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Una obra de teatro gazatí refleja el impacto social y humanitario de la última guerra

Fuentes: Al-Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Ciudad de Gaza, Franja de Gaza – «No es bueno hablar. El mundo nos está mirando». Estas son las últimas palabras que grita la heroína Haneen en la obra teatral «Al-Qafas» («La jaula»).

Las palabras de Haneen resumen el mensaje de la obra, en la que se refleja la crisis humanitaria en la Franja de Gaza durante y después de la guerra de 51 días del verano pasado.

La pieza trata del aislamiento que padecen los gazatíes y se burla de la solidaridad pro forma que mostraron con las víctimas de la guerra los partidos, dirigentes y periodistas extranjeros: solo querían hacerse la foto.

«Al-Qafas» es una valiente representación teatral que pone de relieve el sufrimiento de la gente y cómo algunos grupos se están aprovechando de la situación.

La obra, que hasta ahora ha sido representada cuatro veces en el Teatro Al-Mishal de Gaza, la más reciente el pasado 7 de abril, es la primera expresión artística libre sobre cuestiones que fueron difíciles de abordar durante la guerra. Volverá a representarse a lo largo de la semana dado el gran interés que ha despertado.

«Al-Qafas» es una comedia sobre la guerra y se desarrolla entre las paredes de una escuela de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), que fue convertida en refugio.

El sencillo formato de la obra y su intenso realismo están atrayendo una gran audiencia, que acude a ver su trágica realidad desde un punto de vista artístico. La representación huye de cualquier tipo de complejidad o simbolismo y refleja la realidad tal y como es.

En la primera escena los actores aparecen bailando y huyendo según se van moviendo las luces. El sonido de las bombas israelíes estallando se escucha claramente en la sala y los actores se detienen bruscamente varias veces cuando lo hacen las luces.

Haneen regresa en una silla de ruedas en la siguiente escena. Es su padre quien la empuja, y ambos están presentes en la mayoría de las escenas mientras los demás personajes van cambiando.

El primero de ellos es un periodista oportunista que se aprovecha de los sentimientos de las víctimas para obtener una primicia, que es lo que ocurrió a menudo durante la guerra, hasta el punto de que la gente comenzó a menospreciarlos.

El segundo personaje es una figura religiosa oficial que emplea abundante retórica religiosa y viene a investigar a Haneen. Haneen, sin embargo, vuelve el rostro y las palabras de su padre indican que este funcionario era su vecino y lo buscaba la ocupación. Cuando el ejército israelí le avisó de que iba a bombardear su casa huyó con su familia sin avisar a sus vecinos, lo que se tradujo en la muerte de la madre de Haneen y sus lesiones en la pierna.

«Apenas pude avisar a mis hijos para huir. Las fuerzas de ocupación nos dieron tres minutos para abandonar la casa. No tengo la culpa de lo que os ocurrió», dice el hipócrita personaje religioso.

En ese momento el tío de Haneen le pregunta: «¿En qué clase estáis?»

El funcionario buscado responde sarcásticamente: «Hace mucho que dejé de dar clase. Alquilé un piso pequeño».

Esta escena refleja la enorme brecha entre los líderes políticos y los cientos de miles que se refugiaron en las escuelas de Gaza durante la guerra.

A continuación Haneen va a visitar a otros personajes. Los primeros son un dirigente político y su guardaespaldas. El político pronuncia un sermón lleno de eslóganes, le entrega una placa a Haneen y se hace una foto con ella. El siguiente personaje, un representante extranjero de una asociación benéfica, hace lo mismo y alardea de «las mantas y las latas de sardinas y de carne» que ofrece a la gente de Gaza. Le entrega una placa a Haneen, se hace una foto con ella y se marcha. En cada escena los desplazados quedan abandonados a su suerte bajo el bombardeo constante.

«Al-Qafas» cuenta además con personajes de la propia escuela, como Abu Saber, que enloqueció tras la muerte de todos los miembros de su familia; habla de todos ellos como si todavía estuviesen a su lado. La obra incluye también un personaje que representa a un ciudadano corriente cuya casa no fue destruida ni corre ningún riesgo. Sin embargo, él permanece en el refugio con sus hijos y su esposa después de recibir presiones para que se quedase y comiese «latas de sardinas y de carne».

La importancia de esta escena radica en que muestra cómo una gran parte de la clase media se ha vuelto, sin quererlo, dependiente de la ayuda distribuida por las escuelas de la UNRWA, y cómo hay personas que sacan partido de la ayuda proporcionada. En la audaz escena se ve a un orgulloso ciudadano que acaba convertido en un mendigo humillado.

Esta franqueza sin precedentes al expresar la realidad a través de un pequeño elenco de actores, que interpretan varios papeles y aparecen más de una vez con distintas vestimentas, es lo que ha hecho que la obra sea un éxito. Cientos de personas esperan a la puerta del teatro las noches que hay función, y docenas ven la obra de pie mientras las risas resuenan en la sala y reina el silencio en momentos de tristeza.

Los niños tiemblan y se aferran a sus padres al oír el sonido de los bombardeos durante la representación.

Zain Hussein Abu Ghali, de tres años, se agarra a su padre y le dice: «¡Vámonos! Un bombardeo». Pero su padre le calma e intenta convencerle de que el sonido de las bombas estallando no es real, sino parte de la actuación.

La fuerza de la obra está en su debilidad, en su realismo extremo y en cómo retrata las vidas de los refugiados y su sufrimiento durante la guerra. Ellos nunca hablan de su sufrimiento, bien porque han sido asesinados o porque están asustados.

El final fatalista expresa una realidad derrotista; el final no puede ser imaginario o fantasioso, como algunos hubieran deseado. La escuela es bombardeada y Abu Saber muere.

Amjad Abu Yassin, el joven actor de 22 años que interpreta a Abu Saber, dijo a Al-Monitor: «Estoy sorprendido ante la reacción del público. Sentimos que la gente anhela el teatro. Esto es lo que necesita la Franja de Gaza. Necesita desplegarse a través del arte».

Yasmine Abu Amr, de 18, que hace de Haneen, después de la representación explicó a Al-Monitor: «La fuerza de la obra reside en que expresa como nunca se había hecho antes posiciones e ideas arriesgadas en un contexto atrevido, crítico y cómico».

La obra termina cuando la última escena llega a su momento más duro, como si el director, Ali Abu Yassin, hubiera vacilado a la hora de ponerle fin. El lado oscuro de clasicismo y tragedia del guión y una escenografía inmóvil, en la que solo están las cuerdas sobre las que los refugiados cuelgan su limpia y colorida colada, ejemplifica de manera sencilla una jaula. La representación de 45 minutos emociona al público y les hace sentir que viven en una jaula sin paredes llamada Gaza.

 

Asmaa al-Ghoul es columnista de Al-Monitor’s Palestine Pulse y periodista en el campo de refugiados de Rafah, en Gaza.

Fuente: http://www.al-monitor.com/pulse/originals/2015/04/gaza-war-theater-human-crisis-suffering.html#