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Sobre la "Internacional"

Un llamado a la batalla como hace siglo y medio

Fuentes: La Jiribilla

Cuando finalizaron las sesiones del Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, se escuchó – como debía ser – «La internacional». En lo particular, esa melodía siempre me conmueve, desde que siendo aún una niña escuché por primera vez algo de su historia en boca de Nando, el mayor de mis tíos paternos que nació […]

Cuando finalizaron las sesiones del Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, se escuchó – como debía ser – «La internacional». En lo particular, esa melodía siempre me conmueve, desde que siendo aún una niña escuché por primera vez algo de su historia en boca de Nando, el mayor de mis tíos paternos que nació y murió siendo comunista.

A los pocos años del triunfo de la Revolución se propagandizó y a veces se escuchaba tanto y sin motivo, que una se preguntaba por qué. No olvido a una persona, profesor de un curso de preparación política, que un día me dijo que esa canción llegaría a ser el Himno nacional cubano. La discusión duró bastante tiempo – él con sus argumentos y yo con los míos (que sigo sosteniendo) – : no cambio mi Himno nacional, vibrante y bello, defendido por la sangre de miles de compatriotas, por ninguna canción del mundo por hermosa y conmovedora que sea.

No creo que Eugène Pottier (1816-1887), un sencillo obrero, cuando en 1871 escribió Cantos Revolucionarios entre los se encontraba «La internacional», tuviera idea de que casi siglo y medio después sus versos seguirían formando parte de un planeta que se mantiene patas arriba, donde los ricos cada día son mas ricos y los pobres más pobres. Desde un principio, este canto se adueñó de los trabajadores, primero de los franceses y luego de toda Europa.

Sin embargo, su autor murió sin conocer la melodía que hoy sigue conmoviendo a cualquier desposeído del mundo. Fue un belga, también obrero, Pierre Degeyter, quien en 1888 compuso la música.

Cantado inicialmente por los socialistas franceses, pasó a ser himno de todos los comunistas y trabajadores del mundo. Fue interpretado en público por primera vez en 1888. En una reunión de la Junta Sindical de vendedores de periódicos en 1982, la Segunda Internacional lo acogió como su símbolo, y fue el himno nacional de la URSS hasta 1944, año en el que se dice que Stalin decidió modificarlo, pero esa es otra historia.

Tiene versiones en decenas de idiomas e incluso, en español, por ejemplo, no se canta exactamente igual en Argentina que en Cuba, claro la esencia se mantiene: el llamado a la unión de todos los revolucionarios.

Sobre el defensor de la Comuna y comunero él mismo, el 3 de enero de 1913 Lenin escribió: » Pottier murió en la miseria, mas dejó levantado a su memoria un monumento imperecedero. Fue uno de los más grandes propagandistas por medio de la canción».

Marx, que sí vivió la Comuna, en una reunión del Consejo General de la Internacional dijo: «Los principios de la Comuna son eternos y no podrán ser destruidos; ellos serán siempre puestos de nuevo a la orden del día mientras que la clase obrera no haya conquistado su liberación».

¡Cuánta razón tenía (tiene) el judío alemán! La igualdad y acceso a todo, por todos fue un principio de aquella gran primera revolución obrera y, precisamente, «La internacional» llama a los proletarios a tomar el poder para que el mundo no siga siendo un parcelado casi feudal.

Una centuria y media después se reclaman los derechos de autor del libertario himno. Y cito: «La sociedad para la administración de los derechos de reproducción de autores compositores y editores (SDRM), que gestiona los derechos de autor en soporte cinematográfico, han reclamado la citada por reproducir ‘La internacional’ sin autorización. La Sociedad gestora pide mil euros por el uso del fragmento de ‘La internacional’ en la película Insurrection que fue estrenada en una sala de arte y ensayo y que solo consiguió vender 203 entradas».

Si Eugène Pottier y Pierre Degeyter revivieran por un milagro, volverían a la tumba por tan gran despropósito. Cobrar derechos de autor por una pieza musical que niega de plano cualquier vínculo con el capitalismo, es como vender la hostia sagrada entre los creyentes católicos.

Espero que en Cuba no se paguen esos derechos, aunque existen relaciones contractuales que aunque ilógicas hay que sostener. Por el momento, con la cercanía del 1ro. de Mayo he escuchado algunas veces, las suficientes, la melodía de «La internacional». Y estoy segura de que en la Plaza de la Revolución miles de compatriotas cantarán a todo pulmón la letra de Pottier y la música de Degeyter, como se ha hecho desde finales del siglo XIX siempre que se reúnen los trabajadores.

Foto: En la clausura del 6to Congreso del PCC, delegados cantan el himno de «La Internacional», de Ismael Francisco

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2011/n521_04/521_19.html