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Una pregunta

Fuentes: Rebelión

De estirpe nobiliaria francona, los datos documentales de su aristocrática familia llegan hasta 1158, con Gundeloh von Blassenberg comienza la línea sucesoria. En 1310 Heinrich von Blassenberg construye el castillo de Guttenberg en el pueblecillo del mismo nombre, lo que origina que los von Blassenberg en adelante se denominen zu Guttenberg. El hasta ahora ministro […]

De estirpe nobiliaria francona, los datos documentales de su aristocrática familia llegan hasta 1158, con Gundeloh von Blassenberg comienza la línea sucesoria. En 1310 Heinrich von Blassenberg construye el castillo de Guttenberg en el pueblecillo del mismo nombre, lo que origina que los von Blassenberg en adelante se denominen zu Guttenberg. El hasta ahora ministro de Defensa de Alemania, Karl-Theodor zu Guttenberg, con olor y hechuras de canciller, es vástago de tan recio abolengo y para colmo está casado con una tataranieta de Otto von Bismarck guapa y rubia. Una pareja glamurosa, de intensa vida social y frecuentes portadas de revistas

Fue el diario Süddeutsche Zeitung quien levantó la liebre apuntando que la tesis doctoral del ilustre político, de este superstar intocable y loado, era un corta-pega, un puzzle de hasta un 72% de trabajos de otros sin reconocimiento de fuentes ni citas a pie de página. Por lo visto a quien mandó elaborar su tesis se sirvió de buenos trabajos ya redactados. Y el asunto en Alemania se convirtió en tema de interés nacional. La Universidad de Bayreuth, donde el ministro defendió su tesis y obtuvo la calificación de summa cum laude, lo ha demandado por atentar contra la ley de propiedad intelectual y por falso juramento. Su propio Doktorvater, el tutor a la hora de elaborar la tesis, el profesor Peter Häberle, se distanció ayer del alumno Guttenberg y reconoció que la tesis del ministro estaba plagada de errores imperdonables. En palabras del Süddeutsche Zeitung «con su título de doctor se ha engañado a sí mismo, ha engañado a la comunidad científica y a sus votantes si no jurídica sí moralmente. El doctor Guttenberg era más apariencia que ser. Pudiera ser el primer político de renombre de la historia reciente al que el enfado sincero de científicos e intelectuales le ha arrebatado el cargo de ministro, le ha bajado los humos y ha mancillado su lustre de hidalgo». Comenta en su adiós: «Es ist der schmerzlichste Schritt meines Lebens, es el paso más doloroso de mi vida, Ich war immer bereit zu kämpfen aber ich habe die Grenzen meiner Kräft, he luchado hasta el límite. No he podido más».

Lo que ha hecho Karl-Theodor zu Guttenberg es claro, ¿y lo que ha hecho su Doktorvater, Peter Häberle, y su universidad de Bayreuth? ¿Qué hacía el director de su tesis cuando dirigía su trabajo? ¿Analizaba la labor de su doctorando o tomaba café en su castillo de noble? ¿Qué certifica y visa la universidad de Bayreuth cuando sella un documento, la hidalguía de uno de sus hijos bávaros o la capacidad intelectiva y el saber de uno de sus aulas? ¿Una mentira o un buen trabajo de uno de sus alumnos? ¿Son fiables sus títulos? Se sabe que con frecuencia hay títulos y honores universitarios comprados, regalados, tesis elaboradas por manos ajenas mediando pago. Y eso, sin duda, es engaño, pero del doctorando y también de la Universidad que expide y del profesor que examina y certifica.

Como también es engaño lo que con frecuencia ocurre en la Justicia y los juzgados.

El Juzgado de Instrucción número 1 de Gasteiz ha archivado la denuncia presentada por un grupo de personas que fueron agredidas por la Ertzaintza durante la manifestación que recorrió la capital alavesa en la jornada de huelga general del pasado 27 de enero.

¡Faltaría más!, el Juez reconoce que «los hechos denunciados pueden ser considerados como delito», pero argumenta que «los autores de estos hechos no son conocidos», y archiva la denuncia.

Desde hace tiempo las policías patrullan y actúan con la cara tapada y sin número distinguible alguno. ¡Y más si se enfrenta al ciudadano! Son agentes anónimos, raposos nocturnos protegidos por el consejero, cobijados en el rebaño y amparados por la impunidad. Te hieren, te golpean, te lastiman, te insultan. Te putean… y se marchan embozados en sus pasamontañas, dejando tras ellos inhumanidad, brutalidad e impotencia.

Y el Juez dice sí al apaleado, pero te aguantas; y al agente: haz, pero sin que te reconozcan. Y no exige, como debiera, que deben ir perfectamente reconocibles e identificables. ¿Por qué no sienta en el banquillo al Consejero Ares y a los mandos, que saben quién dónde estaba? ¿Cómo fiarnos de estos agentes que amparan el delito y al infractor, que cubren ante un juzgado al compañero en contra del ciudadano? ¿Cómo fiarnos de un juez que viendo el delito cometido por funcionarios se rinde ante su silencio y ampara su delito?

Más que Juez de instrucción es agente de delito. Doble trabajo en nuestras calles: ahora las personas agredidas deben actuar contra la ertzaintza y el Juez al mismo tiempo. Por otra parte nada nuevo, ojeada la historia siempre fue así.

Ellos saben, pero los encubren, el juez colabora archivando. Hacen lo que el gobierno español cuando amnistía al torturador en comisaría. Bastaría un juez de instrucción decente un día de huelga a la puerta de El Corte Inglés ante los piquetes de la patronal.

En la Universidad de Bayreuth y en el Juzgado de instrucción de Gasteiz se exige más verdad, justicia y control también por parte de sus funcionarios. Karl-Theodor zu Guttenberg se ha marchado, también debieran hacerlo Peter Häberle y el Juez de Instrucción de Gasteiz.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.