Luego del 25 de diciembre me escribe el bávaro Harald Martenstein comentando un artículo publicado en el periódico Die Zeit el 12 de septiembre del 2014 por dos mujeres: Anna y Christina. Y se le nota cabreado, quizá hubo una conversación de mesa amarga o mal digerida en un día de nieve: Estimadas Ana-Katharina Messmer […]
Luego del 25 de diciembre me escribe el bávaro Harald Martenstein comentando un artículo publicado en el periódico Die Zeit el 12 de septiembre del 2014 por dos mujeres: Anna y Christina. Y se le nota cabreado, quizá hubo una conversación de mesa amarga o mal digerida en un día de nieve:
Estimadas Ana-Katharina Messmer y Christina Schildmann, ustedes han publicado en el periódico alemán Die Zeit un ensayo sobre «hombres descolgados«, lanzando improperios contra «hombres mayores blancos» que se manifiestan críticos con el feminismo. Dicen ustedes que estos se juntan «furiosos» en bandas y grupos -algo que a mí en cierto modo me recuerda a monos- y avivan resentimientos. ¿Anna y Christina, permiten al hombre blanco y anciano una pregunta? ¿Cuál es realmente el color de su piel? Por lo que se ve ustedes dos son negras jóvenes. ¿Y en su opinión a partir de qué edad se les podría calificar a ustedes de banda furiosa de monos?
Miren ustedes, el feminismo es hoy día un poder social, mujeres como ustedes se encuentran en muchos despachos importantes, su opinión domina los medios, también Die Zeit. Y nada tengo en contra. Yo jamás me calificaría como antifeminista. Ahora bien, cuanto más poderosas son ustedes también más tienen que estar dispuestas a ser criticadas o a que otros se rían de ustedes. Es la experiencia que sufren todos los poderosos. Yo creo que los periodistas deben ser críticos con la clase dirigente, y sus puntos de vista pertenecen a la clase dirigente de hoy. No debieran de perder de vista tan rápidamente, no son ustedes corcinos necesitados de protección. No pude menos de sonreir al quejarse ustedes de los brutales ataques a los que se ven expuestas en Internet como feministas. ¿Qué creen ustedes que me ocurre a mí? Es algo que lo tenemos que aguantar todos, Anna y Christina.
Yo no me enfado, me divierto. La ministra de mujeres, Schwesig, ha promovido un plan de equiparación en los trenes por el que se deberá emplear a 960 mujeres más. Según mis cuentas, en cada InterCityExpress (ICE) debería emplearse una más por equiparación. Y el ejército debe emplear a 200 más, toda una compañía, con lo que el ejército dispondría de un mayor número en concepto de equiparación que de soldados submarinistas, y en caso de conflicto se podría a nuestra compañía de equiparación a la batalla. Lo encuentro cómico. ¡Y ahora ríanse!
Ustedes parecen hablar en nombre de todas las mujeres, y hacen como si en la otra parte sólo hubiera hombres blancos y viejos de mala leche. Pero el frente no es tan así, tan uniforme y homogéneo, y creo que ustedes lo saben. Su modo feminista de luchar a brazo partido se ve rechazado cada vez por más mujeres, sobre todo por mujeres jóvenes. Ustedes escriben libros y han creado en USA el movimiento «Women Against Femenism». En el New York Observer escribía una feminista radical, Nina Burleigh, que casi todas las mujeres críticas con el feminismo parecen «fantasías sucias de hombres». ¿Cómico, no? La clásica idea misógina: la mujer como santa o como puta en nueva edición femenina. Santas todas las que piensan como yo, las que en el hombre ven al enemigo.
Volvamos a los animales, con los que ustedes me comparan. Yo rechazo el Veggie-Day, que es una idea de los Verdes. ¿Pero proclamo por eso la abolición de la defensa de los animales, por ser los Verdes defensores de ellos? ¿Al criticar al partido de izquierdas me convierto automáticamente en enemigo de todas las conquistas del movimiento de los trabajadores? Por supuesto que no. Y éste es precisamente su modo de argumentación. A todo aquel que rechaza un exceso en vuestro pensamiento le tacháis de querer enviar de nuevo a las mujeres a la cocina.
Cuando las mujeres se unen ocurre una conexión en red, si lo hacen los hombres conforman una banda. ¿Y ustedes se quejan de los resentimientos de los demás? ¿En serio?
Un consejo: Jueguen con sus críticos tan limpiamente como quisieran ser tratadas ustedes mismas.
Lo dicho, bien pudo ser una mala digestión navideña.
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