Hace mucho mucho tiempo en las tierras de la mitad del mundo habitó una mujer pequeñita de estatura, pero gigante de amor por su pueblo. Su piel era del color de la tierra, sus ojos negros como el capulí y su corazón rojo rojito como lava de volcán. Su nombre: Dolores Cacuango.
Dolores fue considerada bruja por ajenos y loca por los propios porque tuvo la osadía de pararse frente al Patrón sin agachar la mirada y con voz de trueno exigir los derechos de su pueblo, derecho a la tierra para arar futuro y a la educación bilingüe para frenar al monstruo voraz llamado engaño.
Hombres y mujeres llevaban en su pecho un corazón de cuy: miedoso del susurro del viento, del crepitar del fuego, del golpe de las olas en la orilla del mar. Pensaban que para liberarse de las cadenas del Patrón había que pedirle permiso al mismísimo Patrón, ¡abrase visto semejante locura!. El viento, el fuego, el mar no piden permiso para ser lo que son, solo existen, solo son.
Dolores atravesó montañas, acompañada de la lluvia y del viento, guiada por la energía eterna de la mama Cayambe, volcán creadora del Pueblo Kayambi. A pie desnudo camino para organizar y luchar por su pueblo. Ella no le temió a nada ni a nadie. El monstruoso Patrón quiso detenerla con amenazas, pero fracasó. Hasta balas uso el monstruo pero nada logró. Ella avanzaba como lava de volcán, quemando todo a su paso. Ella siempre supo que el Patrón usaba disfraces y aunque se vistiera de oveja un cruel y despiadado lobo siempre era.
Dolores tuvo la claridad para indicar que no es posible seguir en un reino dominado por el engaño y el miedo. Ella nunca pidió permiso a su verdugo para liberarse de la soga que le apretaba el cuello. Nunca aceptó mesas de diálogos con el Patrón porque siempre supo que al Patrón no se le acepta siquiera un vaso de agua, porque esa agua, aunque transparente se vea, el veneno en el fondo se conserva. Ella enseñó que el Patrón solo cambia de nombre y hasta de color.
Mama Dolores con su corazón de fuego, lleno de amor por su pueblo, mostró la forma para sembrar nueva semilla y regarla con agüita fresca de las Mujeres, de la risa de los niños y niñas de todos los pueblos, de las y los runas, de las y los negros, de las y los montubios de Ecuador. Como ayer, hoy los Pueblos y Nacionalidades indígenas, afros y montubios siguen caminando los senderos de la Dolores y abren nuevos caminos como lava de volcán. En ellos y en ellas brota el arco iris más hermoso que hayan visto nuestros ojos.
Tomado de la página de FaceBook de la autora.