[Joseba Sarrionaindia es uno de los escritores vascos de mayor influencia literaria y también política en Euskal Herria. El primer libro publicado de Sarrionandia fue el poemario Izuen gordelekuetan barrena (A través de los escondites de los miedos), que tuvo gran repercusión e influyó a muchos nuevos escritores. En noviembre de 1980 fue detenido acusado […]
[Joseba Sarrionaindia es uno de los escritores vascos de mayor influencia literaria y también política en Euskal Herria. El primer libro publicado de Sarrionandia fue el poemario Izuen gordelekuetan barrena (A través de los escondites de los miedos), que tuvo gran repercusión e influyó a muchos nuevos escritores. En noviembre de 1980 fue detenido acusado de pertenencia a ETA, tenía 22 años; ese mismo año obtuvo tres premios literarios. Preso en las cárceles de Carabanchel, El Puerto de Santa María, Herrera de la Mancha y Martutene desde todas ellas continuo escribiendo, convirtiéndose en referente cultural muy importante. En julio de 1985 se fugó de la prisión de Martutene escondido en un bafle tras un concierto que ofreció en la prisión Imanol Larzabal. Desde entonces continuó publicando pero sin que se supiera dónde estaba, ni siquiera cuando el año 2011 obtuvo el premio Euskadi de literatura. Finalmente apareció públicamente en La Habana en 2016. En esta entrevista, en la que las preguntas se formulan retomando pensamientos expresados antes por él, habla de literatura, de cultura y de política (del fin de ETA, de la tortura, de las víctimas, de las personas en prisión…) ndr. Original en euskera]
«Escribir es una propuesta de relación (…) pero el lector decide qué se ha escrito». Yo como lector, creo que has ofrecido un trozo de La Habana, íntimo, delicado y a veces crítico. Y tú, como escritor, ¿qué querías escribir?
No espero del lector una valoración del libro al estilo de las notas de los exámenes escolares. No me importa la calificación del libro, no estamos en la escuela; estamos en la vida verdadera y, además, los libros manuales que tenemos son malos. Quisiera cuestionar esas asignaturas que se ofrecen como sabiduría, y me interesa que el lector entienda lo que quiero decir y que también él haga algo para aclarar las cosas. Quizá sea mucha pretensión pedirlo en estos tiempos en que ya es mucho pedir que se lean libros.
«Siento que ando retrasado, pues soy del otro lado del mundo». Sugieres la huella de quien anda tras las huellas del tiempo perdido. ¿Es así?
Al levantarme de la cama a las siete de la mañana, allí estáis en la sobremesa, un momento en que ya todo está comunicado.
En las páginas del libro aparecen tu hija y tu hijo. Y, sin remedio, vuelves muchas veces a tu infancia. ¿Has querido hacer camino para reparar el espejo roto?
Sí, en los espejos rotos me veo a mí mismo. Memoria, familia, amigos, palabras… para mí son como trozos de un espejo roto.
Tu libro aparece en la lista de los más vendidos, pero es curioso que en algunos lugares, en la editorial Elkar por ejemplo, lo califican como libro de ficción, y en otros, en la librería Katakrak por ejemplo, como libro no de ficción. ¿Es ficción o no?
La literatura se hace luchando contra esa contradicción, ¿no? Las proposiciones de Bertrand Russell pueden ser verdaderas o falsas, pero la literatura se basa en el suspense de lo increíble.
Los que consideran este libro como ficción quizás quieran decir que es literario. Y los que lo toman por no-ficción imagino que de una u otra manera se dan cuenta de que se hacen verdaderas propuestas sobre cuestiones serias. Es literario y tiene de todo, pero creo que es, sobre todo, ensayo.
En este libro, utilizando la forma de diario te sitúas en lugar y fecha muy concretos, cosa que no has hecho durante 30 años, desde el libro aquél titulado Ni ez naiz hemengoa (No soy de aquí).
Desde que escribí Ni ez naiz hemengoa, en 1984, como no podía dejar huellas, he escrito textos heterotópicos durante 30 años. Ahora ya no estoy en las mismas condiciones, puedo decir «aquí estoy» y es libertad poder escribir sobre lo que te rodea.
Un diario -bueno, he inventado la palabra «gaukaria» (gaua significa noche; diario en euskera se dice egunkaria y eguna significa día, ndt) pues el mío es un diario escrito por las noches-ofrece un marco adecuado para expresar lo mejor posible lo que quería decir. El primer problema a resolver para escribir un texto literario suele ser, justamente, cómo decir las cosas, que no entran en la novela o en la poesía, y esa forma de diario-nocturno me ha dado mucha libertad para expresar las cosas que yo quería decir.
