Cuando la imagen del Che regresaba por todas partes, Tristán Bauer se propuso hacer un filme sobre él, pero no para mostrar esa imagen simplemente, o para presentarse en un aniversario. Por eso ha debido investigar y trabajar durante doce años antes de terminarlo. Fue, como otros, a los testimoniantes, y mucho más que otros […]
Cuando la imagen del Che regresaba por todas partes, Tristán Bauer se propuso hacer un filme sobre él, pero no para mostrar esa imagen simplemente, o para presentarse en un aniversario. Por eso ha debido investigar y trabajar durante doce años antes de terminarlo. Fue, como otros, a los testimoniantes, y mucho más que otros a los documentos, pero con propósitos que hicieron singular a su obra. Consiguió lo que nadie de los familiares del Che, y documentos que no se habían visto, pero no los utilizó como trofeos. Tristán lo ha dicho: «Hurgar en la profundidad, encontrar la profundidad en el conocimiento de los testimonios de la época del Che y, sobre todo, de sus testimonios personales y sus escritos, y también las fotografías que tomó, su particular manera de ver el mundo a partir de la fotografía.» Y enfrentó el desafío que él mismo se había puesto: «intentar trasmitir el concepto de un hombre que estudia, que realiza una reflexión teórica profunda y al mismo tiempo se entrega a la acción y predica con el ejemplo.»
El resultado es Che. Un hombre nuevo, un repertorio que se sirve de la tremenda capacidad sintética del cine y que utiliza como vehículo de su férrea organicidad la secuencia de la vida de Ernesto Che Guevara, para ofrecernos al ser humano y al pensador revolucionario. Uno de los muchos aciertos del filme es la capacidad de combinar esos elementos en vez de darles turnos o superponerlos, ofrecer con claridad las ideas y los problemas al mismo tiempo que evita el didactismo, indicar lo más importante sin perder la naturalidad, e inclusive acudir al humor.
En Che, un hombre nuevo no hablan del Che, es él mismo el que toma la palabra. Numerosas grabaciones le han servido, en muchos casos expuestas al público por primera vez, y la voz de un sobrino del Che lee textos no grabados que interesan al objetivo del cineasta. La fuerza y la convicción extraordinarias de aquella voz pausada se escuchan a lo largo de toda la película, desde el inicio sobrecogedor en que dice para Aleida el poema «Los heraldos negros», de Vallejo. La emoción y el peso del contenido de los mensajes se unen y golpean al espectador, y le piden ser activo frente a ellos. Bauer no es inocente: «mi cine aspira a una voluntad de cambio; eso explica que haya hecho esta película,» dijo en diciembre pasado, «para proponer una mirada sobre el pasado con voluntad de avanzar hacia el futuro.»
Quiero destacar el rescate del pensamiento del Che que logra Tristán. Ernesto adquirió formación para ser hombre de pensamiento y de letras, y su vocación revolucionaria lo convirtió en un famoso hombre de acción. Actuó sin descanso ni medida en la creación de una nueva sociedad en Cuba entre 1959 y 1965, y otra vez fue sobre todo un hombre de acción en los dos y medio últimos años de su vida. Sin embargo, el pensamiento es un hilo conductor de toda su existencia, y supo comprender la necesidad ineludible de que la revolución de liberación de todas las dominaciones se piense a sí misma y sea capaz de guiarse por ideas, planear su actividad, la formación de personas nuevas y el desarrollo de nuevos países, es decir, la creación de nuevas realidades y nuevos proyectos.
A esa luz, los diarios y cuadernos del Che adquieren sus verdaderas dimensiones. El combatiente, el caminante, está lejos de la mesa y la silla, pero conoce el valor de la palabra escrita. Su voluntad y su intelecto le permiten anotar lo que sucede y valorar lo que lee, siempre en función de problemas y objetivos que están en su pensamiento, con vista a una profundización que considera imprescindible y a tareas intelectuales de mayor alcance que siempre planea realizar, hasta en las situaciones en que parece imposible pretenderlo.
Resulta entonces natural que el guerrillero no siga los consejos que le ha dado al combatiente respecto al peso de su mochila, y cargue siempre libros consigo, aunque no haya comida y la muerte esté a la vista. El filme nos muestra un Che que sabe qué conocer como viajero, que mira, goza o aprehende con su cámara fotográfica, que estudia y tiene criterios sobre los temas más importantes del mundo en que vive, y hace lo mismo con las ideas de los clásicos del pensamiento o de los autores más recientes. Pero va mucho más allá, al ofrecernos pistas para que conozcamos el pensamiento que produjo Guevara, el aporte teórico más importante de nuestra revolución. Puede ser de pasada, como cuando pide que se busque en las personas que quedan en los márgenes de una sociedad sus sentidos quizás más profundos, o puede tratarse de una cuestión central, como cuando llega a la conclusión de que en la Unión Soviética está en curso un proceso que llevará al regreso al capitalismo.
