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Entrevista a Ernesto Gómez de la Hera sobre federalismo (y II)

“Una izquierda verdadera, es decir, una fuerza democrática, solo puede ser republicana»

Fuentes: El Viejo topo

Dos veces candidato a la alcaldía de Santander (su ciudad natal) por Izquierda Unida, Ernesto Gómez de la Hera es actualmente miembro del PSUCviu y de EUCAT, y fue representante de CC.OO. en la Ejecutiva Central del Instituto Social de la Marina (la seguridad social de los estibadores, marinos y pescadores) y Vicepresidente de la Sección de Portuarios de la Federación Europea de Trabajadores del Transporte.

Nos habíamos quedado en este punto. La izquierda (socialista, comunista o de otras tradiciones), ¿ha sido tradicionalmente republicana? Te recuerdo el nombre de la URSS: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Desde luego la palabra clave es “tradicionalmente”. Creo que en la “posmodernidad” la cosa ya no es tan clara. De todos modos, en mi opinión una izquierda verdadera, es decir una fuerza democrática, solo puede ser republicana. Seguro que recuerdas que república, en griego, se dice democracia.

¿Y por qué si introducimos el término postmodernidad la cosa ya no está tan clara? ¿Qué izquierda no es federalista? ¿No son federalistas, por ejemplo, todas las izquierdas españolas?

En mi opinión, hasta los años 70 del pasado siglo, era muy fácil de ver la división entre izquierda y derecha en todo el mundo occidental y todas las izquierdas eran republicanas, al menos idealmente (no entraré a analizar el porqué la socialdemocracia clásica de Gran Bretaña, Escandinavia y el Benelux nunca hizo nada real en favor de la abolición de la monarquía en sus estados).

En ese momento se juntan, en Occidente, que por entonces era aún el centro del mundo, la autosatisfacción de los socialdemócratas por la sociedad que existe y que ellos han modelado en gran medida, la creencia de los comunistas de que nunca llegará a haber una crisis revolucionaria en esas sociedades, la parálisis definitiva de la URSS como faro revolucionario y la dedicación de sus aparatchiks a la mera conservación de sus prebendas y del “statu quo” y el resurgimiento de una derecha que ya no cree que deba ceder algunos de sus privilegios para conservar el núcleo de ellos.

No es preciso decir lo que pasó, pues vivimos en el mundo resultante de aquello. Lo que sí hay que tener en cuenta es la enorme confusión ideológica que conllevan las derrotas materiales. Las izquierdas actuales (todas ellas, no importa cuánto extendamos o restrinjamos el concepto) han sido incapaces de estudiar y entender las claves sociales de este nuevo mundo. De aquí su falta de fuerza, salvo la que, debido a su historia, le dan los desmanes económicos del capitalismo. Aunque hay fuerzas de extrema derecha que, por ejemplo en Francia, han mostrado que se saben aprovechar mejor de esas cuestiones.

Todo esto produce una enorme falta de rigor intelectual y ayuda a que los análisis sean sustituidos por la fraseología sin significado a la que asistimos continuamente. En este sentido es en el que digo que las cosas ya no están tan claras. Las izquierdas españolas también han perdido el rumbo y cuando hablan de federalismo (nunca lo fueron, después de 1.873, las fuerzas mayoritarias republicanas, socialistas y comunistas) lo hacen, como decía al principio, en el sentido de Humpty-Dumpty: No aclaran jamás el significado real del concepto, que no es más que otra muletilla para tratar de surfear la ola que amenaza anegarlas.

Naturalmente, soy consciente de que existen grupos que sí explican el concepto y lo defienden con sinceridad. Pero esos grupos, desde luego ligados a la izquierda, carecen de influencia real y cuando su voz es realzada y llega un poco lejos, lo es siempre al servicio de algún interés político cortoplacista.

¿España ha sido alguna vez un Estado federal? ¿Lo fueron la primera y la segunda  República?

Bueno, podríamos remontarnos al Antiguo Régimen y hacer muchas disquisiciones, pero no me parece que merezca la pena. Pienso que ahora sí hay un sistema federal en España, ya que hay un sistema de poderes subalternos organizados.

En cuanto a la I República, desde luego su proyecto constitucional era federal, aunque nunca llegó a aprobarse. Todos sus principales dirigentes, salvo Castelar, eran federalistas y sus diferencias teóricas (aquello tan incomprensible del sinalagtismo), pienso yo, no influyeron en el triste fin de la primera experiencia republicana española. Lo que sí influyó fue su desastrosa práctica política, pues hay que decir que, así como la Segunda fue asesinada, la I República se suicidó.