«Tu casa está muy cerca y muy lejos -me ha dicho, al fin, Luis, en gallego-, tu sentido no sé». ¿Dónde está pues?
Luis Pimentel me dijo eso. Pero eso es ficción eh? A la hora de escribir me esfuerzo en buscar un poco de sentido, mediante paradojas.
«Alguien que anda de turista»… ¿Cercano o lejano?
Desde que los viajes se han convertido en producto de consumo, el turista es un idiota que consume viajes. La otra parte, la que se convierte en territorio turístico, es un lugar especial, y en lugares turísticos se suelen dar relaciones raras entre las personas.
¿Dinosaurio o manatí?
Los dinosaurios son fantasmas ¿no? No he visto nunca ninguno. Con los manatí sí me identifico. Es un tranquilo herbívoro que vive en aguas dulces o saldas en la orilla del mar. No le gusta destacar, es sensato. Durante mucho tiempo han sido brutalmente cazados, pero parece que hoy día son especie protegida.
«Día de los vascos en La Habana. Música y baile, comida y bebida, mucha gente y buen ambiente. A la noche, con la madurez del apátrida me retiro al rincón de la literatura». ¿Apátrida? Pero más adelante dices: «¡Ay! El río de mi pueblo, el río que sigue fluyendo en la sangre de mis venas». Y… «mi casa no está en ningún sitio, está en cualquier sitio». ¿Hay patria en La Habana?
En La Habana tenemos La Habana y la noche, y en la noche se pueden encontrar algunos rastros de Euskal Herria, porque en las esquinas de la calle hay basura diseminada.
Como soy de aquellos que de niños tuvimos que soportar la asignatura FEN (Formación del Espiritu Nacional) la palabra patria no es parte de mi léxico. Otros son los dueños de esa palabra, también a la hora de imponérsela a otros: entonces se veía en casonas con un cartel «Todo por la Patria» y hoy día en título de novelas como «Patria».
«En vez del experimentalismo apocalíptico de nuestra juventud se ha ido imponiendo la idea de que la literatura ha de ser de fácil lectura». En la literatura vasca, ¿hay una tendencia hacia lo fácil?
Decía Koldo Izagirre en un texto que leí el otro día, que las cosas más hermosas se han hecho rompiendo normas. Yo tengo en el recuerdo de mi juventud a Gabriel Aresti, Jon Mirande, aquellas Etiopias de Bernardo Atxaga, aquellos que habían roto las normas haciendo de muchas maneras utopias del lenguaje. Éramos un pueblo que tenía prohibida o marginada la propia lengua, un pueblo que, dicho de paso, no existía políticamente. Euskal Herria era pura utopía y era imprescindible hacerlo contra las normas.
Ahora estamos en otra situación, la lengua y la literatura son legales, están normalizadas. Nosotros también tenemos normas, gramaticales y otras, explícitas o que se dan por supuesto, y aceptamos las normas fundamentales para que nos respeten las normas no tan fundamentales. Lo que escribimos está bien, puede ser elegante y hermoso. Pero no se gasta energía en utopías lingüísticas y literarias. Quizá ocurra lo mismo en otras esferas sociales, en política. En los tres territorios de Euskal Herria se ha conseguido un nivel de bienestar y la gente vive bien. La gente admite ese bienestar que se da dentro de condiciones impuestas, también los de otra ideología política, porque no creen que con luchas políticas radicales se pueda conseguir algo mejor.
No lo digo en sentido crítico, no es sino observación de la situación. Se hace literatura bien hecha y sin disonancias, tal como se prefiere un modo de vida cómodo y sin riesgos, y bueno, quizá no haya problema.
¿Estamos siendo llevados a un supuesto bienestar cultural colectivo aplanado? ¿Se puede hacer otra cosa?
Una pulsión utópica es muy necesaria en una cultura marginada y un pueblo pequeño dividido como el nuestro. Soy utópico porque soy realista: tenemos que hacer un esfuerzo suplementario porque andamos contra corriente. La cultura euskaldun, para sobrevivir, tiene que ser más creativa que las culturas que nos tienen sitiados. Necesitamos la ilusión de proyectos colectivos, pues aceptando la normalidad que tenemos, nos llevará la corriente.
