Javier Pérez Andújar nació en San Adrián del Besós, población del cinturón obrero de Barcelona. Ha publicado tres ensayos, entre ellos Catalanes todos, y seis novelas, desde Los príncipes valientes en 2007 a la última: La noche fenomenal. En esta entrevista nos centramos en Paseos con mi madre (2011) aunque, como ocurre en el libro, […]
Javier Pérez Andújar nació en San Adrián del Besós, población del cinturón obrero de Barcelona. Ha publicado tres ensayos, entre ellos Catalanes todos, y seis novelas, desde Los príncipes valientes en 2007 a la última: La noche fenomenal.
En esta entrevista nos centramos en Paseos con mi madre (2011) aunque, como ocurre en el libro, en este paseo por el río Besós surgirán más temas. Hemos querido mantener el orden cronológico en que se desarrolló porque expresa mejor la viveza de la conversación, que se impuso a una entrevista formal.
N.S. – Dices en tu libro que estás más cerca de los pisos de la M-30 de Madrid o de las canastas y vallas metálicas de Harlem que de los jardines de la Diagonal, que perteneces a la Internacional de los bloques.
Mi Barcelona está más cerca del Madrid de Vallecas que del Paseo de Gracia, se refleja que unifica más la clase que el urbanismo. Es una cuestión de sensibilidad, de cómo creces. A los burgueses les pasa lo mismo. Se identifican más con la burguesía de cualquier sitio que con las clases populares de su propia ciudad. Un burgués de un barrio alto de Barcelona se identifica más con un burgués de París -si no lo tiene como modelo- que con un «pringao» de La Mina.
Me ha parecido una forma de reivindicar la unidad de la gente trabajadora en toda España, y en cualquier lugar del mundo, por encima de otras identidades.
Lo puedes entender así, yo no tengo mucha conciencia general pero sí una sensibilidad. Creo que ser pobre unifica, la adversidad unifica, ser rico unifica, el sentimiento patriótico no unifica si no es por imposición.
Hablas de la gente de barrios como el Gornal «escribiendo la historia a zarpazos», de Ciutat Meridiana… En tus libros hablas de la vida de los trabajadores, no es común hoy en día escribir sobre la clase obrera.
Para hacer este libro recorría los barrios, los conocía bastante porque estaba haciendo crónicas urbanas para El País. Y ese sentimiento que hemos dicho antes lo tenía, no necesitaba ir a la M-30 porque la M-30 estaba tan cerca como el Gornal, porque están en el mismo sitio socio-económico y tienen una manera de ser muy parecida. Voy por la calle y entiendo lo que pasa, por qué aquel hombre lleva una ramita de romero… No tengo ningún mérito, digo lo único que sé decir, hago esfuerzos terribles por decir otra cosa pero no me sale, me lo propongo pero vuelvo a caer. En la última novela, he querido hacer un relato de ciencia-ficción pero en el penúltimo capítulo acabo otra vez en San Adrián.
Te refieres a La noche fenomenal. Es muy diferente pero tiene un protagonista común: Barcelona.
Me parecería una impostura hablar de otra ciudad. Yo en otras ciudades he estado de turista, pero eso no me da derecho a escribir 300 páginas sobre ellas. Si fuera un viajero como otros escritores…
Es brutal cuando planteas en Paseos con mi madre que Barcelona visita a sus vecinos para plantar una incineradora de basuras, que no vive de espaldas al mar, vive de espaldas a su gente, porque no siente nada por ellos.
Claro, porque en el mar está la Barceloneta que es un barrio de pobres y no quiere ni verlos, y le da la espalda a los ríos Llobregat y Besós por lo mismo.
Es muy prepotente. Cuando empezó el procés se hablaba del «catalá emprenyat» (enfadado), dando la imagen de indignación, que es un sentimiento profundamente burgués. La clase media, cuando algo le va mal, coge una rabieta. Si te has criado en una clase trabajadora, aprendes a llevar las cosas de otra manera, a intentar cambiar las cosas sin ser tú el protagonista… Un pobre nunca piensa: ¡Esto no puede ser!, porque es. Cuando despedían a alguien del trabajo, el problema no era sólo suyo, era el paro, porque la vida es así y hay que cambiarla. La indignación, la soberanía tiene el ego como centro, es de clases medias, de gente que ha perdido lo que quiere.
Esa manera de ser y de sentir es consustancial a ellos, el problema es cuando la quieren extrapolar a las otras clases. ¿Por qué quieres que yo quiera lo que tú quieres?, ¿quieres la independencia?, ¡pues quiérela, pero yo no la quiero! Y ahí se vuelven autoritarios e impositivos porque no soportan que su problema sea sólo de ellos, tienen que imponerlo a las otras clases.
Estás personificando a Barcelona. ¿De quién estás hablando?
Son ellos, cuando hablan de Barcelona, hablan de su clase, apropiándose de Barcelona o de Catalunya como si fuera suya, como la gente «de orden» ha querido apropiarse de España. Paseos con mi madre es un canto a Barcelona, pero como no es la visión que ellos tienen se creen que odio Barcelona. Pero no, yo quiero a Barcelona y desprecio a la burguesía.
