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Un viejo truco capitalista

Fuentes: Rebelión

El cuento éste se lo oí a Harald Martenstein, o de como justificar un sistema genocida a nivel mundial por el comportamiento de un amiguete, simpático pero con cierta mala leche (Mikel Arizaleta). «Hoy de pronto todos son críticos con el capitalismo. La crítica al capitalismo es el nuevo yoga. Veo en la televisión a […]

El cuento éste se lo oí a Harald Martenstein, o de como justificar un sistema genocida a nivel mundial por el comportamiento de un amiguete, simpático pero con cierta mala leche (Mikel Arizaleta).

«Hoy de pronto todos son críticos con el capitalismo. La crítica al capitalismo es el nuevo yoga. Veo en la televisión a un tipo hablando sobre bancos y pienso suena igual que el editorial de Lucha Obrera. El periódico de la Federación Comunista. Pero no, el tipo es de la Democracia Cristiana , de la CDU.

Yo sigo estando a favor del capitalismo. Pero veo negro su futuro y mis fuerzas son escasas. ¿Sabéis por qué estoy a favor del capitalismo?

Hace diez años escribí un artículo crítico sobre un autor muy comprometido en contra del capitalismo. No es un tipo dañino, le estimo, le critiqué por algo que no recuerdo. Critico, me critican, en el mundo pululan toneladas de crítica.

Al día siguiente me llegó un e-mail de mala leche de su editor, crítico con el capitalismo. Un escrito sin encabezamiento y de malas formas. Yo creo que le critiqué civilizadamente, con respeto humano. Ahora el editor crítico vive en los alrededores, nos conocíamos, nos juntamos con frecuencia al comprar el pan. Un tipo simpático. Pero desde que critiqué un libro de su editorial crítica ya no me saluda. Primero pensé vaya idiotez. Pero con el tiempo me inclino a pensar que este editor sufre una enfermedad parecida a la que también aquejó a Stalin.

Desde aquel suceso este autor publica con cierta periodicidad textos hirientes contra mi persona. Ha aparecido un pequeño libro de bolsillo con insultos a lo largo de los años aunque yo jamás he escrito a partir de entonces ni una línea crítica contra él. Ni lo voy a hacer porque sé lo mucho que le hiere toda crítica. Pensé que los críticos del capitalismo luchaban por un mundo mejor. Pero en lugar de ello gastan su energía en vengarse de viejos agravios pasados. Así nunca va a llegar un mundo nuevo.

Hace poco tomé parte en un acto literario en el que también intervenía aquel autor. El día anterior apareció en un periódico crítico con el capitalismo un artículo en el que me comparaba con Gadhafi. Los organizadores temieron que yo no me presentara. ¿Pero por qué no? No tengo nada contra comparaciones originales. Hay que divertirse. Me senté en el vestuario, con los demás trabajadores de la cultura, y aquel autor entró en la habitación. Saludó a todos, sólo veía a través mía. Había sido castigado por el tribunal popular «in saecula saeculorum»

En todos los años como periodista, como autor o vete a saber qué, siempre he tenido la misma sensación. Cuanto más crítico es uno con la sociedad tanto menos sabe digerir una crítica personal. Me han tocado en suerte directores izquierdosos, que querían impedir a toda costa textos críticos contra ellos, y profesores anarco-libertarios que pedían el despido de redactores por chirigotas inofensivas. Y a pesar de que veo los lados sombríos del capitalismo estoy decidido a defender este sistema social. Y es que temo que editor y autor, ya el primer día del socialismo, como primera medida en el amanecer de un mundo nuevo, me vayan a sacudir».

* Harald Martenstein es escritor

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.