Estimada Silvia: No nos conocemos, pero no importa. Nos preocupamos por los mismos temas. Te escribo porque he leído emocionada (y sorprendida) «Una chica ‘común’ ante un referéndum ‘poco común’», un texto tuyo del pasado 12 de junio [1]. «Qué difícil todo. Lo reconozco. Tengo el corazón partido y la intuición desorientada». Así abres tu […]
Estimada Silvia:
No nos conocemos, pero no importa. Nos preocupamos por los mismos temas. Te escribo porque he leído emocionada (y sorprendida) «Una chica ‘común’ ante un referéndum ‘poco común'», un texto tuyo del pasado 12 de junio [1].
«Qué difícil todo. Lo reconozco. Tengo el corazón partido y la intuición desorientada». Así abres tu reflexión. Hay gente que en las redes, y en persona, señalas, que «me piden, nos piden, «mójate-mojaros». Y siempre, afirmas, nos hemos mojado. Pues, para serte sincera, no lo sé Silvia, me parece que no siempre. Si haces referencia a los comunes, creo que sí, yo aún no sé cuál es vuestra posición respecto al tema nonotema. Sois secesionistas, federalistas, autonomistas, confederalistas, depende del día y las alianzas, sois de todo un poco, plurales y diversos como algunas dicen. ¿Qué sois?
Somos, afirmas, «los y las (sobre todo las) que parábamos desahucios. Los y las que cogíamos el metro cada día (yo, concretamente, después de recoger a mis niñas del colegio) para ir con una cazuela a la sede de La Caixa, y gritar. Y protestar». Somos, prosigues, «los y las que nos aventuramos en eso de «recuperar las instituciones». Y empezamos por abajo, por los ayuntamientos, para devolverlos a la gente y hacer políticas que mejoraran sus vidas. Y ahora nos piden que «nos mojemos». Joder. Perdonadme el lenguaje». Pues la verdad. no entiendo tu lenguaje, querida amiga, ni tampoco tu queja ni incluso, sin negar avances, tu afirmación sobre devolver los ayuntamientos a las gentes.
Es normal que queramos saber vuestra posición, que os mojéis. Por lo demás, como sabes bien, no sois vosotras, las comunes, las únicas que habéis parado desahucios, las que habéis participado en protestas contra la Caixa (no hablo de caceroladas, no nos gustan a las mujeres de mi edad, nos recuerdan la progolpista oposición chilena a Allende). Los gritos, admitirás, tienen diferentes nombres. Como diría el viejo Aristóteles, también las protestas se dicen de muchas maneras. No sólo llevan vuestro nombre. ¿De acuerdo?
Pues claro que queremos votar, añades. Pues claro. ¿Alguien lo duda? No, nadie lo duda. Pero habrá qué saber qué se vota y en qué condiciones. Votamos en .Cat, como sabes, con mucha frecuencia. En los últimos años, una vez por año. En una de las últimas, la antepenúltima si no ando errado, el 27S, como comentas tú misma, los secesionistas perdieron su apuesta plebiscitaria. No lo decimos nosotras; lo dijo don Antonio Baños la misma noche. Nada menos.
Los y las comunes, afirmas, hablábamos del referéndum cuando nadie más hablaba. Y la verdad es que no. Muchas otras hablábamos de referéndums mucho antes. Hace más de 30 años. Nos costó mucho, por ejemplo, que el gobierno PSOE, a pesar de sus promesas, «concediera» el referéndum otánico (que ganaron sin olvidar que nosotras, las que apoyamos el NO, tuvimos un buen resultado como seguramente recuerdas).
Pero bien, de acuerdo, hablas de otro referéndum (de ese tipo de referéndums puedo decirte que algunas, cuando éramos jóvenes, en tiempos del fascismo, también lo reclamábamos pero las circunstancias, entonces, eran otras muy distintas). Cuando muchos, comentas, «los que ahora enarbolan la bandera (perdonadme la expresión «país de bandereta») lo descartaban porque «el pueblo ya ha hablado», decían, en unas plebisicitarias en las que, por cierto, «el pueblo» (o lo que algunos consideran pueblo, porque los demás no cuentan) perdió. Por poco. Pero perdió». Vale la pena insistir en lo que dices: perdieron, enarbolan la bandera (la estelada, la suya, la que divide el país) y para ellos, pueblo, es pueblo secesionista nacionalmente construido. 35 años de gobiernos convergentes-nacionalistas y afines da para mucho. No hay que seguir ese camino de inculcación nacional, al que llaman «fer país». Acuerdo en todo, estimada amiga.
