«EL Húsar de la Muerte», pequeña joya de la cinematografía chilena dirigida y protagonizada por Pedro Sienna.
Uno de los dramas del cine chileno es que casi todas sus antiguas imágenes se han perdido. Sin dejar huella. Sin embargo, no han caído en el olvido. Pese a que las películas son escasas -más bien sólo existen fragmentos de ellas-, y la información es dispersa y muchas veces inexacta, los libros se han transformado en una fuente importante para el estudio y preservación de la memoria filmográfica nacional. Esto lo sabe bien Eliana Jara, historiadora del cine mudo chileno. Silenciosamente ha ido uniendo las piezas de nuestro patrimonio fílmico, rescatando del olvido a los pioneros del cine, y permitiéndonos conocer aquello que ya no podemos ver.
La periodista, que lleva doce años de investigaciones, es autora del libro Cine mudo chileno (1994), participó en la investigación para el documental de Adriana Zuanic Antofagasta, el Hollywood de Sudamérica (2002) y trabaja en un diccionario de cineastas de Hispanoamérica, junto a la historiadora de cine Jacqueline Mouesca y al escritor Carlos Orellana.
En su trabajo el mayor descubrimiento fue determinar el nacimiento del cine chileno. Oficialmente se entendía que fue el 26 de mayo de 1902, con Ejercicio general de bomberos en Valparaíso. Pero Eliana Jara encontró documentos que señalan que las primeras «vistas» -nombre que se daba a las proyecciones-, se produjeron en Iquique. Datan de mayo de 1897 y se titulan El desfile en honor del Brasil, Una cueca en Cavancha y Cuadro La caridad, que fueron exhibidas en el Salón de la Filarmónica de la nortina ciudad. Toda esta información está en su investigación de 2004 En las huellas de Oddó y los pioneros del cine mudo chileno.
¿Por qué investigar el cine mudo chileno?
«Con mi trabajo busco reconstruir la ruta de los pioneros que trajeron a nuestro país la gran novedad, ‘esas máquinas que rehacen la vida misma’, como señalaba la prensa de la época. Quiero mostrar cómo tempranamente algunos compatriotas se dedicaron con pasión a aprender estas técnicas y dieron a luz el cine chileno. Una sociedad que valora su historia, debe dar importancia a las imágenes que ha creado. En el fondo, se transforman en un testimonio de la vida cotidiana, de la vida real».
¿Cómo se originó la investigación que la llevó a descubrir estas primeras ‘vistas’ del cine chileno?
«Mientras estaba haciendo la investigación para el documental Antofagasta, el Hollywood de Sudamérica, nos dimos cuenta que necesitábamos ir más atrás en el tiempo. Alguien me comentó que las películas chilenas en realidad habían comenzado en 1897. Hasta ese momento, todos consideraban que nuestro cine había nacido en 1902».
¿Y cómo llegó a comprobar esta hipótesis?
«Empecé a revisar literalmente entero el año 1897, toda la prensa de ese año. Me llevó meses. Y de repente, ahí estaba la información, en el diario El Nacional, de Iquique, de junio de 1897. Daba cuenta de la presentación de las vistas realizadas por el fotógrafo Luis Oddó Osorio».
¿Quién era Luis Oddó Osorio?
«Era un fotógrafo profesional hijo de francés. Llegó a Iquique desde Santiago, en 1890. Además de sus fotografías, empezó a presentar espectáculos de ‘vistas disolventes’ (juegos de fotografías sucesivas que producían efectos visuales). No está claro cómo adquirió los equipos cinematográficos ni cómo aprendió a usarlos.
En agosto de 1896 se presentó por primera vez en nuestro país el Cinematógrafo de los Lumière. Menos de un año después, Oddó presentaba las primeras ‘vistas nacionales’, que eran una experiencia inédita. Los iquiqueños fueron los primeros en verse reflejados en una pantalla. Las presentaciones fueron un éxito, por lo que Oddó se vio alentado a viajar a Santiago. Pero no hay registro de su paso por la capital. Su rastro se pierde abruptamente. Es un misterio lo que pasó con él».
¿Cómo era ese tipo de cine, estas ‘vistas’?