Has manifestado una opinión crítica hacia la televisión – ¿los medios de comunicación?- «Tenemos la impresión de que nos hacemos dueños de la información, pero la verdad es que la televisión se está haciendo dueña de nuestra información». Explícalo, por favor.
Hegel creía que la lectura del periódico sería nuestra diaria oración realista. Y nada de eso, el periódico y más sintético todavía, mirar la televisión o el twiter se ha convertido en la oración superrealista de cada día. Sobre esos mantras se asienta la opinión pública y la servidumbre voluntaria.
Los trabajadores creen en la prensa de los patronos. «El Pais», hoy día, es del mayor banco, y las televisiones son de la oligarquía de siempre. En Euskal Herria ocurre algo cómico: la mayoría de la gente lee la prensa del grupo Vocento y ve la televisión española. Hasta en pueblos como Azpeitia o Usurbil. Vete a saber cómo habría que llamarlo: mentalidad «alienada», «colonizada», «despistada». ¡El que quiere el comunismo o la independencia, alimentándose de anticomunismo y dependencia! Entonces, en mi opinión, el problema grave de los vascos no es conseguir la independencia, o que partido ganará las próximas elecciones. La cuestión urgente es crear una cultura vasca común y plural. Nuestros políticos siempre andan peleando por quién ganará la alcaldía o quien se impondrá en la diputación, para llegar y decir «aquí estoy yo». A fin de cuentas, para profundizar en la incomunicación entre los distintos. Los vascos, y urgentemente en mi opinión, deberían orientar todas sus energías a levantar un espacio plural de comunicación.
«En lugar de revolución o muerte (iraultza ala hil), perdurar o morir (irauntza ala hil)». ¿Cómo has vivido el proceso de desaparición de ETA?
Es mejor no matar a nadie, y mejor tratar de cambiar las cosas que hay que cambiar.
En el pasaje del libro escrito el 2 de mayo comento la desaparición de ETA con un argumento de novela: Michael Kohlhaas. La actividad de ETA se convirtió en injusta hace bastante tiempo, desde que comenzaron las muertes, pues la muertes son radicalmente injustas. Pero ETA ha desaparecido. En cambio, ahí está para siempre, esa justicia de Sajonia[1], España siempre injusta. Los vascos son de nuevo correctos, pero ¿para qué? Siguen mandando los de siempre. España se asienta en el monopolio de la fuerza. Decir que España nos dará a los vascos justicia o democracia…es un mal chiste que hemos oído cientos de veces.
«Antes decían que sin violencia todo sería posible. Con violencia, todo era imposible. Sin violencia, queda el monopolio de la violencia en manos de los poderosos, y el verdadero cambio político no es posible. Apenas se oye hoy esa mentira que dice que sin violencia todo es posible». ¿Batalla perdida?
Si, perdida. Pero en mi opinión es cosa de necios hablar en términos de ganador-perdedor. Es penoso ser perdedor, pero ser ganador es lamentable y ridículo. El perdedor está bajo dominio del ganador, pero también el ganador tiene que estar siempre mirando al perdedor, porque el perdedor está obligado a la resistencia de una manera u otra. De esta manera, el ganador qué ha ganado ¿ser opresor?
En la guerra de Cuba los españoles estuvieron medio siglo ganando. Francisco Pi i Margall fue uno de los pocos en llamar la atención sobre el problema: «Una insurrección siempre moribunda, nunca muerta…» decía. En Catalunya y Euskal Herria tenemos una situación similar: una disconformidad y rebeldía que nunca acabará, que seguirá produciendo perdedores penosos y ganadores lamentables y ridículos.
¿Cuándo entenderá esa sociedad hiperrespañola de España que la cuestión de los vascos y catalanes no es una cuestión penal? Es una cuestión política, y las cuestiones políticas se solucionan tomando en consideración la opinión de la gente, sin que sea necesario que unos pierdan y otros ganen, para bien de todos.
«Me tuvieron ocho días, tal como me dijeron después. Pero yo diría que fueron once o más días, no en un extraño zulo en el monte o en un apartamento apartado de un barrio marginal, sino en un edificio oficial del centro de la capital de la provincia. Mi cuerpo era suyo, como un trapo sucio, hicieron cualquier cosa. Yo no podía hacer nada. ¿Qué podré contar? Que cuenten ellos». Mencionas, también el informe que el Gobierno de Lakua ha realizado sobre las torturas. «La mayor parte» no se puede contar, dices. Pero en estos tiempos del relato, ¿no es importante poner voz a las palabras?
