La primera reacción de la llamada “crítica literaria colombiana” a la novela “Sin Remedio” del columnista político y caricaturista Antonio Caballero, cuando apareció por primera vez en las librerías de Bogotá en 1984, fue la de un silencio despectivo a su conocida ironía y mordacidad.
Una respuesta mediocre o vengativa a aquel “ácido muriático de su incredulidad irreparable” que le describiera su íntimo amigo García Márquez, cuando le entregó el borrador manuscrito.
Pero la verdad era que nadie en los círculos letrados de Bogotá quería mirarse en ese espejo y menos en esos momentos tan críticos para Colombia. Sin embargo una novela de ese tamaño y calidad no podía pasar inadvertida para propios y extraños y “poco a poco” fue abriéndose paso. Entonces vino la segunda reacción de rechazo, un poco más elaborada con comentarios que vinieron como una cascada de más de 20 adjetivos calificativos, la mayoría negativos o mejor descalificativos, vertidos sobre ese primer y único intento literario serio y de largo alcance de Caballero, como escritor-hijo-de-escritor, educado en la España franquista donde su padre era diplomático y, donde aprendió las primeras letras del idioma castellano.
Abulia, indiferencia, escapismo, nihilismo, inautenticidad, desinterés, alienación, existencia-falaz, mentiroso, descreído, fracasado, suicida, frustrado, erotómano, trágico, ególatra, descreído, narciso, edípico, descompuesto, asocial, o antisocial; fueron algunos de los calificativos que le dieron al personaje principal del relato, no sin antes “insinuar” alguna relación autobiográfica entre el autor y su creatura.
¿Quién iba a leer un libro así, en un país santurrón y beato donde se acababa de posesionar como presidente un “sacristán antioqueño”?
Y más aún, si en ese libro ubicado temporalmente en 1974, se describe magistralmente y en detalle aquel momento histórico de Colombia en el cual, la oligarquía dominante de los apellidos empezaba a ser infiltrada masivamente y corrompida por la mafia narcotraficante de la marihuana y la cocaína, y, cuando el ultraliberal López Michelsen educado en Inglaterra, quien había cabalgado en una falsa fama de revolucionario liberal opuesto al Laureanismo falangista de Álvaro Gómez y al pacto bipartidista del Frente Nacional del 57 y su secuela del el estado de sitio permanente, ganaba las elecciones presidenciales para abrirle a Colombia la puerta al despeñadero: La del mandato caro de hambre, miseria y represión, del narco paramilitarismo abierto y los genocidios políticos de Comunistas en los consejos municipales de Cimitarra, Yacopí, Puerto Berrío, la Dorada, ect; de la ventanilla siniestra en el Banco de la república, y de las bases para aquel luctuoso paro cívico de 1977.
Pero el libro estaba ahí, se seguía leyendo y a pesar de la quiebra de la editorial continuó teniendo nuevas ediciones y comentarios más reposados y acordes con la literatura, hasta llegar a convertirse, según tengo entendido, en un corpus de estudio en la facultad de literatura de la Universidad Nacional de Colombia y en objeto de análisis y guías de lectura como la del especialista y profesor asociado de dicha universidad Iván Vicente Padilla Chasing, publicada en 2019 titulada “Sin remedio: una novela sobre la indiferencia y el escapismo de los colombianos”, que por su reciente aparición volvió a poner la novela en actualidad.
Para quienes somos de la generación o mejor contemporáneos y lectores del escritor y caricaturista Caballero, que vivimos la zozobra y la perturbación social de aquellos años iniciales de la posterior tragedia del pueblo colombiano descritos magistralmente en la novela Sin Remedio, fue algo más que una caricatura social gigantesca en forma de fresco, o una columna política de esas que Caballero escribía en cualquiera de las revistas donde publicaba.
Fue un libro premonitorio excelentemente escrito y de una modernidad a toda prueba que re-introducía al verdadero coronel Aureliano Buendía en la atormentada e incierta realidad colombiana como lo que era en realidad: un alto militar de la que ya comenzaba a ser la todopoderosa Inteligencia Militar colombiana.
Libro que a pesar de estar ubicado en 1974, dos años después de ser publicada en 1986 durante el gobierno de Betancur y a raíz del pavoroso incendio del Palacio de Justicia, nos confirmó hasta dónde podían llegar esos “burguesitos enfurecidos” y radicalizados que Caballero caricaturizó magistralmente en aquellas sopas de letras y siglas. Aquellos portadores de esa caricatura del marxismo ultraizquierdista que pretendían ser una vanguardia revolucionaria, y por fuera de toda realidad llevar la lucha armada del campo a la ciudad para después abandonarla como cualquier colilla ya fumada. Desclasados y descompuestos, algunos adictos a la marihuana o francamente drogodependientes que pulularon en la Bogotá y en otras grandes ciudades colombianas por aquellos años como el personaje-símbolo “Escobar Urdaneta”, descrito floridamente por Caballero en las 563 hojas la novela, quien según la ciencia Psiquiátrica actual, estaba francamente enfermo de “un síndrome amotivacional” causado por el consumo crónico de marihuana. Lo que de haberse sabido, les hubiera evitado a los críticos de pacotilla aquellos 20 adjetivos descalificativos con los que recibieron inicialmente la novela. (Si se desea conocer los 15 principales síntomas del síndrome amotivacional, favor ir al siguiente enlace https://psicologiaymente.com/clinica/sindrome-amotivacional )
37 años después de publicada la novela “Sin Remedio” de Antonio Caballero, y de tanta agua teñida de sangre, corrida bajo los puentes de la realidad y la historia de Colombia, este libro debe ser plenamente incorporado a nuestra literatura como una de las grandes obras críticas. Haciéndole una valoración psiquiátrica adecuada del personaje central y del ambiente social anómico (según el concepto sociológico de Durkheim) en el cual se desenvolvió, vivió y murió. Y sobre todo una valoración adecuada del momento histórico descrito con todas sus implicaciones sociales, ideológicas y culturales que allí se describen, la ruindad de la oligarquía de los apellidos, su captura por la mafia narcotraficante y paramilitar y la transición posterior que se abrió a partir de este hecho socio económico y político en Colombia; todo con el fin de dejar una ayuda a las nuevas generaciones para la compresión no solo de la novela de Caballero, sino de la historia de Colombia.