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Un superficial pero amable Mayo francés

Fuentes: /contrainformacion.es

Al cumplirse medio siglo del Mayo Francés o Mayo del 68 (pocos acontecimientos requieren de tan escuetas designaciones para identificarse) quiero decir alguna cosa sobre aquella sonada revuelta parisina. En realidad no trato de aportar nada nuevo sobre lo que tanto se ha dicho y escrito. Innumerables estudios, análisis, juicios y comentarios de toda laya […]

Al cumplirse medio siglo del Mayo Francés o Mayo del 68 (pocos acontecimientos requieren de tan escuetas designaciones para identificarse) quiero decir alguna cosa sobre aquella sonada revuelta parisina. En realidad no trato de aportar nada nuevo sobre lo que tanto se ha dicho y escrito. Innumerables estudios, análisis, juicios y comentarios de toda laya se han ocupado del tema. Y, por supuesto, también de la época, pues fueron muchos los mayos del 68 en torno a la década prodigiosa. Sencillamente, porque concurrían muy relevantes circunstancias sociales, políticas, culturales y tecnológicas que cambiaron en poco tiempo el mundo. Poco importa al motivo de estas líneas si el Mayo Francés fue una revolución frustrada o una agitación de jóvenes de clase media especialmente favorecidos por el Estado de bienestar en sus más dorados momentos. Más probable creo que fue, como desarrolla Eric Hobsbawm, un signo de transformaciones complejísimas en el conjunto del siglo XX. O conviene atender, por citar autor hispano, a la recopilación crítica de una amplia bibliografía que el historiador J.M. Sánchez-Prieto hace junto a una presentación de aquella primavera de París como una historia imposible de contar.

Si no interesa construir aquí ningún relato novedoso, con o sin cincuenta aniversario, sí nos importa (y mucho) lo que unos y otros dicen o han dicho sobre aquellos acontecimientos. En este y en otros muchos casos conviene mirar no solo los hechos, los protagonistas y las ideas, sino, especialmente, lo qué se dice de todo ello, quién lo dice y por qué lo dice. En fin, podemos guiarnos por interrogantes que necesariamente quedan abiertos al juicio del lector.

¿Qué cosas tan terribles o ridículas hicieron aquellos muchachos y muchachas en el Barrio Latino para ser, cincuenta años más tarde, motivo de cuchufleta, odio concentrado y descalificación? ¿Qué resortes en los profundos sustratos mentales mueven hoy día el deseo de enterrar todo lo que huela a sesentaiochismo? Y cuando el olvido no se ve factible ¿por qué ese contumaz empeño de poner en la picota a todo el que anduviera en cuerpo o en alma cerca de las revueltas de aquella lejana primavera?

Cierto es que las embestidas contra aquellos «revolucionarios hijos de papá» fueron dadas ya entonces desde las páginas de ABC y demás medios de prensa adeptos al régimen. Las explicaciones publicadas eran tan fantásticas como cargadas de «mala baba», lo cual se entiende por las posiciones ideológicas que ocupaban y, realmente, siguen ocupando. Pero ¿por qué, cuándo y cómo se ha ido incorporando nuevo voluntariado a la descalificación y condena? En una primera aproximación, creo que las pistas no andan muy lejos del surgimiento y expansión de lo que en USA se ha dado en llamar neocon.

Ciertamente los antiguos progres arrepentidos serán mucho más respetados por la ira de las gentes de orden y posiblemente ellos calculan que ya le cerraron demasiadas puertas con la etiqueta de «obsoleto izquierdista tontorrón». ¡Que aprendan los que queden vivos de los más insignes renegados! Empezando por el mismo D. Cohn-Bendit; y, para poner ejemplos sub-pirenaicos, bien pueden aprender de Jiménez los Santos, Gabriel Albiac o Pío Moa, en la facción renegada de pata negra. También tenemos otras vertientes más finas, como la de Joaquín Leguina. Son estas últimas versiones entregadas a la confección de trajes literarios sobre sí mismo, distanciados de su propia imagen juvenil no como loable método historiográfico, sino como sutil narcisismo en el que se auto-dora el sujeto presente al tiempo que se despliega una mirada entre misericordiosa e irónica sobre el joven que un día fue (ya muy listo entonces pero que se vio «envuelto por la historia»). En resumen, para escupir de frente o por las comisuras sobre el Mayo del 68 tenemos un variado espectro de voluntarios incorporados a numerosas mesnadas.

El que suscribe nada tiene que criticar a cualquier intento de reinterpretación histórica, al distanciamiento con el pasado para ejercer una crítica renovada con más conocimiento y razones, sino todo lo contrario. Pero lo que se denuncia ahora es otra cosa. Es saltar la barricada para situarse belicosamente «al otro lado». Porque los lados existían ayer y existen hoy, por mucho que hayan cambiado los elementos y circunstancias.

Si bien miramos esta cuestión, la fobia latente o explícita hacia esa rebelión de hace medio siglo, en realidad está refiriéndose al presente. No es difícil comprobarlo y discernir el tipo de crítica. Yo apuesto doble contra sencillo a que, después de oír o leer un determinado juicio sobre el Mayo Francés, podré saber, con alto grado de acierto, cual es el pensamiento del interlocutor/autor sobre asuntos polémicos muy actuales. Por ejemplo: la inmigración a Europa, el ecologismo militante y el cambio climático, el conflicto de Oriente Medio, la ley de Memoria Histórica, la distribución del gasto público o los ocupantes de la Puerta del Sol en el 15-M. Esto yo lo llamo consistencia estadística de la parcelación ideológica. Es un juego entretenido, al que pueden incorporarse múltiples variables. Deberían aprender a jugar aquellos que niegan la existencia de espacios ideológicos bien definidos. Los que dicen, por ejemplo, que no existe ya la izquierda y la derecha.

Quiero saludar, con agradecimiento, a Kristin Ross, la publicación de su «Mayo del 68 y sus vidas posteriores: Ensayo contra la despolitización de la memoria». Lo escribió para el cuarenta aniversario y diez años después se mantiene muy fresco. Parece que en España se haya abierto la veda para una nueva y «contundente» acusación dirigida a todos los que se muevan asemejándose a los del 68: terroristas. ¿Es necesario poner ejemplos?

Decididamente, las valoraciones individuales sobre les jeunes compagnons du 1968 son un GPS que sitúa a cada cual, y un termómetro que mide el fervor ideológico. Si hablamos de valoraciones socialmente dominantes son un barómetro para el tiempo que nos espera.

Fuente original: https://contrainformacion.es/un-superficial-pero-amable-mayo-frances/