El Che elaboró una concepción teórica sobre la transición socialista, y libró una batalla intelectual -tan trascendente como sus batallas a tiros- por lograr que los revolucionarios socialistas del mundo que fue colonizado y neocolonizado comprendieran que esa concepción expresa el camino cierto de la liberación factible, y la asumieran prácticamente. Y también reafirmó un axioma que hoy no está muy claro en muchos lugares: lo primero es tener una revolución, sin ella no es posible avanzar, pero para tener una revolución es imprescindible la movilización del pueblo.
Che. Un hombre nuevo ayuda en la labor necesaria de liberar al Che de los lugares comunes con los que nos quitamos la posibilidad de comprender su legado, asumirlo y sacarle provecho. Por ejemplo, la creencia en que era un hombre muy bueno que no le dio suficiente importancia a lo material. Porque el Che sabía lo fundamental, que es la necesidad de que los factores subjetivos predominen a lo largo de todo el proceso del poder de transición socialista -y que solo ese predominio de lo subjetivo nos salvará-, fue que realizó descomunales esfuerzos en el campo de la economía, tanto en la práctica, mediante una experiencia que involucró a cientos de miles de cubanos y que ha sido olvidada, como a través de estudios muy profundos de teoría y de técnicas de Economía. Che pudo escribir con razón que el pensamiento marxista acerca del socialismo estaba en pañales, pero al mismo tiempo hacía todo lo posible porque en Cuba alcanzara pronto la adultez y se combinara con prácticas que hicieran viable el socialismo. De un juvenil «odio a la civilización» que era tan malvada y mezquina con los humildes pasó pronto a desarrollar una crítica rigurosa de la modernidad capitalista, un logro más admirable cuando se recuerda que en esos años se luchaba a brazo partido porque llegaran a todas las cubanas y cubanos los frutos de las modernizaciones.
Este gran pensador no brilla, sin embargo, en la academia ni en los salones. Es el alfabetizador de sus subordinados, el creador de escuelas en plena guerra, el que se siente feliz compartiendo estudios con jóvenes combatientes como al que llama «graduado de la Universidad de Yara». El que fuerza a su escolta a estudiar y producir alimentos. La película muestra entonces su rigurosa consecuencia, su vida de dirigente político guiado por una ética revolucionaria, de intelectual que reúne en sí a la razón y la fe, de luchador que entrega sus méritos y sus cargos a la causa de la liberación. Por eso es natural que dé clases de francés a guerrilleros y que escriba sobre Hegel en Bolivia, o que porte en su postrera mochila a Lukacs o a Trotski. Todo su trabajo y su vida y su ejemplo van en busca de lograr que la riqueza cultural acumulada se reparta y llegue a ser para todos.
La posteridad del Che, como la de los individuos más grandes, es muy difícil: ellos van mucho más allá de sus circunstancias, las trascienden y hacen propuestas que parecen excesos. En el caso del Che, como en algunos otros, la dificultad es mayor, porque él resulta sumamente subversivo contra todas las dominaciones, a la vez que ya puede plantear la conquista de un nuevo mundo y una nueva vida como un hecho posible, que se hará realidad mediante la praxis revolucionaria y la conciencia organizada. La película que verán es una buena contribución para ayudarnos a asumir esa posteridad.
¡Gracias, Tristán, muchas gracias! Qué regalo extraordinario es Che. Un hombre nuevo, en estos días de aniversario. Este llamado tuyo, tan fuerte y tan logrado, a que todos nos sirvamos del Che, nos apoderemos del Che, que tanta falta nos hace, y que le aseguremos su grandeza del único modo digno y factible, que es continuando su camino, su pensamiento y su obra, aprendiendo con él a crear realidades y a pensar, a soñar futuros factibles, a sonreír, construir y pelear.
• • • • • Palabras del investigador y ensayista cubano Fernando Martínez Heredia al presentar Che. Un hombre nuevo, documental de Tristán Bauer, en la Sala «Charles Chaplin» de la Cinemateca de Cuba, el 5 de octubre de 2010
*Che. Un hombre nuevo es la fusión de dos sueños: una película que Tristán Bauer concibió y para la cual comenzó a realizar sus primeras investigaciones hace doce años, y un documental del Centro de Estudios Che Guevara (La Habana, Cuba). Afortunadamente, las dos rutas se unieron y el cineasta argentino tuvo acceso al asesoramiento del Centro de Estudios Che Guevara, que enriqueció sus exploraciones preliminares con su trabajo investigativo, además de que le brindó toda la documentación ordenada y clasificada. El talento de Bauer como documentalista y el profundo rigor investigativo del Centro de Estudios Che Guevara permitieron que viera la luz una impactante obra como Che. Un hombre nuevo, que obtuvo el Premio al Mejor Filme Documental en el Festival Internacional de Cine de Montreal.