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Una llamada de atención sobre la realidad económica

Fuentes: Rebelión

Para el que quiera verlo, la pandemia ha permitido desmontar apariencias y poner al descubierto la situación real, así como las carencias de la economía de los países.

En España, dependiente en gran parte, como toda economía capitalista, del consumo, el sector servicios y especialmente del turismo que son los que han venido marcando la pauta de desarrollo y ahora han resultado ser los principales afectados. Tras el hundimiento generalizado auspiciado por los mandatarios políticos, adoptando día tras días resoluciones desacertadas de las que solo ellos son responsables —aunque nadie exige ni exigirá responsabilidades efectivas— la pandemia ha pasado a ser causa y razón que permite justificarlo todo, incluso la quiebra económica del país. Aunque siempre cabe mantener la esperanza de la resurrección, confiando en la llegada de una lluvia del dinero ajeno. Dirigida y sujeta a las determinaciones europeas, carente de autonomía en el plano de la macroeconomía y sin apenas desplegar capacidad innovadora, no cabe otra opción que quedarse a esperar remesas y más remesas de efectivo metálico y mucho papel, mientras se pueda continuar con el cuento. He aquí muy resumida la realidad económica y política que asiste a este país.

Tal situación, a decir de algunos entendidos, en forma alguna es consecuencia de la imprevisión de políticos y empresarios, de ahí que para salvar su imagen haya que cargar las tintas otra vez sobre el papel de la tan asistida pandemia. Descendiendo a terreno más sólido, conviene aclarar que si bien no pueden ignorarse sus efectos, es casi temerario descargar en ella culpas que corresponden en gran medida tanto a los empresarios como a los gestores públicos. Lo decisivo de estos últimos es que se han dejado llevar para cumplir su papel, sin atenerse a otras consideraciones, por las consignas internacionales de expertos que están a cobrar los respectivos emolumentos derivados del ejercicio de su profesión, a mantener su prestigio y a esperar que alguien aporte una solución efectiva para salir del atolladero, aprovechando entonces la ocasión para ponerse la medalla por el trabajo no realizado. Prescindiendo de ese protagonismo exclusivo determinante de la quiebra que ha sido asignado a la pandemia, el hecho es que la economía sujeta con hilvanes vivía en gran medida de la consideración y de la explotación de lo foráneo, así como de la ilusión consumista de los nacionales que asumían temerariamente su papel en el mercado global. Mientras, los gestores empresariales se dedicaban simplemente a mantenerse en el cargo para acaparar bonus y otros beneficios a cuenta de las empresas, mientras las endeudaban sin el menor reparo. Visto el despilfarro generalizado, todo parecía marchar a buen ritmo, sin embargo, ahí estaba en su papel de oráculo económico la Bolsa de valores, que desde tiempo atrás no podía decirse que levantara cabeza ante lo que, con pandemia o sin ella, se adelantaba como algo inevitable.

Entre otras evidencias, la pandemia ha traído un cambio para el que no se estaba preparado. El fondo económico del país ya era endeble para mantener el trajín que exigía la globalización, porque en general no había capacidad innovadora para adelantarse a la marcha de los tiempos que venían marcando las multinacionales tecnológicas. La dependencia del capital americano y de su tecnología le entregaban a sus determinaciones sin condiciones, mientras por otro lado seguía recogiendo las generosas aportaciones europeas a cambio de sol, playa, historia monumental y poco más.

Lentamente los llamados fondos buitres iban tomando posiciones a la espera de saciar su apetito depredador con los restos aprovechables de esa economía camino de la quiebra que resistía a duras penas. Ahora la situación provocada por el virus se lo ha puesto en bandeja porque, una vez aniquilado el pequeño potencial autóctono del que disponía el país, le ha entregado a la generosidad externa. El hecho es que a nivel bursátil, por el momento, todo se puede comprar a precio de saldo. Aunque en gran parte se trata de material obsoleto que apenas tiene potencial económico una vez llegados a la época de la pandemia. Algunas de las empresas, afectadas por las circunstancias que se venían arrastrando y las de nueva creación, son ruinas económicas que pueden comprarse a precios simbólicos en el mercado de valores, al objeto de seguir usando comercialmente nombres que un día tuvieron cierto prestigio. Para tratar de escapar inútilmente del desplome, otras acuden a las fusiones, en las que una de las partes cojea de una pierna y la otra se sujeta en la contraria, esperando que así la resultante camine con dos piernas aunque no sea a paso ágil, mientras la realidad acecha esperando que tengan que acudir a la silla de ruedas. En general el maquillaje cobra relevancia y el oráculo lo refleja con días de euforia sin sentido, solo para hacer compañía al mercado americano como director de las bolsas mundiales. Al siguiente día se vuelve a la rutina y a continuar el descenso hacia el abismo.