El último 27 de marzo, dos de los tres colectivos que hacen parte de la caravana del expresidente Lula por el Sur de Brasil fueron impactados por balas. La región Sur del país, que es la que más manifiesta pedidos de intervención militar y en la cual los movimientos anti-PT, anti-Izquierda y anti-Lula son los […]
La región Sur del país, que es la que más manifiesta pedidos de intervención militar y en la cual los movimientos anti-PT, anti-Izquierda y anti-Lula son los más violentos, además de ser caracterizada por una postura conservadora y elitista resaltada, ha sido el palco de sistemáticos ataques de odio. Lo que más llama la atención, todavía, es la transición de lo simbólico para lo concreto, o sea, los discursos se están materializando en ataques reales contra la integridad física de las personas.
Pérdida de registro
Lo que pasa en Brasil hoy es una pérdida de registro de lo que sería el Estado Democrático de Derecho. Desde hace tres años, cuando se arquitecta -y luego se consolida- el golpe palaciego que destituyó a la entonces presidenta electa de Brasil Dilma Rousseff, el país viene atravesando una crisis importante respecto las instituciones y también a la política en su conjunto.
Las calles que ya en el año de 2013, con las llamadas «Jornadas de Junio», manifestaban, por parte de un número ínfimo de personas, simpatía por la implementación de un régimen militar, hoy están tomadas por una intolerancia que se incrementó notablemente.
El movimiento de 2013, sin pertenencia y sin una agenda nítida por parte de las mayorías quienes no sabían bien porqué se estaban manifestando -a pesar del movimiento haber sido iniciado en repudio a los aumentos de los pasajes del transporte público- tomó a los líderes de las derechas, apoyados por los medios masivos de comunicación, como referentes.
Compuesta por una bancada conservadora y fundamentalista, además de terrateniente y autoritaria, la mayoría de los liderazgos en el espacio institucionalizado de poder encontraron -a destacar como factor importante la debilidad y fragmentación de las izquierdas- el camino pavimentado para manipular las masas en su favor.
Ya en el año 2016, las protestas en favor del impeachment de Dilma guardaban un fuerte elemento fascista difícil de ser identificado por muchos sectores de las izquierdas. Empieza en este momento una ofensiva de criminalización hacia la izquierda en su totalidad, y no más a Lula y al PT, como imaginaban estos sectores.
Las agresiones verbales, simbólicas y físicas a las personas que, aparentemente, representaban una ideología «de izquierda» se fueron intensificando y el conjunto de la izquierda brasileña no supo comprender las señales.
Poco a poco, se fueron abriendo los espacios para movimientos reaccionarios, para una judicialización de la política -que de forma impresionante ha ganado un espacio de referencia importante-, para los discursos meritocráticos que excluyen las camadas históricamente perjudicadas del país, como las comunidades negras y faveladas, además de las comunidades indígena y LGBT y el movimiento de mujeres. Las retoricas cargadas de elementos religiosos, autoritarios y nacionalistas ganaron mucha fuerza en un espacio de tiempo muy acotado.
Brasil hoy
Con la persecución hacia Lula por el proceso del tríplex, fue posible comprender mejor cómo y porqué se dieron los procesos anteriores. Sin embargo, el país ya se encuentra en una casi total falencia de lo que sería el pacto democrático. Mientras algunos intitulan en momento como siendo de una «democracia de baja intensidad», lo que pasa hoy en Brasil más bien podría nombrarse como una dictadura de baja intensidad, o sea, el proceso ya ha comenzado -a pensar si realmente la dictadura tuve un fin, ya que los sectores más vulnerables sufren desapariciones forzadas, tortura y violencia institucionalizada y que la policía militar en Brasil nunca se ha extinguido-.
El asesinato de Marielle Franco y la intervención militar en Rio de Janeiro, así como el ascenso de figuras reaccionarias como a la de Jair Bolsonaro -apuntado como el Trump versión Brasileña- muestran que es necesario un fuerte movimiento que sea capaz de frenar el proceso de radicalización que tiende al crecimiento con la proximidad de las elecciones presidenciales el 7 de octubre.
La resistencia
Frente a los ataques directos y el atentado contra la vida del expresidente, así como al conjunto de la militancia del PT, la izquierda da muestras de resistencia. El 28 de marzo, un día después del atentado sufrido por Lula y su equipo, el precandidato a la presidencia por el PSOL, Guilherme Boulos y la precandidata a presidencia por el PC do B, Manuela D´Avila, estuvieron con Lula en la última actividad de la caravana por el Sur del país. Lxs precandidatxs resaltaron la urgencia en construir unidad contra el fascismo y en defensa de la democracia.
Fuente: http://virginiabolten.com.ar/politica-brasil/brasil-una-dictadura-baja-intensidad/