A partir del 2008 en Ecuador la educación superior ha tenido grandes transformaciones, desde la gratuidad de la misma, producto de la lucha del movimiento estudiantil durante varios años, hasta la aprobación de una nueva ley orgánica de educación superior (LOES). En este marco el Gobierno Nacional ha tomado como prioridad el desarrollo y transformación […]
A partir del 2008 en Ecuador la educación superior ha tenido grandes transformaciones, desde la gratuidad de la misma, producto de la lucha del movimiento estudiantil durante varios años, hasta la aprobación de una nueva ley orgánica de educación superior (LOES).
En este marco el Gobierno Nacional ha tomado como prioridad el desarrollo y transformación de la educación en el país, y en especial con las universidades se ha establecido un proceso de reestructuración completa con nuevos criterios de funcionamiento, acreditación e implementación.
Si bien la propuesta de cambio de la educación superior ecuatoriana es indispensable y necesaria, este proceso ha sido estipulado de manera impositiva, apresurada e incluso en ocasiones improvisada y con varios errores, además de señalar que lo planteado en parte ha sido basado en experiencias extranjeras que pueden quedar ajenas a la realidad del Ecuador.
Las exigencias establecidas en la LOES y sus Reglamentos o disposiciones son sumamente ambiciosas para los plazos y condiciones que estipulan, por ejemplo: la necesidad de contar con grado académico de doctorado para ser profesor titular se lo debe cumplir hasta el año 2017, la planta docente debe ser a tiempo completo en un porcentaje mayor al 60% o la acreditación de las facultades y carreras cuyo plazo fenece en 2013 con ítems de gran exigencia.
Los ejemplos enunciados son una pequeña parte de todos los cambios trazados, que en forma están correctos, empero, pueden llegar a ser «anacrónicos» ya que superan en demasía a la realidad de la educación superior del Ecuador, igualmente, el Estado debería ser corresponsable en todo sentido de esta transformación, con apoyo presupuestario, legislativo, técnico y de asesoría, en lugar de ser la autoridad que busca cumplir las propuestas de manera incondicional y unidireccional.
El cambio de la educación superior debe estar concatenado con la modificación integral del sistema educativo, es decir, la educación básica y el bachillerato, que si bien Ecuador lo está teniendo, no se lo hace de una manera coordinada y sostenida; por ejemplo la creación del nuevo Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA) aplicó, en su primera etapa, métodos de evaluación extraños y ajenos a la gran mayoría de los bachilleres, motivo por el cual fue dificultoso su ingreso a las universidades, y en especial para aquellos provenientes de la educación rural; lo necesario para el funcionamiento correcto del SNNA es una verdadera socialización del proceso y la evaluación, la inclusión de espacios formales en la educación secundaria para la preparación para el examen de ingreso, una mejor planificación evitando la improvisación y desinformación con y hacia los postulantes, o incluso la mejor decisión pudo haber sido esperar a la graduación de las y los estudiantes que siguen el Nuevo Bachillerato General Unificado (BGU) que se supone tendrán mayores capacidades para la aprobación del SNNA, a diferencia de los actuales bachilleres que tuvieron y tienen una educación diferenciada y en distintas condiciones entre institución e institución.
Finalmente, para que la transformación de la educación superior se plasme correctamente y para que la LOES no quede como un armatoste incumplible y que signifique la degradación de las universidades mismas, en especial las públicas, es necesario reformular los plazos y las maneras en las que se está llevando a cabo este proceso, se debe incluir a las universidades como actores principales en esta construcción de cambio, debe haber el apoyo corresponsable del estado, o incluso se puede comenzar a pensar en una reforma a la LOES, con un enfoque más centrado en las condiciones actuales que en un proyecto ambicioso y positivo, pero casi irrealizable si no cambia completa e inmediatamente la situación de la comunidad universitaria con una fuerte inversión del estado ecuatoriano.
Lo más plausible es la creación de una educación superior de transición, es decir, un estado de transición en la Universidad ecuatoriana de mediana duración (10 a 15 años) en el cual se creen las condiciones favorables y reales para toda la transformación del sistema educativo que busca lograr el gobierno del presidente Correa, un estado de transición que cuente con una fuerte inversión en la educación superior pública para fortalecerla y no ceder espacios y calidad frente a la educación privada, un hecho que se está consolidando debido a que son las instituciones privadas quienes tienen mayor oportunidad de cumplir con todas las exigencias; un período de transición que sirva para la formación y renovación de las plantas docentes y enfocarse no en los «viejos» profesores sino en la búsqueda de nuevos docentes e investigadores con el apoyo estatal para su formación académica, circunstancia que el Gobierno si la está realizando con el dinámico otorgamiento de becas con grandes inversiones de recursos.
El estado de transición debe ser para apoyar a las universidades y no perseguirlas e imponerles incondicionalmente una larga lista de requerimientos y obligaciones, de continuar con las condiciones actuales, gran parte del sistema universitario debería cerrarse por incumplimiento de las disposiciones, sobre todo el sector público que es aquel que ofrece oportunidades de educación a grandes sectores de la población en condiciones desfavorables.
Sabemos que el cambio de la universidad ecuatoriana es necesario y debe ser radical y completo, sin embargo, debe ser real y considerado con nuestra realidad y no basados en criterios y experiencias foráneas que pudieron ser exitosas pero no concuerdan en Ecuador. Debemos construir la Tercera Reforma Universitaria, con una universidad democrática, científica, social y popular que se encuentre al alcance de todas y todos y que no forme una élite de profesionales e intelectuales encerrados en una burbuja académica, alejados de la sociedad en la cual se forman y viven, que no continúe con una apropiación y un aislamiento del conocimiento.
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