Yo, afirmas, «votaría encantada otra pregunta». ¿Qué pregunta? Votaría, dices, «si Catalunya quiere ser un Estado independiente alegre y felizmente soberano aliado a los demás pueblos de una República Ibérica». ¿Y por qué estado independiente? ¿Por qué República ibérica? ¿Portugal está en el tema? No lo sabia. ¿No es una forma de evitar la expresión «República española»? ¿Suena mal España y «Cataluña» es una palabra bonita? ¿Qué crees qué pasaría conociendo el secesionismo liga-nordista de muchos sectores nacionalistas-soberanistas si Cataluña fuera un Estado independiente? ¡Ni quince días y menos de 29 noches! Adiós España. Para ellos es un país de zafios y torpes (me quedo corta como sabes; recuerda las expresiones de don Xavier Sala i Martin, un secesionista temperado donde los haya como sabes bien).
Soy medio madrileña y medio gallega, comentas. «Vivo este conflicto desde múltiples identidades, amores, grupos de whatsapp. Quiero una Catalunya soberana. Pues claro». ¿Y por qué claro? ¿Qué quiere decir que Cataluña sea soberana? ¿Que se lo monte a su aire? ¿Por qué? ¿Porque es una nación cultural diversa (insisto: y diversa, no homogénea)? ¿Y? ¿Qué comunidades humanas son soberanas? ¿Todas? Pues entonces también tiene soberanía la corporación metropolitana de Barcelona. ¿Cómo lo organizamos? ¿Vamos disminuyendo los colectivos como cuando jugáramos a las muñecas rusas? ¿Construimos una lista seriada de subconjuntos sociales?
Pero, hey, señalas, «yo he luchado por la vivienda, la educación y la sanidad con las gentes de Madrid, A Coruña, Santiago, Zaragoza, Valencia… mientras los que ahora hablan de «pueblo» cobraban comisiones del 3%». No me jodáis, les dices. No quieres «para ellos/ellas, mi gente, otra cosa que para mí/nosotros-as». Luego entonces… Si los del 3% no son tu gente, como me pasa a mí, y los otros son tu gente, como dices, ¿a qué viene apoyar, directa o indirectamente, la posibilidad de un muro-Estado? ¡Son tu gente, compañera, lo acabas de decir! ¿Para qué separarnos de nuestra gente, es decir, de nosotras mismas? ¿Cómo podemos escindirnos si somos ellas también?
Añades que quieres «soberanía para todas». Soberanía para todas -¡de acuerdo, para todas!- es otra cosa que nada tiene que ver con la soberanía nacionalista. Y derechos, comentas. «Porque, para poneros un ejemplo, en la PAH nunca hablábamos de nacionalismos. Jamás. Hablábamos de casas. De hogares. De derechos». Vale, vale, efectivamente, nunca hablamos de nacionalismos sino de derechos, de hogares, de lo esencial. De hecho, nosotras, ¿qué somos? ¿Catalanas, aragonesas, gallegas, andaluzas? No, nosotras somos gente que lucha por la igualdad, por la equidad, contra la razón patriarcal, contra los asesinatos de compañeras y luego, además, en la posición 27ª o 35ª, somos medio catalanas, medio aragonesas, un pelín españolas, y muy internacionalistas. ¿No es eso? Luego entonces…
Tú accedes a hablar de identidad, «haciendo un esfuerzo, pero sólo para reclamar a un gobierno del PP (que quiero tumbar con mis compas de todas partes) que queremos, que TENEMOS DERECHO, a decidir lo que queremos». Pero, sin hacer trampa semántica, eso es otra cosa compañera. No tiene nada que ver con el llamado «derecho a decidir» que es, como sabes, un derecho inexistente, un cuento interesado. No existe. Existe el derecho de autodeterminación, que nosotras mismas reclamábamos en otras circunstancias, que no tiene nada que ver con la situación de Cataluña, que no es colonia.