«Se trataba de registros breves, de segundos o minutos, de acontecimientos y eventos sociales como bailes, la llegada de un tren o el ejercicio general de bomberos, realizados con una factura artesanal. Se proyectaban de forma itinerante en las principales ciudades. Lo importante es que se trata del embrión del cine nacional desde 1897 a 1903. Se realizaron más de sesenta vistas. Pero sólo existen algunos fotogramas del Ejercicio general de bomberos, de 1902. No se ha podido encontrar ningún otro fragmento fílmico».
MUDO Y DESAPARECIDO
Tampoco ha habido suerte para encontrar registros del período que sigue: el período mudo argumental, que comprende entre 1910 y 1934, en que se filmaron más de ochenta cintas. Hoy existen a lo más seis en condiciones de ser exhibidas. Eliana Jara ha tenido que luchar para conseguir apoyo para su trabajo. «Espero realizar un nuevo libro sobre cine mudo chileno, más completo. Pero ya he recibido rechazos de algunas editoriales».
Pero su pasión por la historia de nuestro cine, la lleva a seguir investigando.
«Los trozos de películas que de esa época se encuentren, por muy mal filmados que estén, dan una imagen impresionante sobre la arquitectura, los espacios públicos, la moda, la gente, etc. Creo que si hubiéramos tenido un buen archivo fotográfico y filmográfico, tendríamos una memoria más rica de los grandes acontecimientos de nuestra historia».
Lástima que mucho cine ha terminado en llamas o convertido en peinetas…
«El material con que estaban hechas las películas, el celuloide con nitrato de plata, es muy inflamable. Luego de un tiempo, terminaban quemándose en forma espontánea. Su proceso de conservación es muy caro, por lo tanto, mantener en bodega miles de metros de celuloide era peligroso y un estorbo, ya que no tenían ninguna clasificación. Además, ese material era muy apetecido por las fábricas de peinetas, efectivamente.
Con la Cineteca Nacional ahora se dará un paso esencial; los cineastas tendrán que regalarle una copia, lo que significa que las películas serán resguardadas en el tiempo».
Pero la Cineteca llegó algo tarde, porque hay material que simplemente se perdió…
«No sacamos nada con lamentarnos. Tratemos que esas cosas no se repitan. No es un dato menor que la Cineteca se encuentre al lado de La Moneda. Se está restaurando la cinta El Leopardo y se ha logrado rescatar algunas como Canta y no llores corazón. El trabajo de restauración de esa película, que realizó Rodrigo Sáez junto a la restauradora Carmen Brito, comenzó cuando leyeron una nota de mi libro Cine mudo chileno que dice ‘habría una copia de Canta y no llores corazón en Concepción’. Empezaron a buscarla, la encontraron, consiguieron financiamiento, y finalmente la restauraron».
El cine mudo argumental, ¿cómo era?
«Las temáticas eran bastante parecidas a las teleseries de hoy. Pero a veces, aunque fueran temas livianos, el tratamiento de esas historias podía ser una maravilla, con contenido social o grandes actuaciones que van bastante más allá de la anécdota del argumento. También rescato el hecho que las películas mudas en su momento fueron muy vistas, la gente acudía y se exhibían en todo el país e incluso, en los países limítrofes».
Además, el período mudo fue el más fructífero, en cuanto a cantidad de películas…
«Así es, en 1924 hubo nueve filmes; en 1925 se realizaron dieciséis y en 1926 se hicieron trece. Esa fue la época de gloria del cine chileno, con películas que son pequeñas joyas, como El Húsar de la Muerte, dirigida y protagonizada por Pedro Sienna».
Respecto al documental «Antofagasta, el Hollywood de Sudamérica», ¿qué tenía Antofagasta de Hollywood?
«No se trata de lo que tenía. Se quería hacer un segundo Hollywood: tenía un clima especial, con luz clara y permanente, lo que permitía ahorro en iluminación. Era una ciudad cosmopolita y con un gran crecimiento económico. Antofagasta tenía una bullante producción de películas. Era como un sueño, una metáfora, algo que tal vez pudo ser».
Y pese a la censura existente, en 1924 se filmó el primer desnudo del cine nacional, en la película de Antonio Acevedo «Agua de vertiente».