La literatura es una fábrica de memoria. Pero en esa parte del libro, quería mencionar la hipocresía que se ha manifestado en torno a las torturas. Los torturados pasaban por delante del juez, los jueces veían al torturado, frente a frente, convertido en un trapo viejo, pero los torturadores eran servidores de ese juez, servidores de España. Todo el mundo sabía que la Guardia Civil y la Policía española normalmente torturaba y en todas las instancias oficiales se admitía, de modo implícito, la tortura. Y se pagaba con los impuestos. Ahora se menciona como cosa excepcional, como una disfunción y como algo ya pasado, pero eso no es así.
Ya sé que en la cuestión del relato, no es suficiente un conocimiento abstracto, que hay que contarlo, pero bueno, no me preocupa la tortura que yo padecí, pues ya no tiene remedio. La de ahora me interesa: los responsables de la tortura de entonces tienen todavía el monopolio de la violencia. Yo estoy criminalizado y no creo en la Justicia de Sajonia.
Y dentro de la cuestión del relato, abordando el tema de las víctimas. Hay víctimas de todos los lados, incluso víctimas de ETA, que se están manifestando a favor de la resolución y convivencia. ¿Cómo valoras eso?
La cuestión de las víctimas, de por sí, es irremediable, porque no se puede volver a la vida una vez muerto. Y otros muchos daños de guerra también son irreparables. Lo que se puede hacer es finalizar la guerra y acordar un sistema político que sea adecuado para todos. Para que no vuelva a ocurrir otra guerra. En Euskal Herria una parte del conflicto se ha orientado en esa dirección, pero la otra parte no lo ha hecho, sino que ha manipulado el victimismo para continuar la guerra. La sociedad vasca es madura. Cuando el conflicto estaba en lo más duro y las actitudes de los partidos eran lo más violento, la lucha no derivó hacia la guerra civil. La paz es una base muy importante, pues el sistema político también ha de ser hecho entre todos, para que las discusiones no sean cuestión de poder sino cuestión de razón.
Hablas de los derechos de los presos. Dime, a ver si tú desde La Habana encuentras en algún lugar la clave para deshacer el nudo.
Dejar a los presos libres es la solución de ese nudo. Eso es lo más elemental que suele suceder al acabar una lucha armada, dejar a los presos libres, acordando normas nuevas de convivencia. Pero el dejar las armas fue algo unilateral. Una parte dio por concluida la guerra, la otra parte no. España siempre ha confundido la resolución de un problema y la imposición del dominio. Eso quiere decir que el problema persiste de otra forma.
«Como la construcción de la Republica Vasca es una obra común, como requiere otro tipo de políticas, se puede poner en duda si, en sentido político, estamos construyendo Euskal Herria. Incluso, si es que hay verdadero interés en construirla». ¿Un compromiso firme y global a favor del derecho a decidir? ¿Un bloque abertzale general? ¿Qué sería en tu opinión construir la república vasca?
No creo que el reconocimiento del derecho a decidir sea lo más urgente, porque la gente que tiene el poder no lo va a aceptar. El asunto es cómo hacer activo ese poder de decisión de la gente, impulsando la destitución de lo impuesto y la constitución de la libertad. No veo las cosas en términos de abertzale/no abertzale, y tampoco en función de la relación de fuerzas entre los partidos, pues sea uno u otro quien gane las elecciones, después nos encontraremos con los mismos problemas. Hacer política es necesario hasta en las peores condiciones, pero en cuanto a la cuestión de la nación, con la heterogeneidad territorial y cultural que tenemos los vascos, creo que la relación entre nosotros es lo primordial. En mi opinión, la nación es sobre todo un espacio de comunicación. Desde el punto de vista de solidaridad y comunicación me parece que Euskal Herria anda con mucho retraso y bastante atrasada.
Nota:
[1] Michael Kohlhaas (siglo XVI) era, en Sajonia, tratante de ganado. Un noble le robó dos caballos. La justicia de Sajonia respondía a favor de la nobleza. Organizó una rebelión campesina. Fue dura la lucha, larga y viendo que la lucha no tenía buena salida, Michael propuso la paz. Con dos condiciones: reconocimiento de que tenía razón en levantarse contra la injusticia y amnistía para sí mismo y los demás rebeldes. La justicia de Sajonia dictó una resolución doble: por un lado, aceptó la reclamación de Michael Kohlhaas en el juicio por los dos caballos robados; y por otro, aclarado este fallo judicial puntual, condenaron a muerte a Michael Kohlhaas como impulsor de la revuelta (ndt).