JOHANNESBURGO.- Sudamérica tiene apenas el seis por ciento de la población de la Tierra. Representa menos del cinco por ciento del comercio mundial. Pero el cincuenta por ciento de las ocho selecciones clasificadas a cuartos de final de Sudáfrica 2010 son suyas. Recuerdo siempre esa anécdota en la que Ronaldo contaba a Diego Maradona una […]
JOHANNESBURGO.- Sudamérica tiene apenas el seis por ciento de la población de la Tierra. Representa menos del cinco por ciento del comercio mundial. Pero el cincuenta por ciento de las ocho selecciones clasificadas a cuartos de final de Sudáfrica 2010 son suyas. Recuerdo siempre esa anécdota en la que Ronaldo contaba a Diego Maradona una fiesta de cumpleaños de David Beckham. El inglés mostraba a sus invitados sus goles en pantalla gigante. «¡Eran todos de tiro libre!», se reían Ronaldo y Maradona. En Sudamérica, ganadora de nueve Copas Mundiales, se hacen goles mucho más bonitos que los de tiro libre. La Confederación Sudamericana se fundó en 1916 y al año siguiente comenzó la disputa oficial de la Copa América. Casi cuatro décadas antes que la Unión Europea de Fútbol (UEFA), fundada en 1954. Sudamérica tiene cultura futbolera. ¿Sólo esa cultura explica que haya clasificado a cuatro selecciones a cuartos de final de Sudáfrica 2010 y que la quinta, Chile, haya cumplido su mejor Mundial en medio siglo? A la buena materia prima habitual se le suma, tal vez, una acertada elección de entrenadores.
Los Mundiales de la FIFA son una vidriera única. Hacer paralelismos es tentador. Pero peligroso. Igual que las etiquetas. La Alemania que enfrentará el sábado a Argentina, por ejemplo, tiene once jugadores cuyos padres o abuelos nacieron fuera de Alemania. En Ghana, Túnez, Polonia, Turquía o Brasil. Con apellidos como Özil, Trochowski, Khedira, Marin, Boateng, Cacau o Gómez. No tienen estatura alemana, ojos azules, cabellos rubios ni fuerza especial. Es tentador decir que la Nationalmansschaft (selección nacional) representa acaso a la nueva Alemania. La selección del DT Joachim Low, dijo un diario alemán, «es el producto de una necesaria revolución cultural, en deportes, política y aspectos sociales». No todos están contentos. En los mensajes a los diarios, se leían críticas porque algunos de estos jugadores no sabían cantar el himno. Un político conservador de Berlín, Peter Trapp, pidió hace unos días que los inmigrantes que quieran ingresar al país rindan «un test de inteligencia». Me recuerda al chiste que publicó Le Monde cuando la selección francesa llena de inmigrantes ganó el Mundial 98. «¿Qué te parece esta selección llena de inmigrantes?», preguntaba un típico votante del xenófobo Jean Marie Le Pen. «Mientras sigan haciendo goles…», respondía su colega. Aquella selección modelo del 98 hoy es tema de vergüenza nacional en Francia.
Por eso, más interesante acaso que eventuales paralelismos sociales, puede el dato, más futbolero, de que los 23 jugadores convocados por el DT Jogi Low actúan en clubes de su propio país. Habla muy bien de la Bundesliga. Vale refrescar datos sobre cómo funciona la liga alemana. Los 412 millones de euros anuales que paga la TV tienen la repartición más democrática en las ligas top de Europa. Se toma en cuenta los años en Primera del club, el ranking actual, una media de los últimos cinco años, se paga un plus de 4 millones por el título y hasta bonus por jugadores convocados a la selección. Los derechos se los reparten dos cadenas públicas abiertas (ARD y ZDF) y los canales privados DSF (abierto) y Sky (pago y codificado). Algunos amigos alemanes critican que ahora los partidos se jueguen de viernes a domingo y en horarios extraños que busquen atraer el mercado asiático. Pero había una oferta superior, monopólica, y fue rechazada por el tribunal de libre competencia. Los estadios, por otra parte, están siempre llenos y tienen la mejor media de público de Europa. Son modernos y extremaron medidas de seguridad, aunque ya casi no hay episodios de violencia. La Bundesliga no adhirió al criterio FIFA de espectadores todos sentados. Hay sectores en los que se permite seguir el partido de pie. En el de Borussia Dortmund, que llena todos los partidos su capacidad para 81.000 personas, ya avisaron que prohibirán la vuvuzela.