«Según la publicidad, se trataba de un desnudo artístico. No debe haber mostrado más que la espalda. Pero la protagonista, Hilda Blancheteaux, se negó a filmarlo. Para esas tomas se utilizó a una modelo de la Escuela de Bellas Artes. Pero esa película no tuvo mucha repercusión. La obra de Acevedo Hernández estuvo fuertemente marcada por los temas sociales. Escribió un teatro crítico muy importante, que abordaba temas como la vida de los trabajadores».
¿A qué se debe que el cine chileno siempre está renaciendo?
«Es extraño. Cuando nuestro cine ha tenido fuerte apoyo estatal no ha logrado un repunte. En general ha sido hecho por personas que llevan a cabo sus propios proyectos. Creo que este eterno proceso de empezar se debe también a nuestra falta de patrimonio fílmico. No se toman las experiencias de períodos anteriores, siempre se empieza de nuevo, y por lo tanto, se repiten los mismos errores».
Hasta ahora se sabe que el 25 de julio de 1921 se estrenó la primera cinta de animación nacional, «La transmisión del mando supremo», de Alfredo Serey Vial, que mostraba el traspaso del mando de Juan Luis Sanfuentes a Arturo Alessandri Palma. No me va a salir con que habría una película de animación anterior a esa…
«Puede que así sea. Me han llegado comentarios de que la primera cinta de animación fue hecha en 1912… Es un tema que tengo que investigar»
JIMMY ALEXIS QUINTANA
RECUADRO
Censura MUDA
Apenas dos años después de filmarse la primera película argumental chilena, Manuel Rodríguez de Adolfo Urzúa, en 1910, ya existía una agrupación dedicada a censurar. Su nombre: Liga de las Damas Chilenas: Dios, Patria y Familia. Estaba constituida por mujeres católicas vinculadas a la élite que contaban con apoyo de la Iglesia Católica y de órganos de comunicación, entre ellos El Mercurio.
Estas señoras, explica Eliana Jara, «se ocupaban de revisar las películas antes que fueran presentadas al público». Luego publicaban listas de los filmes que reprobaban, haciendo hincapié en que el cine era dañino física, mental y moralmente, con argumentos como que «el cerebro de los niños es una blanda cera en la que dejan surcos imborrables las impresiones terroríficas (del cine), haciéndolos desgraciados para toda la vida». También hablaban solapadamente de los estragos que causa el cine en el «órgano» del hombre: «…su sistema nervioso se agita, se exalta, se desencadenan de manera violentísima agitaciones nerviosas que producen estragos tremendos».
El Mercurio no se quedaba atrás. En un artículo de 1917 advierte sobre los peligros del cine: los besos, la pasión y la presencia de mujeres. Sostenía que los niños, tras ver una cinta «salen con el alma muerta y la inocencia asesinada… ¡Cine de cualquier clase que seas, seas mil veces maldito!», proclamaba El Mercurio.
Eliana Jara muestra un periódico del 1° de febrero de 1913, donde la Liga de las Damas Chilenas señala: «Este trabajo pesado y molesto (el de censurar) ha sido ejecutado durante dos años con constancia y abnegación… No hace mucho se puso en el teatro Royal una película de una indecencia escandalosa; dos señoras del consejo se acercaron al empresario para pedir que la retirara de su programa. La solicitud, expresada con prudencia, fue rechazada y la Liga se vio obligada a prevenir por la prensa de la inconveniencia de esa película… pero en cambio, el teatro se llenó de un público al parecer sediento de pasiones bajas y malsanas y de muchachos inconscientes».
En el período del cine mudo había normas que seguir, especialmente para las «señoritas». Explica Eliana Jara: «Había películas a las que se les agregaba el rótulo, ‘inconveniente para señoritas’. Tampoco podían ir mujeres solas al cine, era muy mal visto, y en algunas películas simplemente no se permitía el ingreso de mujeres, debido a la trama del filme». Pese a que la Liga de las Damas Chilenas terminó por disolverse, no ocurrió lo mismo con la censura, que durante el gobierno de Arturo Alessandri Palma se tornó oficial, mediante el Consejo de Calificación Cinematográfica que entre 1925 y 2001 prohibió 1.090 películas y videos
(Publicado en Punto Final Nº 617, 16 de junio, 2006)