcciones eran algo tabú, esa era la primera lección que uno aprendía cuando entraba en la resistencia.

Robert Maistriau pasó a formar parte del Grupo G de la resistencia después de su bautizo de fuego con el convoy XX. Luego pasó a la clandestinidad en las Ardenas. Fue detenido durante un mitin del Grupo G e internado como prisionero político en el campo de Breendonk. Después, fue deportado a Buchenwald y condenado a trabajos forzados en el campo Dora. Sobrevivió a los campos de concentración y fue liberado por los usamericanos en Bergen-Belsen .

Franklemon falleció en 1977.

La muerte de Maistriau pasó casi inadvertida en los medios de comunicación. El periódico Haaretz publicó una nota sobre su fallecimiento. Los judíos recuerdan a todos aquellos que trataron de detener su genocidio. Pero ¿por qué no habrán aprendido de su propia historia e infligen atrocidades similares a los palestinos?

Si Robert Maistriau fuese ahora joven y estuviese vivo seguramente se levantaría contra el muro sionista y la política del apartheid, la limpieza étnica de musulmanes y cristianos, la brutal ocupación de Palestina. Si Robert Maistriau estuviese vivo y habitase en Iraq sería un luchador de la resistencia contra la ocupación ilegal de ese país, trataría de detener el genocidio contra el pueblo iraquí. Es posible que incluso también hubiese arrojado sus zapatos a George W. Bush. Nunca lo sabremos, está muerto.

La resistencia a la ocupación extranjera es algo noble, un deber. Tenemos que recordar a Robert Maistriau. No lo hizo en busca de gloria, siguió el dictado de su conciencia. Únicamente quería justicia.

La injusticia ha de combatirse por todos los medios posibles. Ésa es la lección que se debe aprender. Y la Carta de Naciones Unidas otorga a los pueblos oprimidos y ocupados el derecho a liberarse de la ocupación extranjera.

La resistencia es el signo más poderoso de la dignidad. Al-Zaidi es un héroe que se ha enfrentado a la ocupación extranjera arrojando un par de zapatos al presidente que está destruyendo su país. Robert Maistriau salvó a más de doscientos judíos. Es un héroe que se enfrentó a la ocupación extranjera con un farol y un trapo rojo.

Los derechos nunca se dan, siempre se toman. La mujer negra Rosa Parks se negó a sentarse en los asientos traseros del autobús: es una heroína. Los incontables nicaragüenses que pasaban todas las noches construyendo barricadas o cocinando para quienes lo hacían también son héroes.

Las historias de los valerosos luchadores de la resistencia iraquí serán referidas en el futuro. Son los héroes de los tiempos modernos, los salvadores de la humanidad.

Las biografías de presidentes no deberían ser los hitos de la historia que se recuerdan, más bien deberían serlo esas pequeñas grandes narraciones que tratan, por ejemplo, de un farol, un trapo rojo y un par de zapatos.

Fuente: A lantern, a red rag and a pair of shoes   

Dirk Adriaensens es miembro del comité ejecutivo y Manuel Talens del comité consultivo del Tribunal BRussells. Talens también pertenece a los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.