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Una película de antifascismo, la trampa de la diversidad y el pianista José María Aznar

Fuentes: El Salto

Centrándonos en lo que nos une, no en nuestras diferencias podremos frenar al enemigo fascista que acabará con la diversidad, con nosotros.

Pablo Casado Hispanidad

  ISRAEL RODRÍGUEZ CITORES

En el mundo de la política muy pocas palabras, gestos o actitudes son cosa del azar. Cada uno de estos viene predefinido por una estrategia de partido, un discurso organizado, un argumentario que debe ser seguido al pie de la letra. Es una verdadera desgracia para el cine español, que está perdiendo a sus mejores actores en el mundo de la política, pues estos, al igual que un actor que representa un gran drama, deben interiorizar el guion parlamentario, su papel en él y creer firmemente en lo que dicen o, de lo contrario, perderán la capacidad de transmitir su mensaje al electorado.

El arte de la interpretación se encuentra perfectamente reconocido y representado a lo largo de todo el arco parlamentario, si bien es verdad que en la derecha podemos encontrar a los mejores actores: Rivera, Casado o Abascal son el Javier Bardem de la política. También es indudable que los grandes guiones los escribe la izquierda y, concretamente, es en Podemos donde se encuentran los mejores directores: Pablo Iglesias puede ser nuestro Tarantino e Íñigo Errejón nuestro Woody Allen. De esto último es de lo que vengo a hablar, de la historia y actualidad del guion de Podemos.

Hace ya más de cuatro años de aquel Vistalegre en el cual el partido de Pablo Iglesias se construiría como una máquina de guerra electoral basada en las denuncias hacia los recortes, la desigualdad y la corrupción, con un eje vertical «los de abajo contra los de arriba» y el término «casta» como denominador del enemigo común. La estrategia del Blitz o guerra relámpago conformaría la base sobre la que todo el partido se organizaría, una estructura cortoplacista que no concebía plan B. En el imaginario colectivo de la nueva izquierda de este país no existía la posibilidad de no asaltar los cielos.

La realidad tras el 20D se mostró tremendamente dura con los planes de Podemos, ante un escenario en el que el PSOE era imprescindible para formar gobierno y al que, más que no darle los números, no le daban los barones. Podemos adoptó entonces una última táctica de asedio, concurriría a las elecciones del 26J como una confluencia de diferentes partidos de izquierda. Era el nacimiento de Unidos Podemos (UP), un partido que basaría su campaña en la esperanza de un cambio y en una estética propia de la psicología positiva que tanto gusta al sujeto neoliberal, el estilo de las tazas de Mister Wonderful, una campaña que verdaderamente me ilusionó, tal vez, por su capacidad de adaptación al estilo de la apropiación emocional de los discursos neoliberales. Finalmente, tras las elecciones y el triunfo del PP, que terminaría formando gobierno, la época de convulsión sistémica y campaña electoral continua había terminado. Ahora la estructura, discurso y actitud del partido debía adaptarse al largo plazo, al día a día de la vida institucional.

En la actualidad, el nacionalismo, la irrupción de Vox y la cercanía de las elecciones autonómicas, municipales y europeas instauran una realidad que comienza a asemejarse a esa España pos 15M, un escenario en el que la formación morada tiene la oportunidad de volver a poner en marcha la maquinaria de guerra. Si hay un escenario en el que los de Podemos saben moverse es el de crisis sistémica, el de terremoto político. Sin embargo, para ello debe existir una estrategia definida, ya que es evidente que esta España no es la de 2011, el campo de batalla ha cambiado, la dialéctica de los partidos disputa temas diferentes y el nacionalismo marca la hegemonía discursiva. En consecuencia, es necesaria una nueva estrategia, un nuevo argumentario que resuelva la actual situación de caída electoral del partido y se adapte a las nuevas condiciones. Y, tal vez, ya la han encontrado.

DE LA TEORÍA POLÍTICA A LA PRÁCTICA DISCURSIVA

El día 15 de diciembre Pablo Iglesias decía lo siguiente en una charla titulada «La memoria para defender las libertades» en el municipio de Guernica.