Fruto de aquel final fue el casi total eclipse que experimentó en España el federalismo, reducido a un pequeño partido vinculado a una persona, Pi, que tenía más de santo laico respetado por todos (su personalidad juntaba una honestidad personal a prueba de bomba, con una línea política sectaria derivada de su experiencia en los 38 días que ejerció el máximo poder) que de dirigente.

Por eso la II República, como los partidos que la promovieron, no fue federal, por más que inventara aquello de “integral”. Pero esto era un mero reconocimiento de las realidades políticas y de los apoyos que quería ganarse.

Es decir, en tu opinión, la II República fue un estado centralizado, a pesar de los estatutos catalán y vasco por ejemplo, y el término integral era más bien un asunto de retórica política, no tenía contenido propiamente. ¿Es eso?

En absoluto. La II República no fue un estado centralizado, pese al sesgo antifederalista indudable de sus dirigentes más notables. Como decía los prohombres (a pesar de su política en favor de las mujeres, jamás hubo ninguna en los círculos dirigentes) republicanos querían ganar todos los apoyos posibles para la República y sabían que eso representaba hacer concesiones importantes a algunas fuerzas relevantes. Por esto existió la Generalitat y por esto se creó el concepto de “integral”. Para cubrir la existencia de estatutos autonómicos, a la vez que la Constitución fundamentaba el poder en unas Cortes unicamerales, concebidas al modo de la Convención francesa, y en un Presidente fuerte, pero dependiente de aquellas, como descubrió, para su pesar, D. Niceto.

Ese carácter antifederal, pero dispuesto a reconocer lo que pudiera apoyar a la República se ve con claridad en las intervenciones parlamentarias durante el debate sobre el estatuto de Nuria y, aún más, en lo sucedido en torno al proyecto de estatuto vasco-navarro. En como fracasó este y en cómo llegó a existir en unas condiciones muy diferentes a las previamente intentadas. Los demás proyectos no creo que, aunque no hubiera existido el golpe militar, tuvieran apoyos reales de importancia. El gallego, plebiscitado el 28 de junio de 1.936, nació, confirmando mi argumento, por la indudable fuerza que aportaba a la República la ORGA y sus sucesores políticos, tras 1.934.

En tu opinión, enlazo con algo que has señalado anteriormente, ¿la Monarquía parlamentaria española sería, de algún modo, un Estado federal o un Estado en vías de poder ser un Estado federal?

Sé que este es un tema muy debatido académicamente, pero ya he dicho que para mí lo es, dada mi concepción del federalismo y lo que he explicado antes.

Vindicar un Estado plurinacional, como algunos sectores de la izquierdas señalan para solucionar o avanzar en la solución del “problema catalán” (o de la “cuestión nacional catalana” para otros), ¿sería un avance desde tu punto de vista? ¿Ese es un sendero a transitar?

La experiencia señala todo lo contrario. Vindicar eso es una de las principales razones que están llevando a la izquierda española a la irrelevancia política y cuanto más se insista en ese camino más se allanará el sendero a las fuerzas derechistas. Es decir a esos que defienden que el mercado lo arregla todo y que de todo, incluidas las necesidades humanas básicas, se puede hacer negocio: gente como Pere Aragonès o Nadia Calviño y sus amigos de los poderes económicos (y esas personas son quienes marcan la dirección en sus partidos).

El sostener, como sostienen algunos de estos modernos tribunos, que hay que llamar a la unidad de los trabajadores catalanes, con los trabajadores andaluces, con los trabajadores castellanos, con los trabajadores asturianos, etc., es divisionismo clasista de la peor especie, que sólo sirve a los enemigos de la clase obrera. Todos somos trabajadores españoles y cuando actuamos así es cuando metimos miedo e hicimos retroceder a la clase dominante.

Cuando actuamos así es cuando metimos miedo e hicimos retroceder… ¿significa eso que ya no actuamos así, que actuamos ya en clave de nacionales separadas?

Así lo hacen, o pretenden hacerlo, las direcciones políticas mayoritarias. Por eso han dado pábulo a las consignas de “plurinacionalidad” y otras. Por más que jamás sean capaces de decir cuales sean y, sobre todo, por qué.

Pero eso es falso. No tiene que ver con la realidad, que no es tan moldeable como algunos piensan. Ese es el motivo de que tantos trabajadores les rechacen al votar. Y no se les rechaza más, gracias a la labor anterior de tantos militantes oscuros, que todavía mantiene viva en la memoria la realidad  de que clase de fuerzas y de qué modo han gobernado España tantos decenios. Pero de seguir blanqueando a otras fuerzas del mismo carácter, solo diferentes en que no desean integrarse en el bloque dominante español, sino que quieren ser bloque dominante de su propia finca, ese rechazo aumentará.

