Solomon Northup, nacido en 1808 cerca de Nueva York, era un hombre libre que se ganaba la vida con trabajos diversos y dedicaba muchas horas a su pasión por el violín. Casado y con tres hijos, llevaba una existencia tranquila hasta que tuvo la desgracia de ser secuestrado y vendido como esclavo.
Tras recobrar la libertad, Solomon relató su experiencia en Doce años de esclavitud, un libro publicado en 1853, el mismo año de su rescate, que se convirtió en un éxito de ventas (30 000 ejemplares en tres años) y resultó muy útil a la causa abolicionista por su descripción estremecedora de la vida en las plantaciones de Louisiana. De esta obra existen varias versiones castellanas, la última de Verbum en 2021 con traducción de Maritza Izquierdo. Respecto a las adaptaciones cinematográficas, hay que citar una serie del norteamericano Gordon Parks de 1984: Solomon Northup’s Odyssey, así como una oscarizada película de 2013 del británico Steve McQueen.
Hijo de un esclavo emancipado por su amo en su testamento, que llegó a adquirir con su laboriosidad y economía el derecho al sufragio, Solomon recibió cierta instrucción y trabajó en sus primeros años en una granja. En 1829 contrajo matrimonio con una chica mestiza, Anne Hampton, y en 1834 la pareja se estableció en Saratoga (Nueva York), donde él se empleó en diversos oficios y animaba las fiestas con su violín, al tiempo que ella ganaba fama como cocinera. En esta época, la familia había crecido ya con tres vástagos.
Una temporada en el infierno
Un día de marzo de 1841, mientras pasea por el pueblo, Solomon es abordado por dos desconocidos que lo contratan para actuar como violinista en un circo. Con ellos viaja a Nueva York y cuando le proponen llegar hasta Washington, territorio esclavista por entonces, tras dotarse de salvoconductos, él acepta. Es en la capital del país, sede de un próspero mercado negrero, donde nuestro violinista es drogado y despierta encadenado en manos de unos tratantes que responden con latigazos a sus protestas de ser un hombre libre. Después, es transportado en barco hasta Louisiana, y durante la travesía tiene ocasión de escuchar las historias de otros que han sufrido la misma desgracia que él. Por medio de John Manning, un marinero inglés del que se hace amigo, dirige una carta a sus conocidos con la esperanza de que puedan ayudarle. El mensaje llegó, pero ignorando su paradero, nada se pudo hacer.
En Nueva Orleans, Solomon hubo de superar la viruela que había contraído en el barco y una vez sano fue vendido a William Ford, un predicador y propietario rural al que describe como un hombre amable que trataba a sus esclavos de forma relativamente benigna. Aquejado de dificultades financieras, éste hubo de cederlo al poco tiempo a John Tibaut, un carpintero que a punto estuvo de matarlo (algo a lo que tenía derecho), cuando se revolvió contra los golpes que le propinaba.
Muy pronto Solomon pasó a ser propiedad de Edwin Epps, con quien va a permanecer casi diez años, un sujeto cruel que acostumbraba azotar a cualquiera que no alcanzara las cuotas establecidas. Con minucioso detalle conocemos las rutinas de aquel triste tiempo, el penoso bregar en las cosechas de algodón, maíz y caña de azúcar, y en el cuidado del ganado, las vejaciones continuas… Era aquél un mundo donde los sentimientos del negro no eran considerados humanos y “el amo” disfrutaba de total libertad legal no sólo para explotar su trabajo, sino para torturar y masacrar sin restricción alguna a los que sólo eran “carne de látigo”.
En 1852, Solomon traba amistad con Samuel Bass, un carpintero canadiense abolicionista que se ofrece a ayudarle y escribe cartas a sus conocidos en Nueva York en las que expone su situación. Así, en tan sólo cuatro meses se consigue que uno de ellos, el licenciado Henry Northup, viaje a Louisiana y junto a un sheriff local se presente en la hacienda de Epps con la documentación que prueba el origen libre de Solomon. El cruel amo no opuso resistencia y éste pudo abandonar la plantación al momento, mientras en su mente se agolpaban el gozo de la libertad recobrada y el dolor de dejar atrás, sin alivio posible, a sus compañeros de infortunio.
La lucha contra el monstruo
Tras su liberación, Solomon presentó una demanda en los tribunales contra James Burch, traficante de esclavos de Washington, y otros responsables de su secuestro. Los testimonios falsos aportados por estos sujetos y la imposibilidad de que un hombre negro declarara consiguieron que la denuncia no prosperara, pero el juicio, del que se dan detalles en el libro, tuvo una repercusión mediática extraordinaria y atrajo la atención de todo el país.
Aunque existe incertidumbre sobre los últimos años de nuestro héroe, se tiene constancia de que se comprometió con la lucha abolicionista e impartió conferencias sobre su experiencia. Algunos señalan que a comienzos de la década de 1860, durante la guerra de Secesión, colaboró en la Underground Railroad, la red de vías secretas que facilitaba la huida de esclavos fugitivos a los estados libres y Canada. Se piensa que Solomon Northup falleció en 1863 o 1864.
La terrible historia con final feliz de Doce años de esclavitud es un tributo a aquellos cuyo martirio sólo concluyó con su muerte y que nunca tuvieron ocasión de relatarlo. Homenajea también a todos los que sufren la remozada esclavitud de este mundo nuestro: penas capitales por miseria y desnutrición que dicta y ejecuta el casino global, y pobreza endémica decretada por el mercado chantajista y el pensamiento único que lo nutre.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.