 

 

Este fragmento de su discurso parece toda una declaración de intenciones, si nos paramos a analizar e interpretar el conjunto de teorías de las que parte, sobre las cuales es posible que Pablo Iglesias quiera construir el argumentario del partido tras su reelección como secretario general y de cara a la campaña electoral, una campaña que ya tiene pistoletazo de salida. Parece que los de Unidos Podemos han elegido el 8M, día de la mujer trabajadora, ya que el movimiento feminista se ha demostrado como el movimiento con mayor capacidad de movilización de este pasado año. Las teorías en las que podría basarse dicha campaña son tres:  

-Empezaremos con la centralidad del tablero: esta teoría nos explica, comparando la ideología de izquierda a derecha como un tablero en el cual los extremos son móviles y por lo tanto el centro cambia en función de la posición de los extremos, es decir, en función del momento histórico, los discursos políticos y los vaivenes culturales de una sociedad, va a cambiar la percepción que dicha sociedad tiene sobre la ideología que representan las diferentes acciones políticas. Por ejemplo, la renta básica, que nació como una propuesta de derechas, o el sufragio universal femenino, que era percibido como una idea tremendamente radical, son ideas que actualmente han cambiado su percepción en el imaginario colectivo de la sociedad.  

El contexto actual nos muestra un tablero político tremendamente polarizado, de UP a Vox, cuya centralidad se ha derechizado extremadamente en el último año, es algo que económicamente venía dándose desde los 70 y que en la actualidad se encuentra tanto nacional como internacionalmente en su punto más álgido.  

Con este tablero, UP aparece etiquetado como una formación de extrema izquierda, aunque se podría plantear una estrategia que nos alejará del eje clásico izquierda-derecha. Visto el discurso de Pablo parece que el partido olvidará el eje vertical gente-casta (sobre el que hablaré más adelante), la campaña del miedo, la coalición con Izquierda Unida y la polarización de la sociedad nacida del discurso «anticomunista» de Vox reducen la posibilidad de que un discurso transversal tenga éxito. Asumido el eje horizontal, se disputará la idea de extremo, planteando a las tres derechas como iguales mediante discursos como el de la metáfora que Pablo Iglesias toma prestada de Enric Juliana, metáfora que aprovecha el reciente tripartito entre Cs, PP y Vox en Andalucía. Dicha metáfora, la de los tres pianos; clásico, moderno y oscuro, que aunque suenan diferente, su pianista es el mismo y en todos toca la misma melodía, una melodía procedente de la misma partitura, una melodía que representa un único extremo radical dañino para la sociedad, la melodía de José María Aznar: una melodía fascista.  

El planteamiento de este nuevo tablero ya no tiene cinco partidos nacionales: UP-PSOE-CS-PP-VOX. En él, la idea de centro puede disputarla Cs, aumentando la posibilidad de una mayoría absoluta Cs-PP-Vox. Por el contrario, bajo el nuevo discurso, quedaría reducido a tres: antifascistas-PSOE-fascistas. Dejando o bien la idea electoral de centro ocupada por el PSOE, futuro aliado con el que gobernar, o bien dejando un centro vacío, huérfano, dada la dificultad del PSOE para asumir dicha centralidad debido a su alianza actual con UP. En cualquiera de los dos escenarios la posibilidad de una mayoría absoluta de las derechas quedaría reducida. Está claro a que bando votarán las personas que se definen como extrema izquierda o izquierda al igual que las que lo hacen como extrema derecha o derecha, quién ocupe el centro puede ser quien cambie el sentido de la balanza.  

-Populismo y enemigo común: la teoría populista parte de la idea de crear nuevos significantes nosotros-ellos en el imaginario colectivo bajo los que aglutinar una nueva mayoría social. Así, el primer Podemos diseño dos conceptos: el primero, «la gente», que unía a una parte de la población que se definía de clase media y baja, población trabajadora, progresista, con ganas de cambio… El segundo era «la casta», una forma de crear unión no por la homogeneidad de las ideas propias del colectivo, sino por su contrariedad hacia los recortes, la corrupción, las privatizaciones o el rescate a la banca. Estos dos conceptos caducaron y en la actualidad puede que sean sustituidos por los términos «antifascista» y «fascista», lo cual implica restar peso a la unión en torno a un proyecto común que se define de forma vaga y generalizada, y centrar los esfuerzos en torno a la unión frente al enemigo común, el fascismo, que representa los miedos clásicos de la izquierda: la dictadura franquista, el aznarismo o los recortes y privatizaciones de la era Rajoy. No son dos términos definitivos, probablemente en la formación morada estén buscando algún símil que les permita no olvidar por completo la esencia del eje arriba-abajo. Deben buscar un sustituto del significante «antifascista» que sea capaz de representar, de una forma más amplia y más joven a la sociedad que busca atraer, a aquellos que nos declaramos defensores de los derechos humanos, la democracia, el feminismo… A su vez, es evidente que se están realizando esfuerzos por encontrar un término que sustituya al viejo significante «fascista» como enemigo común, un sustituto que, además de simplificar a las tres derechas como una sola, conecte mejor con esta sociedad posmoderna a la que le da miedo llamar a las cosas por su nombre.  