En cualquier caso, desde tu punto de vista, ¿cómo se podría avanzar en la solución del, digamos, problema catalán? ¿Eres partidario, por ejemplo, como lo son algunas fuerzas clásicas de la izquierda como el PCE, del ejercicio del ejercicio de autodeterminación del pueblo catalán?

Después de todo lo anterior es obvio que no. La raíz del problema, a mi entender, está en la intención de ciertas fuerzas de no formar parte de un bloque dominante unificado, sino de constituir el suyo en el territorio que consideran propio y de forzar a quienes se resistan a ello, en ese territorio, a abandonarlo, a someterse o a integrarse, por las buenas o por las malas. El resto del bloque dominante español, puesto que son tan capitalistas y reaccionarios como ellos, les ha consentido, y sigue consintiendo, ejercer el poder en ese territorio, pero no les consiente llegar hasta el desenlace ansiado.

Es decir, para mí es una cuestión de poder político, que se solucionaría quitando poder político a esas fuerzas, no dándoles más. Una prueba de esto es el escasísimo peso electoral que tienen estas fuerzas allí donde carecen de poder, por más que allí haya muchas personas que, si hiciéramos caso a los motivos identitarios, podrían apoyarlas. Basta mirar los resultados electorales de Madrid, donde viven decenas de miles de catalanes, con ocasión de las elecciones europeas, cuando las papeletas de esas fuerzas están en todos los colegios electorales.

El apartado del PCE nos llevaría a otras cuestiones, tales como: La confusión entre una política coyuntural y un principio establecido en las bases de la Internacional Comunista. La copia acrítica del ejemplo soviético, relacionada con lo anterior. Los vaivenes de las situaciones políticas. La ignorancia de las realidades. El seguimiento de otras fuerzas…

El derecho de autodeterminación ha servido para cantidad de cosas desde que vino al mundo a principios del siglo XX. Para Wilson y la Entente sirvió para crear un desbarajuste descomunal en Centroeuropa, usando una doble vara de medir que ayudó, en gran medida, a desencadenar la siguiente guerra. Para Lenin debía servir para reordenar, de manera democrática, todos los espacios en que se impusiera el nuevo orden revolucionario. Rosa Luxemburg, cuya mente era muy rigurosa intelectualmente, si bien carecía de la ductibilidad de la de Lenin, llamó de inmediato la atención sobre los desastres que esto podía acarrear. Como Lenin comprendía esto perfectamente, aplicó el derecho de autodeterminación un poco a la manera de Wilson y la Entente, de modo que no se cortó un pelo en febrero de 1921, cuando ordenó al Ejército Rojo entrar en la Georgia menchevique que, a diferencia de Polonia el año anterior, no les había agredido a ellos. Como seguía entendiendo que era un arma política democrática en favor de las minorías oprimidas, se introdujo en los principios de la IC, pero como la IC no consiguió el triunfo inmediato que todos pensaban, se transformó en una especie de “cliché” bueno para todo y así llegó al PCE.

Hoy, desde la Resolución 1.514 de Naciones Unidas, el derecho de autodeterminación está perfectamente reglado y actúa en favor de personas que viven bajo la soberanía de un estado que no les reconoce derecho civil alguno, empezando por el del voto. Pero esto no parece que inmute para nada a la actual dirección del PCE.

Esta sigue actuando al albur de los vaivenes políticos, sin advertir que, cuando las cosas van mal, perseverar en el error sólo aumentará el fracaso. Por eso defiende lo que es claramente, en España, una aberración. Igual que en otros momentos (los años 70) se le olvidó defenderlo, por más que estuviera en su programa con el mismo carácter de “cliché” que siempre tuvo. Es más, ni siquiera hacen el mínimo esfuerzo por argumentarlo. Aunque quizá esto sea lo mejor, si recordamos el folletito que Vicente Uribe publicó durante nuestra guerra, dedicado al “problema de las nacionalidades en España”, y lo que decía.

No te robo más tiempo. ¿Algo más que quieras añadir?

Naturalmente estamos muy lejos de haber agotado la materia, pero creo que lo dicho tiene ya suficiente sustancia, sobre todo por lo incisivo y riguroso de tus preguntas. Por lo que te agradezco esta oportunidad de poner orden y método en mis propias ideas. A ti personalmente y al Topo, claro.

Muchas gracias.

(*) Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Ernesto Gómez de la Hera sobre federalismo (I) “En democracia no cabe fundar una comunidad política sobre etnias, religiones o color del cabello» https://rebelion.org/en-democracia-no-cabe-fundar-una-comunidad-politica-sobre-etnias-religiones-o-color-del-cabello-o-los-ojos/

Fuente: El Viejo Topo, enero de 2020.