Tú quieres fraternidad. República. Vale. Añades «Repúblicas confederadas». Te da igual. ¿Qué te da igual? ¡No es igual, en absoluto! Dejas ese debate «a los que saben de esas cosas». ¡Todas sabemos de esas cosas o podemos aprender! No es un asunto complicado de mecánica cuántica o teoría de supercuerdas. Pero, afirmas, te cuesta «emocionarme con una fecha y una pregunta que sólo interpela a unos cuantos. A una mitad. Y que, en realidad, qué más da, porque el resultado ya se sabe». No sé si sabes pero, en todo caso, entiendo tu falta de entusiasmo. Muy bien. Esa fecha y ese referéndum no va con nosotras. Es de ellos, de ellas, de los secesionistas. De Guardiola, Puigdemont, Llach, Forcadell y sus amigos y amigas. Vale, de ellos.
Me uno a la desobediencia, concluyes. ¿Qué desobediencia? ¿La de los secesionistas? ¿Qué desobediencia es esa? Pero no lo llaméis referéndum, sostienes, «porque no lo es». Un ‘referéndum unilateral no pactado’ es un oxímoron, afirmas, «porque la palabra ‘refrendar’ exige incluir a todos/as, y exige decidir entre todos/as entre dos cosas, no sólo una». Efectivamente, ese nuevo día anunciado de agitación nacionalista-secesionista no nos incluye a todas. Está organizado por ellos y para ellos. Para victimizarse más. Pues que se lo coman solos.
Y llega el punto final y no te entiendo compañera. Dicho lo dicho, querida Silvia, lo que tú has dicho, afirmas que «No lo llaméis referéndum e iré encantada a votar. De verdad. Como acto de protesta. Porque hay motivos de sobra para indignarse, protestar y desobedecer». ¿De nuevo lo mismo, como acto de protesta? ¿Irás encantada? ¿A qué irás encantada? ¿Que no nos convenza, que estemos enfrentados el gobierno Rajoy (y al de Puigdemont) implica de nuevo votar de «forma rara»? ¿Lo mismo que pasó el 9N cuando Colau y Franco Ravell votaron SI-SI? ¿Es un problema de nombres, de cómo lo llamen las cosas? ¿Si la rosa es rosa, vale; si la rosa es rose, entonces no?
Pero no hagáis trampas, pides a gentes que hace muchas trampas, «porque ser ‘radicalmente demócrata’ exige serlo. Eso quiere decir exigirse radicalidad democrática hasta a uno mismo. Y resulta que hay reglas. Hay condiciones». Exacto, hay reglas, hay condiciones. Yo participo, afirmas, sin que yo pueda entender tus razones o ausencia de ellas. Pero si al día siguiente «declaráis la independencia sin debate previo, sin campaña, sin haber invitado a la ‘otra mitad’ (y no hablo de España, sino de Catalunya) a sentirse incluida, obviando que el ‘pueblo’ es mucho más diverso y amplio de lo que cabe en vuestra definición, no contéis conmigo». Bien, vale, de acuerdo, la ciudadanía catalana es más diversa y amplia de lo que cabe en su definición y ellos, lo han demostrado, no están por sutilezas. Y luego, añades, es tu última frase: «Llamadlo ‘la consulta del Govern’ y hey, yo voy y voto, y hasta voto sí». ¿Hasta votas sí? ¿Cómo que votas sí? ¿A favor de la secesión si es una consulta del govern y no un referéndum? ¿Es un asunto nominal, de palabras, incluso de pseudoconceptos?
¿Y votarías sí a una consulta? ¿Pero no eras federalistas, no te sentías hermanada con gentes de otros lugares de España? ¿No eran no éramos tu gente? ¿No es, insisto, la eterna repetición de lo mismo, del incomprensible mensaje colau-rabellista? ¿No hemos aprendido nada? ¿Seguimos en el mismo y eterno retorno? ¡No queremos un nuevo muro-Estado! ¿Es tan difícil decirlo?
No te entiendo estimada amiga: si una no es secesionista y su gente es mucha gente, de aquí y de allí, no puede querer levantar, en buena lógica, un muro-Estado que le separe, precisamente, de su gente. Es decir, de nosotras mismas. ¿Nuestros planes pueden ser los mismos de los de «pujolistas» de diferentes tendencias, los mismos que han esquilmado el país durante 40 años, ese país que dicen amar mucho y al que España roba, los mismos que siguen gobernando?
No, compañera, nosotras no somos de ese mundo. ¿Diguem, decimos no como nos cantó y aconsejó Raimon durante años?
Nota:
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.