En 1977 el Partido Comunista Italiano con más del 34% de los sufragios electorales era mayoritario, pero no tenía acceso al gobierno por causa de una alianza entre todos los otros partidos parlamentarios italianos, el llamado penta-partido con la Democracia Cristiana como principal valedor. Las instituciones del Estado, el capital financiero, la Iglesia romana, la […]
En 1977 el Partido Comunista Italiano con más del 34% de los sufragios electorales era mayoritario, pero no tenía acceso al gobierno por causa de una alianza entre todos los otros partidos parlamentarios italianos, el llamado penta-partido con la Democracia Cristiana como principal valedor. Las instituciones del Estado, el capital financiero, la Iglesia romana, la OTAN y los políticos italianos, todos ellos estaban conjurados para impedir que el partido de la clase trabajadora accediera al poder político. Incluso contra esa eventualidad se había creado una conspiración, comandada por los servicios secretos italianos y americanos, llamada ‘red gladio’. El terrorismo de extrema derecha actuaba en aquellos años contra la paz social, para desestabilizar el avance incuestionable de los comunistas italianos. También grupos de izquierdistas radicalizados se daban a una violencia confusa, con el objetivo de imponer el nuevo modo de producción socialista mediante una revolución social.
La crisis económica golpeaba las economías desarrolladas y especialmente la de Italia y España, las más débiles entre los países del capitalismo europeo. Una crisis derivada del aumento de los precios del petróleo y las materias primas, consecuencia del final del imperialismo europeo y los procesos de descolonización que se produjeron en las décadas anteriores. Una crisis en cierto modo más suave que la que estamos padeciendo estos años; y en cierto modo más grave, por cuanto que las fuerzas políticas de la clase obrera no se encontraban en el estado de postración que hoy vemos generalizado, con las consabidas excepciones de América Latina y la República Popular China.
En aquellas circunstancias la dirección del PCI, con su secretario Enrico Berlinguer a la cabeza, propuso un programa político fundado en la austeridad, que todavía hoy, 35 años después, debemos considerar vigente, poniéndolo como horizonte de una política comunista en el siglo XXI. Dos discursos de Berlinguer en el año 1977 exponen con claridad y maestría las líneas esenciales de ese programa. Cito a continuación algunas de las ideas más importantes de las Conclusiones ante la convención de intelectuales y las Conclusiones a la Asamblea de obreros comunistas lombardos, recogidas en un volumen editado en Barcelona por Materiales en enero de 1978 con Prólogo de Julio Segura.
-la austeridad no es compatible a medio y largo plazo con el modo de producción capitalista, porque éste se basa en el despilfarro de bienes escasos. La adopción coyuntural de una táctica de austeridad por los empresarios capitalistas es la manera de reducir el poder adquisitivo de los trabajadores.
-la austeridad debe entenderse como un proyecto de transformación social para racionalizar la producción económica sobre la base del control estatal de la economía y la planificación, utilizando los recursos escasos para incrementar la eficiencia productiva: la austeridad es el medio de impugnar por la raíz y sentar las bases para la superación de un sistema que ha entrado en una crisis estructural…Puede y debe ser una de las formas en que el movimiento obrero se erige en portador de una organización diferente de la vida social…
-la austeridad es solidaridad con los países del Tercer Mundo, a los que se esquilma sus riquezas sobre la base de una agresión continuada como está pasando en África. Por eso la salida capitalista de la crisis consiste en la militarización y la guerra cada vez más generalizada. Frente a ello, debemos abandonar la ilusión de que es posible perpetuar un tipo de desarrollo basado en la artificial expansión del consumo individual, que es fuente de derroche, de parasitismo, de privilegios, de dilapidación de recursos y de desequilibrio financiero.
-la austeridad es también una forma cultural en un momento de crisis ecológica terminal, causada por el orden económico capitalista: salir de la lógica del capitalismo no es sólo una necesidad de la clase obrera o de los comunistas… Se podría observar que, de la misma manera que en las sociedades en decadencia van con frecuencia aparejadas e imperan las injusticias y el despilfarro, en las sociedades ascendentes se establece una vinculación entre justicia y frugalidad.
-la austeridad es una opción forzosa: convirtámosla en ocasión para transformar la sociedad. En un momento de grave crisis ambiental, esa idea de Berlinguer es más actual que nunca. Desde hace 40 años, cuando el Club de Roma alertó sobre los problemas de desarrollo derivados del agotamiento de las riquezas del globo terrestre por la actividad humana, sabemos que no es posible continuar con la actual senda de crecimiento económica fundada en la sobreexplotación del trabajo y la tierra. En estos 40 años el capitalismo se ha mostrado incapaz de una reforma ecológica que resuelva esa problemática, y esto nos pone ante la necesidad de cambiar radicalmente el modo de producción o perecer en un caos sistémico de incalculables proporciones.
Si en sus intervenciones de 1977, Berlinguer visualizaba la alternativa de ‘socialismo o barbarie’, hoy esa realidad es más fuerte y evidente que nunca. Se trata de una coyuntura recurrente en el capitalismo, que sólo gracias al esfuerzo de la ciudadanía más consciente puede ser remontada. A pesar de las llamadas de Berlinguer al Partido Socialista Italiano para formar la unidad de la izquierda sobre la base de ese programa, el PSI prefirió atar su destino a la Democracia Cristiana, y continuar la política de bloqueo frente al PCI: frente a la austeridad, el despilfarro de los recursos y la participación en el bloque militarista. Las consecuencias desastrosas de ese desarrollo las estamos viviendo estos años y serán muy pesadas para el futuro con la crisis ecológica cada vez más aguda.
Pero los comunistas debemos ver claro que esa diferencia con la socialdemocracia es crucial. Los partidos socialistas europeos no se oponen al despilfarro capitalista, en base a una idea equivocada del progreso económico basada en el desarrollo tecnológico, directamente emparentada con las tesis del liberalismo sobre la eficiencia del mercado. Así tenemos que los países escandinavos gobernados durante décadas por la socialdemocracia, se encuentran entre los más contaminantes el mundo, según los estudios elaborados por el Índice Planeta Vivo de ADENA-WWF.
Cierto que en Europa los comunistas no tenemos la fuerza política de aquellos años que estamos ahora recordando, cuando Berlinguer podía decir: no prosperará el intento de pasarles la factura sólo a los obreros y trabajadores. No menos cierto es que el capitalismo está atravesando una profunda crisis económica, también política, social y cultural, y esa crisis nos pondrá delante de cambios fundamentales en las próximas décadas. Cambios para los que tenemos que estar preparados con la claridad de ideas y la coherencia programática que nos permitan liderar el camino hacia el auténtico futuro de la humanidad.
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