En la vieja tendencia anticomunista, esta película nos muestra una Hungría atrasada, pobre, subdesarrollada, donde todo hace falta y para colmo, el pobre pueblo húngaro se encuentra amenazado por la bota rusa. En esta circunstancia la madre huye de Budapest, junto a su esposo e hija mayor, caminando 20 kilómetros y atravesando la frontera checa. […]
En la vieja tendencia anticomunista, esta película nos muestra una Hungría atrasada, pobre, subdesarrollada, donde todo hace falta y para colmo, el pobre pueblo húngaro se encuentra amenazado por la bota rusa. En esta circunstancia la madre huye de Budapest, junto a su esposo e hija mayor, caminando 20 kilómetros y atravesando la frontera checa. A la medianoche y después de diversas peripecias llega a un pueblito norteamericano, encuentran empleo, casa, auto, equipo de sonido y ropa estándar, la felicidad casi completa, casi, porque la hija menor, de meses de nacida, debió quedarse con una familia campesina, en las cercanías de la capital húngara, la niña crece en el campo, es feliz, reconoce como papá y mamá a la pareja que la cría, a los 6 años, aparece su abuela, la que la lleva al aeropuerto y de allí rumbo a USA, un emotivo encuentro, con sus verdaderos padres y hermana mayor, el primer desayuno, es una hamburguesa McDonald’s, ¡por supuesto! Y acompañada por una coca cola, ¡no faltaba más!; el período de adaptación para la criatura es tenso y difícil, lo logra a medias, pues su corazón esta repartido entre sus nuevos padres y los antiguos, pasan los años, se vuelve la nena una atractiva jovencita, asimilada al american way of life, el chicle, Elvis Presley, las modas, los novios, etc. pero su alma colapsa recordando a la pareja que la crió, no termina de entenderse con su madre biológica, por lo que después de una violenta pelea con su madre, y con la ayuda de su padre regresa sola a Hungría, donde verá a sus padres adoptivos, ahora residentes en un barrio capitalino, ella observa que varias familias cohabitan en un mismo departamento, los problemas sociales abundan: en la calle la gente quiere desnudarla, para que ella venda sus jeans, sus abrigos y zapatos a la moda occidental, el pueblo a empellones compra bananas y otras frutas, los automóviles, son los pequeños Trabant, de la RDA, en suma: pobreza interminable que contrasta con la riqueza democrática del pueblo norteamericano. Finalmente regresa a USA, a su casa.
Por supuesto, esperar que la película realice un análisis histórico de por qué las diferencias entre ambos países, es inútil, se trata pues de una tergiversación fílmica más, de la realidad que han vivido ambos pueblos.
Ninguno de los países que integraron al socialismo real, realizó lo que Marx llamara «la acumulación originaria de capital» y que su fundamento siempre fue el robo, el crimen y la violencia, ni la prensa más corrupta, pudo nunca decir semejante cosa. Cierto que hubo crímenes de lesa humanidad por parte de las tropas soviéticas al invadir suelo húngaro y checo, pero nadie, puede sin embargo, acusar a los rusos de haberse robado un milímetro de tierra a nadie o de haber esclavizado a nadie, en ninguna parte, si el mal llamado socialismo real, era lento en sus ritmos, se debía en buena medida a que ningún partido comunista centro europeo, tuvo jamás la suficiente fuerza o apoyo popular, como para llevar adelante algún proceso de transformación de las economías de aquellos países; es ahora, en plena crisis capitalistas que aquellos pueblos comienzan a entender cuanto perdieron como organización nacional y multinacional, que emprendió un esfuerzo descomunal, un sacrificio enorme, para construir, para ahorrar, para aprender. Los éxitos fueron varios en la ciencia y tecnología, en la atención médica, en la educación, pero, la propaganda imperialista, pudo más.
¿Cómo estarán hoy los millones de rusos, polacos, checos, húngaros y otras nacionalidades, residentes en EE. UU. quebrados, sin empleo, sin perspectivas?
Finalmente, el capitalismo, es un gigantesco engaño.
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