En el libro dices también que otra Barcelona llega al balcón de tu casa con los tebeos, sus Ramblas, sus fuentes, farolas… llega con Coll, Ibáñez o Nazario…
Sí, claro Barcelona es mucha gente y pasan muchas cosas. Que no se la apropien. Barcelona ahora está en declive: hasta hace cuatro años competía con Madrid, pero ahora rivaliza con Hospitalet, quien le planta cara es Hospitalet, dicen que es el motor económico, le llaman el «nuevo Brooklyn», Barcelona está jugando en segunda.
Paseos con mi madre es en parte un homenaje a tu madre, hablas de sus ojos brillantes de inteligencia.
Es una cuestión de lealtad, para mí los míos son mi familia, mis amigos, mis libros, esas son mis pertenencias. Mi madre es muy lista y eso se nota en los ojos de la gente.
También hablas de tu padre, de su generación, de cuando llega a ser concejal de San Adrián como muchos más albañiles, transportistas, tenderos.. luchadores comunistas y socialistas.
Fue concejal dos legislaturas. Fue un espejismo: necesitaron a la clase obrera para poner en marcha este sistema y le dejaron mandar un ratito, pero de concejales y poco más, y luego ya crearon su propia dinámica los partidos…
¿Qué crees que significó esa generación y ese momento?
Eran muy auténticos, estaban en la lucha política porque era necesario para cambiar las cosas, para mejorar el barrio, para ir al médico… y eso coincidió con que había un régimen que les impedía hacer política y aún así se empeñaron en jugárselo todo, la libertad, el dinero… ¿Te acuerdas de aquel conseller que a las puertas del 1-O dijo que podía jugarse «cualquier cosa menos el patrimonio»? Es todo lo contrario a la generación de nuestros padres, que se encerraban en una iglesia dos meses haciendo huelga y ponían en riesgo todo. Eso se llama creer en las cosas. A mí lo que dijo el conseller me pareció muy coherente con su clase, pero a la vez pensé ¿cómo voy a ser solidario con alguien así?
¿Los que han montado el procés son los de «cualquier cosa menos el patrimonio»?
Yo creo que está montado desde arriba; luego arrastró a mucha gente y se convirtió en un tema de bases, pero de «sus bases», es una cosa entre ellos. Yo recuerdo la primera Diada del procés, tenía que ir todo el mundo con una camiseta, eso parecía el Primavera Sound no una manifestación. ¿A quién se le ocurre ir a una manifestación convocada por el gobierno? Eso pasaba con Ceaucescu.
Sobre tu estilo literario, en un momento del libro dices que escribes en presente, pasado y futuro. ¿Puedes explicarlo un poco?
Lo voy combinando según en qué libros; en Paseos con mi madre y Los Príncipes Valientes hablo en futuro siempre para referirme al pasado, porque me di cuenta que le daba mucha velocidad al fraseo, por ejemplo: «veré que las cosas van a ser…», poniendo en futuro las alusiones al pasado, lo hace trepidante, le da audacia y le quita melancolía.
…Estoy dando vueltas a lo que te he dicho de la indignación, y que eso para la clase obrera no existe, existe un sentimiento de consideración, de esto tiene que cambiar..
Es interesante pararse en lo que dices porque al 15-M se le llamó el movimiento de los indignados.
He pensado muchas veces hasta qué punto el 15-M fue un movimiento de las clases medias. Pero resucitó a todos los «zombis», resucitó a la clase obrera. Hubo una manifestación el 19 de junio de 2012 que fue brutal, fue más bestia que el 15-M. De repente empecé a ver gente que hacía años que no se manifestaba, a la C.N.T., a gente de los barrios, no había una sola bandera. Yo pensé: Javier, no te lo creas, este es otro espejismo, a las nueve de la noche habrá acabado todo como en mayo del 68.
Eso fue junio del 2012, y la primera Diada del procés que rompió esa unidad fue septiembre del 2012.
Sí, causa-efecto. Es que la manifestación de junio les dio miedo, yo aquella tarde era feliz porque veía amigos de hacía treinta años que nos encontrábamos, éramos zombis, nos habían despertado los chavales, habían profanado las tumbas donde estábamos tan tranquilos y me di cuenta que aquello no podía seguir porque era muy peligroso. Era demasiado natural y popular.
En un momento en el libro dices también que la Huelga General del 14-D de 1988 fue una canción de despedida.
Se despedía una manera de estar en el sindicalismo, los sindicatos ya estaban dejando de preocuparse de los problemas de la gente, sólo de sus afiliados y ni siquiera, más bien de sus liberados. El movimiento obrero se despidió a lo grande porque era muy grande. Ordenados por sectores, los del metal, los de la química, la construcción, era un ejército, pero fue el canto del cisne
Pero sin embargo, ¿no crees que hay una corriente de lucha popular fuerte y de fondo, el movimiento feminista, la lucha por las pensiones?
Sí, pero no tienen el poder que tenían los movimientos clásicos. Quizás el mundo ahora haya que salvarlo desde otras trincheras, la mujer, el cambio climático… son causas justas, pero pienso que según se consiguen conquistas en estos frentes, el del trabajo se está echando a perder. Avanzamos en frentes nuevos, como la liberación sexual, y de forma inversamente proporcional retrocedemos en la situación de la clase obrera, no sé si hay una relación de vasos comunicantes.
Se puede avanzar en «todo», pero que no se toquen las relaciones capital-trabajo…
Claro, el sistema puede aceptar que la mujer luche por estar explotada en iguales condiciones que el hombre pero no por dejar de estarlo.
Fuente: https://deverdaddigital.com/una-cuestion-de-lealtad/