Una tragedia griega, que no es precisamente del inmediato ayer, esta fundamentada en que una hermana intenta enterrar a su hermano, a quién el tirano de la ciudad ha condenado después de muerto a ser devorado por las alimañas, al carecer de sepultura. La menciono porque, a veces, lo que parece proceder de un ayer […]
Una tragedia griega, que no es precisamente del inmediato ayer, esta fundamentada en que una hermana intenta enterrar a su hermano, a quién el tirano de la ciudad ha condenado después de muerto a ser devorado por las alimañas, al carecer de sepultura. La menciono porque, a veces, lo que parece proceder de un ayer nebuloso y originario, sin contacto con el presente, se nos aparece ante nosotros, gritando a la conciencia.
Si pensamos dos veces una cosa que tenemos ante la vista, nos daremos cuenta de que si podemos peregrinar a la tumba de Larra, hoy es imposible ir a dejar unas violetas en la tumba de Federico García Lorca.
Con el centenario del nacimiento de Federico García Lorca, nos encontramos con que todos los que se asoman a los homenajes que se le tributan, con justicia, llevan una cara en exceso satisfecha, sin advertir que los homenajes se están dando a un muerto sin sepultura conocida, más precisamente, a un hombre a quien se arrojó a un barranco, y ¡ahí te quedas! Hasta la fecha.
Porque es hipócrita llevar su nombre, y su obra, en andanas, y no haber cumplido con sus restos mortales la última ceremonia de la piedad, y del
reconocimiento como hombre, que es un entierro digno. Debo recordar e insistir en que los enterramientos suponen el comienzo de la civilización.
Se deja el despojo de un perro o de cualquier otro animal metido en un hoyo, a merced de otros animales, en mitad del campo, pero cuando se trata de Federico García Lorca, o de cualquier otro hombre, esa situación de desamparo final de sus restos clama al cielo.
Desconozco el motivo por el cual se ha desistido de buscar su osamenta, y luego, tras identificarla, y con la ceremonia que reclama, darle por fin una sepultura sencilla (tampoco se trata de abogar por un panteón), con una lapida con dos fechas, pero, cualesquiera que sean, son miserables.
El andaluz más claro, un español universal, porque nadie que haya escrito poesía en España tiene mayor reconocimiento debido, merece de sus
compatriotas un lugar al sol, donde reposar, y, demorando la eternidad,
soñar.
Posdata del 2005
Este artículo fue escrito en 1997 y publicado en la columna diaria «En Castellano» que yo mantenía entonces en el diario «Ya», luego lo envié a la
red, adonde alcancé y pudé, pero ya ha desaparecido. A los pocos años intentaron en Granada hacer aparecer los restos de Lorca, pero la alcaldía no permitió las excavaciones, acogiéndose a que sus familiares vivos dijeron y aún alguno lo escribió, creo que en el diario «ABC» de Madrid que mejor no remover. Y hasta la fecha.
Pero sigo pensando que devolver sus huesos a la luz, para que se sepa las circunstancias exactas de su asesinato y enterrarlo con la honra que se le debe, está pendiente.