Los clubes deben abrir sus balances todos los años. Si gastaron de más son sancionados. Tal vez haya trampas contables. Son la excepción. Por segundo año seguido, la Bundelisga tiene mejores números que la Premier League de Inglaterra. Además, el 51 por ciento de la propiedad debe permanecer en manos del club, lo que impide el desembarco de magnates con dineros de origen dudoso. La austeridad provocó quejas del siempre poderoso Bayern Munich, porque así perdía competitividad en Europa. Pero Bayern Munich ya fue finalista en la última Liga de Campeones con un equipo que tenía mayoría de jugadores alemanes. El rival, Inter, estaba formado íntegramente por extranjeros. Bayern Munich, que cedió su gobierno a ex jugadores (Franz Beckenbauer, Karl-Heinz Rummenigge, Uli Hoeness), no pudo dilapidar fortunas en estrellas extranjeras y debió cuidar a las propias (Müller, Philipe Lahm, Bastian Schweinsteiger y Holger Badstuber). Todos los clubes fueron obligados a destinar presupuesto a mantener academias para la formación de jugadores. La renovación alemana, iniciada para el Mundial 2006 con la contratación de Jurgen Klinsmann, se profundizó con su sucesor. Joachim Low, amante del yoga, no se aferró a viejas glorias como lo hicieron las selecciones de Italia o Francia. Sufrió cinco lesiones un mes antes del Mundial, incluyendo al capitán Michael Ballack y llegó a Sudáfrica con la segunda selección más joven del torneo. Seis de los 23 jugadores del equipo actuaban en la selección Sub 21. Trece disputan su primer torneo y hay doce que tienen menos de diez partidos con la selección. Es la selección más joven de Alemania desde el Mundial de 1934. Pero el cambio no fue sólo generacional. Ni de cambios de posiciones, como efectivamente ocurrió con muchos jugadores. Low supo aceptar los nuevos tiempos y se animó también a cambiar de estilo. Mesut Ozil, Sami Khedira y compañía no fueron obligados a aprender a jugar «en alemán». «Nuestro estilo ahora tiene un aire latino», dice Low, sin ruborizarse. La selección alemana, cuyos jugadores tienen la ventaja de que la Bundesliga comenzó a usar en enero pasado a la polémica pelota Jabulani, de Adidas, se animó a cambiar de estilo. Y lo hizo pese a que desde 1960 ganó dos Mundiales y llegó seis veces a semifinales.
Haberse clasificado a cuartos de final eliminando nada menos que a Inglaterra es algo bueno para el fútbol. Porque Inglaterra es el modelo opuesto. Sus clubes, dominados por magnates extranjeros, tienen un rojo de 5000 millones de euros. Al presidente de la Federación que denunció el rojo, Lord Triesman, le hicieron una trampa y lo echaron. Allí mandan los clubes. Desde 1960, Inglaterra tiene un Mundial y una semi. Y no se clasificó siquiera para la Eurocopa de 2008. Pero no cambia. O cambia para peor. Se animó otra vez con un DT extranjero, es cierto. Pero el italiano Fabio Capello, sucesor del sueco Sven-Goran Eriksson, llevó a Sudáfrica a la selección inglesa más vieja de todos los Mundiales. Su sabiduría táctica se derrumbó cuando Wayne Rooney llegó al Mundial lejos de su mejor forma. Y su fama de «Míster Látigo» se complicó con el intento de amotinamiento de John Terry, el futbolista mejor pago de la Premier League. En Alemania interesa estudiar el fútbol (hay 34.970 técnicos con licencia UEFA, contra 29.420 de Italia, 23.995 de España, 17.588 de Francia y… 2.769 de Inglaterra, donde ha ganado el mero negocio.
Inglaterra perdió control del juego cuando en 1992 nació la Premier League. Durante años recibió admiración por sus estadios-teatro, su fútbol-espectáculo y su concepto del marketing. Pero en la cuna del fútbol, la avaricia ganó la batalla. El fútbol es algo más serio que un simple negocio. Sudáfrica podría tener motivos de enojo con Alemania, que le quitó con malas artes el Mundial 2006. Ciudadanos sudafricanos tienen hoy juicios millonarios contra poderosas empresas alemanas acusadas de hacer formidables negocios en los tiempos del apartheid. Buena parte del dinero que reciba Alemania por su participación en el Mundial irá a parar a la Fundación Robert Enke, que atiende a jugadores con problemas mentales. Lleva el nombre del arquero que, si no se hubiese suicidado el año pasado, sumido en la depresión, tal vez estaría atajando el sábado contra Argentina. El fútbol, más allá de sus problemas, suele ser una versión algo más generosa del mundo. Lo sabemos en Argentina, donde la pelota es uno de los pocos motivos de fiesta popular. Ojalá lo siga siendo el sábado contra la noble selección alemana.
Fuente:http://www.canchallena.com/1280113-una-nueva-y-noble-alemania