Tal vez, entrando en el debate que recientemente ha planteado Íñigo Errejón respecto a la necesidad de disputar la idea de patria podríamos buscar ese término unificador en dos movimientos políticos en auge: el primero, aprovechando el movimiento de los chalecos amarillos , podría apelar a las ideas de la revolución francesa de igualdad, libertad y fraternidad, conjugando la tradición del republicanismo con una sana idea de patria. La segunda opción se adaptaría al crecimiento del nacionalismo español impulsado por el conflicto catalán y la aparición de Vox. Esta opción consistiría en la contraposición de dos Españas diferentes: la España de los recortes, la corrupción, el machismo y los desahucios, que funcionaría como enemigo común, frente a la España de la subida del SMI a 900 euros, la España feminista, la de la inversión en educación y sanidad, la que sube las pensiones… Si bien, esta opción depende de que se desbloqué la situación actual con los independentistas permitiendo que los presupuestos sean aprobados.  

En cualquier caso, bajo esta unión entorno al miedo que representa el nuevo enemigo y haciendo un guiño a la izquierda más clásica, el discurso antifascista de UP se centraría en movilizar a los militantes que, poco a poco, han tendido a la pasividad y aspirar a esa idílica suma de votantes de Podemos+IU+confluencias que nunca se dio debido al aumento de la abstención desde que se formó la coalición. Si la esperanza ya no moviliza que lo haga el miedo.

-Finalmente, un fenómeno que explica Daniel Bernabé en su libro titulado La trampa de la diversidad , la paradoja que envuelve a los sujetos cuando tendemos a percibirnos como únicos y reclamamos nuestra identidad individual frente a la colectiva, autoimponiéndonos una serie de etiquetas que nos clasifiquen, dentro de una sociedad que percibimos homogénea, como un ser completamente único e irrepetible, aunque lógicamente pertenezcamos a una serie de colectivos sociales más amplios y por lo tanto estemos repitiendo una serie de patrones sociales que acaban con esa fantasía de autenticidad. Un ejemplo de ello son los clanes urbanos, cada día aparecen etiquetas nuevas y más específicas para definirnos como sujetos que se diferencian de otros. La imperante ideología neoliberal implica, en este ambiente de competición, individualizar a las personas, fagocitar sus egos bajo un sinfín de etiquetas. Y si de algo entiende la izquierda es de egos y de división.  

Este fenómeno social puede explicar, en cierta medida, como en aquellas elecciones en las que crece la abstención, los resultados tienden a ser peores para la izquierda. Junto a la metáfora del oscuro Nacho Cano-José María Aznar, Pablo Iglesias afirma que, dado el panorama nacional, existe la necesidad de «articular alianzas entre muchos que pensamos distinto» aunque «nos emocionemos con distintos símbolos, con canciones distintas» y apela a la unión que «simboliza Guernika en términos universales: democracia, antifascismo y derechos humanos». Esta declaración es todo un llamamiento a la movilización de esos perfiles críticos con la izquierda, apartidistas o «apolíticos» para que, sin la necesidad de abandonar la especificidad de su carácter, gustos y preferencias como individuos únicos, se unan a esta coalición. Centrándonos en lo que nos une, no en nuestras diferencias podremos frenar al enemigo fascista que acabará con la diversidad, con nosotros, pues solo tiene una única idea de lo que representa España y los españoles.  

La intención de este artículo no es otra que la de esbozar una posible ruta, un posible debate sobre el que articular una opción ganadora. Esperemos que, sea cual sea el guion de la película y la estrategia a seguir, esta funcione, los buenos ganen, las izquierdas sumen mayoría y nos libren del oscuro pianista José María Aznar.  

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/el-blog-de-el-salto/antifascismo-trampa-diversidad-pianista-jose-maria-aznar